El artista más convocante de la historia argentina volvió a sacudir Tandil. El del sábado fue su decimoséptimo recital desde que es solista y el cuarto en esa ciudad bonaerense. Esta vez, la convocatoria fue de aproximadamente 150 mil personas, ante las cuales presentó a nuevos integrantes de Los Fundamentalistas y tocó 28 temas, incluidas varias gemas de Los Redondos.
La noche tuvo algo atípico: a las 21:15, quince minutos antes de la hora señlada, se registró movimiento en el escenario; podía ser otro entre tantos plomos, pero el sujeto se acercó hasta el centro y se ubicó frente al micrófono; los murmullos crecieron; el encapuchado descubrió su cabeza. Y ahí estaba: un calvo con gafas miraba serio pero seguro a la marea humana que lo ovacionaba descontroladamente. Con las palmas hacia abajo, para calmar al público, dijo: “Si me escuchan, se los voy a agradecer”. Y agregó: «Anda circulando en internet una versión de que estoy enfermo… y es verdad. Mr. Parkinson me anda pisando los talones. Pero bueno, digo, aquí estoy, hace rato que eso pasa. No me van a bajar del escenario así nomás. No hagamos una tarea de esto, todo el mundo tiene algún familiar o conocido enfermo, la vida es así». Luego se refirió a los cambios en la banda, aunque aclaró que “nadie se va de Los Fundamentalistas”. Ya sin Hernán Aramberri, Martín Carrizo quedó como único baterista. Además, el exbajista de Gustavo Cerati, Fernando Nalé, reemplazó a Marcelo Torres en las cuatro cuerdas; en tanto que Pablo Sbaraglia no pudo estar por temas personales y sus roles de tecladista y guitarrista acústico fueron asumidos por Axel Lang y Emanuel Sáez, hijo de Julio, manager del Indio.
Tras su mensaje, Solari se retiró, y un cuarto de hora más tarde, él y los diez músicos –los mencionados más los guitarristas Baltasar Comotto y Gaspar Benegas, los vientistas Sergio Colombo y Miguel Ángel Tallarita y las coristas Déborah Dixon y Luciana Palacios– se ubicaron en sus lugares, mientras comenzó a sonar la danza de los indios Sioux que siempre hace de intro. Hacía días se había filtrado una supuesta lista de temas, y el punteo de guitarra de Nuestro amo juega al esclavo confirmó que efectivamente era la primera canción. Nunca había sido interpretada por el Indio como solista y los cientos de miles estallaron, no solo con los acordes sino también al grito de “violencia es mentir”.
Al igual que Nuestro amo…, hubo otros siete temas de los 14 ricoteros interpretados el sábado que nunca habían estado en las listas de la etapa solista: Esto es to-to-todo amigos; Gran lady; Salando las heridas; Ella baila con todos; Es hora de levantarse querido, ¿dormiste bien?; La parabellum del buen psicópata y Rock para los dientes.
La mitad de las canciones tocadas se correspondió con el repertorio de Los Redondos y la otra mitad con los últimos años. Sonaron muchas composiciones del segundo álbum de Solari, Porco Rex: Pedía siempre temas en la radio, Porco Rex, Tatuaje, Ramas desnudas, ¿Por qué será que Dios no me quiere? y Flight 956, y un puñado de cada uno de los otros tres discos: El charro chino; Adieu, bye bye, aufwiedersehen (de El tesoro de los inocentes); Todos a los botes, Torito es muerto, Ceremonia durante la tormenta, Vino Mariani (de El perfume de la tempestad); y A la luz de la luna y Había una vez (de Pajaritos, bravos muchachitos).
Los cambios en Los Fundamentalistas no afectaron en nada el aceitado funcionamiento que vienen exhibiendo desde 2005. Nalé fue una de las figuras: la presencia y la solidez del bajo estuvieron a la altura de su antecesor, y de hecho dio la impresión de que el armado de la lista favoreció el protagonismo de su instrumento. El sonido mereció elogios, en tanto que la parrilla de luces estuvo más nutrida que en otras oportunidades: lo que se vio no es moneda corriente en shows locales, y en el plano internacional tal vez solo con grandes números, como ocurrió con los Rolling Stones hace tan solo un mes en La Plata.
La calidad de las pantallas es otro ítem a destacar. Como es frecuente, hubo decenas de ellas, al igual que sucedió con las torres de sonido. El contenido visual, como siempre, completaba lo que la música y las palabras transmitían. Es sabido que el Indio está en todo y no deja ningún cabo suelto.
Una de las fisuras de la jornada tuvo que ver con el público: ya es un rito de las misas el lanzamiento de zapatillas y otros objetos al escenario, a modo de ofrenda, aunque, claro, al Indio y a los músicos no les debe causar mucha gracia. El cantante mostró su enojo no menos de cuatro veces, calificó los zapatillazos de “pelotudez” e incluso hizo interrumpir Barbazul versus el amor letal, otro de los que nunca habían sido tocados post-Redondos. No volvieron arrancar con ese tema, y el grupo directamente empezó a tocar Luzbelito y las sirenas.
Sobre el cierre, luego de Flight 956, solo hubo cuatro palabras a modo de preámbulo, antes del éxtasis total: “Una que sepamos todos”, dijo Solari, y comenzó Jijiji. La historia es conocida, lo que varía en todo caso es la cifra de seres humanos en estado de ebullición: en lugares como Huracán, Racing, River o el Único de La Plata, han pogueado entre 40 y 70 mil personas, números acordes a la dimensiones de un estadio; el sábado, en Tandil, saltaron, bailaron e hicieron temblar las sierras, al menos, 150 mil.
Fotos: Diego Fioravanti