Cuando Zedd organiza una noche de póker en su casa –un hogar de cuatro millones de dólares impecablemente decorado en Hollywood Hills–, no hay cigarros prendidos en los ceniceros ni vasos llenos de licor marrón. En lugar de eso, suena un chill jazz de unos parlantes a volumen moderado, y el anfitrión está parado en la cocina sosteniendo unos paquetes azules rectangulares preguntando, como buen teutón educado, “¿Alguno quiere una golosina?”.
Es un lunes a la noche de julio y están Zedd –de 27 años y cuyo nombre real es Anton Zaslavski–, su hermano mayor Arkadi, el DJ y productor Alvin Risk, su mánager Tim Smit y otros amigos. Las siguientes tres horas de Texas Hold ‘Em tienen un aire medio nerd: hay chistes malos, se ponen a cantar Bohemian Rhapsody, hablan de póker tácticamente y Zedd y su hermano lanzan un grito cada vez que el dealer “quema” las cartas. La apuesta es 40 dólares y la competencia es dura, pero amistosa. Risk termina ganándole a Zedd, todos aplauden a su enemigo caído. Zedd saluda a su verdugo y le dice: “Ejecutado a la perfección”.
“A veces, jugamos juegos de mesa todo el día y nos vamos a dormir y estamos superfelices al respecto”, dice Zedd al día siguiente. Él y sus amigos están particularmente “obsesionados”, dice, con Settlers of Catan, un juego de estrategia en el que los jugadores, por turnos, tratan de desarrollar una isla. Es un hobby perfecto para un tipo que fue pionero entre los DJ-productores pop de la mano de Clarity (junto a la cantante británica Foxes), que llegó al Nº 8 del Hot 100 y ganó un Grammy.
Cashmere Cat, Kygo y el dúo Jack Ü, integrado por Skrillex y Diplo, ya hicieron una carrera con esa fórmula. Y los Chainsmokers probablemente no habrían existido si no hubiera sido por Zedd (y su compañero con la misma idea, Calvin Harris). Según el CEO/Presidente de Interscope, John Janick, Zedd fue “innovador, creó su propio camino mientras cambiaba la radio” desde un principio.
Zedd nació en Rusia y fue criado en Alemania. Recién dominó el inglés en 2014. Este año sacó su hit más importante como artista principal: Stay, junto con Alessia Cara. El tema llegó a la cima de los charts Hot Dance/Electronic Songs y Mainstream Top 40, y trepó al Nº 7 del Hot 100 en mayo. En julio sacó Get Low, con un muy maduro Liam Payne, de One Direction.
Como muchos artistas en estos días, Zedd no tiene planes para un álbum, solo un par de singles, lo cual no es un problema para él (está por salir de gira por Norteamérica en el otoño boreal y tiene una residencia en Las Vegas en cuatro boliches relacionados). Si uno mira su mesa de PokerStars personalizada, las obras de arte geométrico y los muebles de lujo (incluyendo una mesa de 13.000 dólares que refleja un arcoíris cuando le da el sol), da la sensación de que se está en el living de un ejecutivo de pelo canoso más que en el de un artista de 20 años. Los nombres en las placas de discos en el hall refuerzan esa sensación: están Lady Gaga, Justin Bieber, Ariana Grande y Selena Gomez.
El tema es que Zedd no es quien está manejando los ingresos de estos artistas. Es solo un colaborador que los empuja a llegar a sus grandes picos comerciales. Zedd dice que es “lento y exquisito” a la hora de elegir cantantes para sus canciones. “Es un perfeccionista absoluto”, afirma Payne, si bien “sentía que estaba [grabando] con un compañero de banda o con un amigo”. Hailee Steinfeld, que trabajó con Zedd en Starving –llegó al top 20 del Hot 100–, está de acuerdo con que es un perfeccionista, pero agrega: “Lo más importante es que se preocupa por la gente con la que está”.
