Peter Gabriel advirtió que Tony Levin estaba en problemas. Era 1986, durante la prueba de sonido de un show solista del frontman de Genesis. Con férrea voluntad, el bajista intentaba tocar Big Time: una baqueta en su mano derecha para golpear las cuerdas, mientras que la izquierda marcaba las notas desde el diapasón. No era una tarea fácil, a pesar de lo mucho que había practicado. Tony quería que suene lo más parecido a la versión de estudio: el año anterior, cuando estaba grabando la canción para el álbum So de Gabriel (Sí, el bajo de Sledgehammer es de él), le había pedido al baterista Jerry Marotta que golpeara las cuerdas de su bajo como si fuese su mano derecha.
“¿Por qué no buscás la forma de sujetar las baquetas a tus dedos?”, le sugirió Gabriel, que había decidido intervenir en la hazaña de su compañero. Tony le hizo caso: con la ayuda de un poco de velcro, se las ingenió para convertir a los palillos en extensiones de su cuerpo. Y ahí la tienen, esa es la historia de cómo nació la técnica de los funk fingers, un mecanismo que más tarde Tony implementó para grabar Steam en 1992 e interpretar en vivo Secret World −ambas de Gabriel− o The Talking Drum, con King Crimson. “Costó como un año descubrir cómo ajustarlos correctamente. Y después, para joder, hice un par de dispositivos para vender, pero el negocio nunca despegó”, recuerda Tony.
A veces la caricia más perfecta no consiste en el tacto y el elogio más bello puede no decir nada, o al menos con palabras. Algo así es la música que los Levin Brothers −el grupo que lidera Tony (bajo y cello) y su hermano Pete (piano y órgano)− van a presentar el sábado 18 de marzo en ND Teatro, tras haber pasado por Chile el 10 de marzo, por Uruguay el 13, por Mar del Plata el 15, por La Plata el 16 y por Córdoba el 17.
Los Levin se cargan al hombro una orquesta de músicos como el guitarrista David Spinozza, el saxofonista Erik Lawrance y el baterista Jeff Siegel que, como engranajes de una misma máquina, dan vida a una inofensiva pero encrespada bestia de cool jazz: virtuosismo alborozado, liviano y de solos cortos. “Y claro que hay mucha improvisación: ¡es un grupo de jazz!”, agrega Tony.
¿Cómo es trabajar con un miembro de la familia? Por momentos la confianza puede jugar en contra.
Para nosotros es muy simple. Estamos en la misma, musicalmente hablando. Cuando estaba componiendo para el álbum de los Levin Brothers [su único disco, homónimo, editado en 2014], le mandaba a Pete la canción por la mitad, con la esperanza de que la completase como yo lo hubiese hecho. ¡Y lo hacía! Nunca nos peleamos. Sé que muchas familias no son así, pero este es nuestro caso.
¿Qué podemos esperar del show en ND Teatro?
Además de lo obvio, interpretaremos Don’t Give Up de Peter Gabriel, Matte Kudasai de King Crimson y alguna que otra de Piazzolla. Vamos a intentar reflejar el espíritu con el que Pete y yo crecimos: cuando éramos chicos, lo primero que escuchamos juntos y que rápidamente aprendimos a amar fue el jazz de los años 50, ese que llamaban cool jazz. Nos fascinaba el bajo de Oscar Pettiford y la trompa de Charlie S Watkins.
A pesar de tener una base sólida en la música clásica –asistió al Eastman School of Music en Nueva York y formó parte de la Orquesta Filarmónica de Rochester–, Tony terminó inmerso en el rock progresivo, como aquellos amores secretos y verdaderos que están destinados a encontrarse una y otra vez. “Tuve suerte. Yo ya había trabajado con el productor Bob Ezrin en álbumes para Alice Cooper y Lou Reed, así que, en 1976, me llamó para grabar el primero de Peter Gabriel. Ahí también conocí a Robert Fripp, que ayudó a Peter con las guitarras. Yo no conocía a ninguno de los dos, pero igual acepté. Viajé de New York a Toronto y ahí pasé un mes con los chicos. Es increíble que 41 años después siga haciendo música y girando con estos muchachos”.
¿Qué recordás de esa primera sesión?
Fue muy largo, casi un mes. Trabajábamos por muchas horas seguidas, seis días a la semana. No fue fácil; es mejor cuando te dedicás un día o dos a cada tema y después ya está. Nosotros éramos más desorganizados. La parte linda es que nos llevamos todos muy bien. Yo estaba impactado: fue mi primera exposición a la música de Peter Gabriel. En ese entonces no sabía cómo él componía. Tiene una estructura de cuerdas muy compleja e inusual, y fue una gran oportunidad para desafiarme a mí mismo. Después de un par de semanas, empezamos a soltarnos y sentirnos más cómodos, así que las cosas fueron más rápidas. Me acuerdo que Peter me dejaba sugerir ideas, y tomaba mi consejo. Hacia el final, le propuse hacer una introducción a lo barber quarter en Excuse Me. Otro se hubiese reído, pero Peter solo dijo: “¡Hagámoslo!”. Cuando me propuso unirme a la gira de 1977, supe que sería el momento de abandonar mi trabajo como sesionista en Nueva York. Trabajar con él me dio muchos momentos hermosos, como tocar para Nelson Mandela en el estadio Wembley de Inglaterra, en 1990, después de que sea liberado de la cárcel y antes de que sea presidente.
Tony aprecia sin vértigo la amplitud de su carrera. Además de grabar para los ya mencionados Gabriel, Reed y Cooper, participó de álbumes de King Crimson, John Lennon (por ejemplo, en Double Fantasy, de 1980, el último disco del Beatle), Paul Simon, Ringo Starr, entre otros, y giró con Pink Floyd, Dire Straits, Peter Frampton y más.
Pero hay otro ítem destacado en el currículum de Tony: ser responsable de popularizar el Chapman Stick o “palo eléctrico”, un híbrido de bajo y guitarra que tiene 8, 10 o 12 cuerdas y que se toca usando la técnica del fingertapping. Si uno escucha Elephant Talk de King Crimson, puede identificar a Tony haciendo de las suyas con el Stick. “Se convirtió en el 50% de lo que toco en KC”, asegura. Actualmente, también tiene su banda Stick Man, que integra junto con Pat Mastelotto (KC) y Michael Bernier.
¿Qué obstáculos tuviste que enfrentar cuando pasaste de ser un músico de una banda a tener tu propio grupo?
Son cosas muy diferentes, que me hacen feliz en igual medida. Me siento cómodo en todas las situaciones: siendo frontman o cuidándole la espalda a Peter Gabriel o King Crimson. Cuando empecé con mi propio grupo fue una gran apuesta, porque no estaba acostumbrado a ser el tipo del micrófono o a hablar entre las canciones, especialmente en América del Sur, en donde también trato de hablar en español, aunque no me sale muy bien.
Para comprar tus entradas lo podés hacer vía www.plateanet.com o llamando al 5236.3000. También en el ND Teatro: Paraguay 918 (horarios de la boletería: lunes a sábado de 12 a 20 h).