Exactamente un año después de que finalizara El Quinto Escalón, se editó Antezana 247, el primer álbum de trap argentino tras la explosión del freestyle en el país. “Es un relato autobiográfico”, explica Alejo, creador de El Quinto, sobre el trabajo que lanzó con el seudónimo “Ysy A”. “A los 13 años empecé con El Quinto… uh, estoy flasheando, pasaron tantas cosas que ni me rescato… ¿qué te iba a contar? –pregunta antes de contestarse–. Ah, sí… con 13 tenía que ir a buscar a raperos de 20. Lo loco es que, con 16, los más grandes ya venían solos”. De Paulo Londra a Duki, pasando por Lit Killah, Ecko, Wos o Lucho SSJ, El Quinto dio a luz a gran parte de los artistas urbanos argentinos que hoy explotan el streaming y dominan el Billboard Argentina Hot 100.
¿Cómo nació El Quinto?
Surgió porque mi madre no me dejaba irme en tren a Claypole a la única competencia de freestyle que existía en ese momento. Un día les dije a varios de juntarnos en Parque Rivadavia, seríamos 15 en total. Le pusimos el nombre y arrancamos a reclutar gente. Gracias a que se replica ese fenómeno en toda la Argentina, nosotros empezamos a viajar. Guachos de otras ciudades empezaron a tener ganas de autogestionar su evento y traer a los artistas que veían en los videos de YouTube. Yo fui de Ushuaia a Jujuy con el freestyle antes de volver a hacerlo con la música.
Pero el público del freestyle era muy reducido al comienzo. Hace siete años, los videos en YouTube apenas alcanzaban las 5000 reproducciones. La movida fue creciendo de la mano de los primeros videos virales. Entre ellos, se destacó uno de Alejo tirando free en una ronda cypher, es decir, una ronda de freestyle en la que se rapea por placer. “Pegamos un buen feel con Iacho (beatboxer), y ese video nos hizo viajar bastante. Después metimos un community manager de El Quinto y eso fue el principio del fin”, cuenta.
¿Por qué?
El algoritmo nos orientó a un público muy de niños, y nuestro sistema de trabajo incrementó eso. Cada vez se parecía más a un producto para nenes que una movida de hip hop. La plaza fue la última época gloriosa de El Quinto. Cuando lo tuvimos que pasar a escenario, ya no me representaba más. Pero comprendí que el movimiento de El Quinto era algo más grande de lo que me pasaba a mí. No me pertenecía más, lo había compartido con todo el mundo. Pero lo había creado yo y, por eso, también tenía el derecho de destruirlo.
¿Y ahí llegan las ganas de hacer música?
No, eso arrancó antes. Habrá sido en 2015, que unos amigos tenían una banda que mezclaba rap con rock, y yo me metí en el estudio. No me gustaba mucho la batalla ya. Dejé de competir y empecé a especializarme en rapear, que es diferente a saber competir. Profundicé en el flow, yo ya no competía. Terminaba el evento y ahí empezaba a tirar free.
Al mismo tiempo que El Quinto crecía masivamente en las redes sociales, Ysy empezó a abrirse del freestyle. En 2016, formó La Cofradía, banda con la cual organizó el primer tour de trap argentino en conjunto con KMD, la banda de Neo Pistea. “Once ciudades, de San Martín de los Andes a Ushuaia. Todo autogestionado, sin sponsors… todavía tengo esos Excel. El tour lo produje yo, porque los pibes no estaban acostumbrados a hacerlo. Ahí me di cuenta de que ya le estaba entregando mi vida a la música”.
Tres meses antes de que El Quinto Escalón finalizara, Alejo le comentó a Duki su intención de destruir el evento. “Los dos estábamos en la misma sintonía. Ya nos parecía muy burdo batallar contra alguien que no conocíamos, decirle cosas guasas y sin sentido. Ahí nos pusimos espalda con espalda y empezamos a ir mucho al estudio”, cuenta. Con 19 y 20 años se mudan juntos a “La mansión”, un departamento en Antezana 247 –entre los barrios porteños de Villa Crespo y Caballito– que, como bien canta Duki en “Rockstar”, quedaba a cuatro cuadras de la avenida Warnes. Paulatinamente, los raperos se fueron aislando del mundo del freestyle para centrarse en la música. “Nosotros veníamos avisando que la movida estaba por otro lado y nadie nos escuchaba. Fue muy flashero el fin de El Quinto, porque mucha gente morfaba de eso, nosotros también lo hacíamos”.
Entre críticas y elogios por destruir El Quinto y entregarse definitivamente a la vida de trapper, Ysy editó su primer single producido por MYKKA y Omar Varela, “Dame droga”. “A muchos no les gustaba que nosotros usáramos Auto-Tune y cantáramos lo que estábamos viviendo. Pero ahora ya son varios los que lo hacen. Yo no puedo escribir canciones sobre cosas que no viví, es así”, explica.
Ese mismo verano se terminó de crear #ModoDiablo, el grupo que forma junto a Duki y Neo Pistea, y que los comentarios de YouTube describen como White Migos, en referencia al trío de rap estadounidense comandado por Quavo. “Dimos 50 shows en 35 días entre enero y febrero, una locura. Hacíamos tres fechas un jueves, dos el viernes y cuatro el sábado”, cuenta y luego agrega: “Al mismo tiempo se iba componiendo Antezana. ‘Tamo’ loco’ y ‘Enamorada del diablo’ surgieron de gira”.
La cantidad de shows no bajó hasta después de girar por un mes con Duki en España, en el medio el trío abrió para Bad Bunny en Chile y hasta compartió canciones con el boricua en el Luna Park. “Somos conscientes de lo que hacemos, pero cuando pasa el tiempo nos damos cuenta de que la magnitud era mayor de lo que pensábamos”, confiesa. Tras editar canciones como “Quavo” o “Hijo de la noche”, la búsqueda de Ysy fue más allá de un bajo 808 y buen flow. Singles que quedaron fuera de Antezana 247 como “Pastel con Nutella”, “Casi un G” o “Vamo’ a darle” lo muestran más cerca de la electrónica y el trap experimental. “Si sabés rapear, te podés subir a cualquier sonido. ‘Muévelo’ es una cumbia”, comenta en referencia al track del álbum en colaboración con Marcianos Crew.
“Por suerte trabajo con productores que comparten mi búsqueda artística como Neuen, Oro Dembow o 0600. Nuestra búsqueda es cambiar la historia, hacer algo que nunca se haya hecho. Yo me tengo que meter en el estudio o subir al escenario para hacer algo imposible, que nadie pueda hacer”, describe.
Pero su experimentación y búsqueda de la vanguardia constante no son azarosas. La ansiedad por lanzar un single, en estos vertiginosos tiempos de consumo, no tiene que ganarle al artista. “No soy un rapero al que le guste dar pasos apresurados. Lo que digo siempre es que para ser el mejor rapero, tenés que saber rapear y moverte. Si sabés hacer las dos cosas, sos Duki. Él tomó ventaja en la escena porque fue el primero en saber rapear y moverse bien”.
Por último, ¿el trap es el nuevo pop?
Yo siento que es el nuevo rock más que el nuevo pop. Es una reversión. Nosotros vemos a los rockstars en su mejor etapa y decimos “trap”. Pero en su momento era “rock”.