“Nunca conocí a alguien tan particular en el estudio –confiesa Julia Michaels–. Es un tipo increíble”. Michaels trabajó mucho con él en su álbum de 2015, True Colors. “Me hacía cantar en tres tonalidades, una y otra vez”, cuenta.
O como dice su amigo Jared Leto, que colaboró con Zedd en una canción de 30 Seconds to Mars: “Es un trabajador imparable y se dedica constantemente. No es alguien que aparece y lo único que hace es sacarse selfies”.
El primer hogar que tuvo Zedd en los Estados Unidos fue un departamento en Santa Mónica con paredes tan delgadas que se despertaba con la vibración del celular de su vecino a la noche. El lugar tenía una ventaja, no obstante: lo pagaba Lady Gaga, que quería que Zedd tuviera un lugar donde dormir mientras trabajaban en canciones de Artpop, a menudo sin mucho más que un mail con palabras como “oscuro” y “metálico”.
Ahora, Zedd está ayudando a su hermano Arkadi, de 30 años, que está trabajando en su propia música. (Arkadi acaba de producir una canción para Bryan Adams, un trabajo que le dio Zedd). Entre los 12 y los 20, Zedd fue el baterista de Dioramic, la banda de metalcore de su hermano que fue lo suficientemente grande en Alemania como para que los hermanos tuvieran que faltar a clase para irse de gira. Su padre era guitarrista y profesor. Su madre, profesora de piano. Cuando Zedd tenía tres, dejaron la ciudad portuaria rusa donde vivían para ir a una aldea rodeada de bosques en el sudoeste de Alemania, conocida como Dansenberg, de 3500 habitantes. “Hay solo un negocio ahí –dice Zedd–. Si es que todavía está abierto”. Empezó con el piano a los cuatro, y para los nueve ya estaba tocando La fiesta de Chick Corea en una competencia. “Quería demostrar que lo podía hacer, así que les di mi partitura a los jueces”, cuenta Zedd, que la tocó de memoria. Sus padres son pequeños y amigables como sus hijos. Zedd tiene una segunda casa para ellos, en Kaiserslautern (tiene “un jardín, un estacionamiento y un galpón”), y siempre pasa Navidad con ellos.
Si bien es un multimillonario buenmozo que se la pasa de gira por el mundo y habla con mujeres talentosas y hermosas, Zedd no es un playboy ni sale mucho de fiesta. (“No tomo ni vodka ni cerveza”, dice el ruso-alemán, al tanto de la ironía). La única vez que su vida romántica se hizo pública fue a lo grande. En 2015, se dio a conocer que él y Selena Gomez estaban saliendo (I Want You to Know, la canción que hizo con Gomez, llegó al Nº 17 del Hot 100 en marzo de ese año). “Los periodistas llamaron a mis padres. La gente se metía en los teléfonos de mis amigos. Estaba furioso, [si bien] sabía a dónde me estaba metiendo –explica–. Es una de las personas de las que más se habla en el mundo, pero no tenía idea de cómo eso me iba a cambiar la vida”. No quiere decir nada sobre si actualmente está saliendo con alguien.
Ser un caballero es un poco el estilo de Zedd. A principios de 2016, al enterarse de los problemas legales de Kesha sobre su contrato discográfico, le tuiteó: “Muy, muy apenado de oír la situación entera. Me encantaría producir una canción para vos si querés mi ayuda”. Ella aceptó la oferta, y rehicieron su canción True Colors, asumiendo que por la batalla legal que Kesha estaba teniendo con Dr. Luke y su sello no serían capaces de lanzar el tema. “Fue más que nada una cuestión terapéutica –aclara Zedd–, tratar de hacer música para alguien para que se sienta mejor”. Pero cuando se enteró Dr. Luke, que es fan de Zedd, les dio su bendición. Fue el primer lanzamiento de la cantante desde Timber, de 2013. “Que Zedd se acercara fue un lindísimo gesto –dice Kesha–. Hizo eco en mi alma y mi corazón, y me emocionó”.
