Como si se tratara de una fotografía panorámica de 360°, los ojos de Walter Domínguez conocen el escenario desde todos sus ángulos. Lejos de tener una mirada ingenua, cuando presencian un show de alguna banda lo hacen desde dos perspectivas opuestas: la del periodista y la del músico.
Es que Domínguez es el editor de la sección Espectáculos de Clarín –lleva ya varios años inmerso en el periodismo– y a fines del año pasado completó una trilogía con su álbum Tercero, que se enfoca en el rock, con algunas paradas en la balada y el pop. Este último trabajo lo grabó junto a su banda The Catbu, con la que tocó el sábado pasado en el cierre del Personal Fest de este verano.
¿En qué momento se combinan ambas profesiones?
Me considero un cronista. Me gusta mirar para después contar. Es en esos momentos de observación en los que más se nota el nexo. La máquina de resucitar corazones, una canción de Tercero, se me ocurrió en una reunión de sumario. Alguien estaba comentando que se había inventado esa máquina y a mí me pareció una figura poética espectacular. También, quizás tenga más facilidad para encontrar las palabras justas. Cuando me despierto lo hago con un solo pie, que es el de músico y el del periodista. No puedo distinguir ni separar cuándo soy uno u otro. Soy uno solo y siempre fueron actividades paralelas.
En los nombres de tus álbumes no hay lugar a la metáfora. Son todos literales, típico rasgo del periodista que quiere explicar todo lo más claro posible…
Sí, el primero, Rockero (2009), trata sobre el rock. El segundo, Actitud WD (2013), se refiere a cómo me tomo las cosas. Tercero, a pesar de indicar que es mi álbum número tres, es una especie de broma: representa la dinastía de Walter III. Además, la estética del disco acompaña esta idea. Para la portada usé el vestuario que me prestó el Teatro San Martín, un traje que se diseñó para un personaje de la realeza.
Los dos primeros álbumes tienen una temática muy marcada. ¿Cuál dirías que es la de Tercero?
El paso del tiempo. Estar obstinado con el rock ‘n’ roll, seguir tocando a pesar del transcurso de los años. Intento expresar que no quiero envejecer dignamente, sino que lo quiero hacer con la guitarra. Me pregunto hasta qué edad puede uno estar pensando en sonidos, en cómo combinarlos. En realidad, es lo que quiero hacer para siempre. El álbum es una manera de responder esa inquietud. Es decirme: “Esto es lo que deseo”.
Sería como una especie de terapia…
Una vez me dijeron que Tercero es una obra confesional, y creo que es cierto. Escribo acerca de mí, porque es sobre lo que más conozco. Asimismo, creo que la música tiene un sentido lúdico. Lo entiendo como la traducción literal de la frase en inglés “play music”. “Play” no como “tocar”, sino como “jugar”. Sé que es un laburo y lo tomo profesionalmente, pero no deja de ser un juego. Te hace sentir como un adolescente eterno preocupado por cuestiones abstractas.