Pero Zedd tuvo un gesto mucho más grande y políticamente cargado este año, luego de que el presidente Donald Trump anunciara su restricción migratoria. El artista armó Welcome, un recital a beneficio con un line-up variado: desde Halsey e Incubus hasta Macklemore y Skrillex. Tuvo problemas a la hora de conseguir sponsors e incluso se encontró con cierta resistencia de parte del equipo de algunos artistas, así que llamó a los artistas directamente, pidiéndoles si podían aparecer. Dan Reynolds, de Imagine Dragons, estaba por tener mellizos ese día, pero su esposa le dijo que fuera a hacerlo igual.
“No importa cuán grande sea el escándalo, no importa cuán loco sea el tuit [de Trump], la cosa sigue. Te sentís impotente, y eso es terrible. Si uno lleva eso a una escala mayor, terminás como Corea del Norte, donde la gente es esclavizada en su propio país”, dice Zedd sobre el Gobierno actual. (Está en los Estados Unidos con una visa temporaria). Cree que sus compañeros en la música dance se autocensuran muy frecuentemente: “No quieren perder fans. Yo entiendo de dónde vienen, pero no estoy de acuerdo con que sea una buena razón para no decir nada”. Donde los DJ no tienen freno, no obstante, es en chicanear a Zedd por Twitter, siempre con buena intención. Si bien Diplo es la “única persona” con la que Zedd tiene un problema, Harris, deadmau5, DJ Snake y Dillon Francis (que dice que Zedd es “un tipo increíble”)… todos le han hecho bromas. Porter Robinson, uno de los primeros amigos DJ-productores de Zedd, explica: “Mucha gente lo carga porque tiene una dulzura educada, graciosa y juvenil”. Es distinto, en otras palabras, al típico DJ. Ni siquiera usa auriculares en sus presentaciones, porque las planea totalmente: “Simplemente no entiendo por qué sería tan importante decirle a la gente que preparé mi set”, afirma. Su próximo remix, si se puede decir así, es de Dream Brother, de Jeff Buckley. Tiene los tracks originales y está esperando una semana en la que esté libre como para “prender algunas velas” y meterse.
Zedd hizo su primera canción dance a los 18, cuando fue eliminado rápidamente de un torneo de póker en Alemania y tenía un par de horas libres mientras esperaba a que terminen sus compañeros. Pasó su primer año fuera del colegio, intentando inventar un nuevo género (“canciones extremadamente complejas con las cuales podés bailar”), hasta que conoció a “este tipo que parecía raro que estuviera haciendo lo mismo, pero mucho mejor”. Ese tipo, Skrillex, lo tomó como aprendiz. Hoy, siguen siendo grandes amigos, y lo ayudó a trepar velozmente: firmó con Interscope, se mudó a los Estados Unidos, trabajó con Max Martin, produjo a grandes figuras, salió de gira por cinco continentes. “Cuando me nominaron para el Grammy, fue como ‘Esperá. ¿Estas personas conocen mi música?’”, cuenta.
“Es realmente importante cuando uno ve a alguien que trabaja duro y le dan el reconocimiento –dice Leto–, y no es un completo estúpido al hacerlo. Tenemos un montón de esos”. Aún hoy, Zedd odia malgastar la plata: maneja un Tesla porque es verde, evita los jets privados porque son caros y usó camisas a cuadros durante los primeros dos años de su carrera porque “con una remera no me alcanzaba, pero una campera era demasiado”.
Cuando Zedd invitó a Kesha a que participara con él en Coachella en 2016, para ella “él fue la definición perfecta de un caballero”. Dijo la cantante: “Estuve yendo a Coachella durante diez años y esta es la primera vez que me tocó cantar ahí. Llegué dos horas antes de subirme al escenario y me acuerdo de que él estaba muy preocupado para que yo estuviera cómoda. Incluso se acercó a mi auto y me ayudó con los bolsos. Espero que seamos amigos para siempre”.