Es inevitable pensar el nuevo tango sin el nombre de Alfredo Tape Rubín. Solo hay que repasar la lista de temas de los discos de los últimos diez años para constatar la presencia de este compositor. Ni hablar de las recomendaciones que se hacen en cada uno de los rincones donde suene una milonga en voz de otros cantantes. Tape Rubín, en efecto, tiene entre sus manos la musa inspiradora elemental en la vida del nuevo milenio tanguero.
“Al Tape Rubín lo conocí en el under porteño, me lo cruzaba bastante en la milonga que organizaba Omar Viola en el Paracultural. El lugar que ocupa entre los compositores contemporáneos es importante, es claramente una referencia del tango actual”, explica Alejandro Guyot, otra pieza fundamental del género que hoy concentra sus energías en 34 Puñaladas. “La lista de nuevos compositores y letristas va en aumento, pero el Tape sabe mantener su lugar intacto, además es un amigo de la casa y siempre es una alegría encontrarlo en camarines”, completa Julieta Laso, cantante de La Orquesta Típica Fernández Fierro, agrupación clave para que las canciones de Rubín reboten por todo el circuito.
Estacionado en el género popular porteño, Tape Rubín exploró su corpus a partir de la década del 90. Lo estudió, lo bailó, lo interpretó, lo recorrió y, efecto, lo asimiló para renovarlo. Sus composiciones fueron tomando vuelo a través de algunos registros, pero sobre todo gracias al de boca en boca. Con el circuito en formación, dudó del efecto de su canción, pero aun así no detuvo su solitario andar.
En el registro de su historia discográfica no se refleja la densidad de su influencia. De todas maneras, sirve para reflexionar sobre las etapas de su carrera. Recién en el año 2000 llegó el que sería el único disco de Cuarteto Almagro, un proyecto que le dio envión nacional e internacional. Hemisferios concentraría la vida de este cuarteto que lo tenía a Tape como compositor, cantor y bajista. Le siguió Reina noche (2004), ya con las guitarras del Puente Alsina (Adrián Lacruz y Mariano Heler) y finalmente Lujo total (2009), también en formato trío. Pasaron casi diez años sin que el referente del tango nuevo vuelva al estudio para darle forma a un LP. Así es, entonces, la relevancia que trae en su estuche Cambiando cordaje, el esperado nuevo disco del ahora cuarteto Rubín-Lacruz-Heler-Nikitoff.
Rodeado de edificios y al norte de la gran capital, Tape Rubín recibe a Billboard y aclara: “Al principio no sabíamos cómo denominar a este nuevo proyecto. Hasta que fue: los cuatro apellidos, es difícil, largo, pero bueno. Así está bien. Después propuse hacer un proyecto que se llamara Cambiando cordaje y que nuestros apellidos aparecieran chiquitos. No me quiero atar mucho, tampoco, porque estoy siempre con la idea de volver a lugares donde haya cielo y aire. Estoy de paso por Buenos Aires”.
¿Por qué seguís utilizando y pensando al tango como herramienta creativa?
-Después de reflexionar sobre el tango, me entregué a él porque es una herramienta que forma parte de lo que soy, si bien es una música que tiene mucho por cambiar. La idea es volver a llenarlo con otra impronta. Ahora me parece que es un momento de explosión, no de implosión. Hace unos años, cuando me metí en el tango, era un momento de apropiación del lenguaje. Entonces no estaba bueno meter algo nuevo. Primero necesitábamos estudiar y aprender del tango viejo para poder desarrollar algo nuevo. En ese momento, estaba bueno ponerse límites. Julián Peralta [actualmente en el grupo Astillero] decía eso: “Limitame que crezco”. Como un árbol. Ahora ya no, ahora hay más búsquedas, más mezcla. La fusión nueva puede llegar.
¿La canción “Cambiando cordaje”, que abre tu nuevo disco, plantea, de alguna manera, el nuevo universo estético por donde están llegando con el Cuarteto?
-Es un experimento. Armonía rockera con rítmica de tango, una letra cósmica (habla del cambio, de las energías y de los cuatro elementos). Y eso es un poco el proceso que pienso como de mezcla, todavía muy incipiente, embrionario. Sin tantos prejuicios, si yo a esto lo escuchaba 20 años atrás, seguramente hubiera pensado que era porque no sabía hacer tango. En este proceso de identidad, la del tango es una más, pero no es mi identidad, y es porque empiezo a darme cuenta de que estoy en América, antes no me interesaba.
“Milonguética”, en ese sentido, es otra de las piezas que incluyen aires de otros géneros como el rap, el rock y la milonga campera. ¿Cómo nació la idea de esta composición?
-Le hablo a Buenos Aires. Tenía como varias ideas de cosas rapeadas. En la construcción musical del tema aparecen nuevamente otros géneros. La pentatónica que suena al principio puede ser una escala rockera. La probé mucho tiempo en otras canciones. Tiene milonga urbana tanguera y bordoneo de la milonga campera. Y murga, por supuesto. Están todos esos lenguajes imbricados y bueno, como ya no me importa lo que me puede llegar a venir a decir un tanguero, me doy la chance de hacerlo porque me gusta ese proceso. No es que no me guste el género del que yo parto; nunca le faltaría el respeto, pero ahora estoy jugando, experimentando, porque creo que ya es momento de hacer eso.
El tema “Ya fue” parece concebido para la Orquesta Típica Fernández Fierro, ¿cómo se dio esa dupla creativa con uno de sus compositores?
-En realidad fue una insistencia del Yuri [Venturín]. Yo en ese momento seguía en el campo, y lo único que podía componer era eso: alguien que se estaba yendo de Buenos Aires y, justamente, ya fue. Ok, salió eso. La composición con Yuri es compleja porque él está acostumbrado a que le lleven la letra, y conmigo el proceso no es tan claro, tan dividido. Lo que pasó es que el estribillo era muy cortito, y yo le empecé a agregar unas contestaciones. Pensé en algún coro, y Adrián [Lacruz] me tiró la idea de meter algo de murga. Él venía de tocar con [la murga] Falta y Resto, y andaba en ese mundo. Y ahí nos mandamos, se armaron tremendo arreglo. La Fierro lo toca hace rato y nosotros ahora vamos a hacer nuestra versión. “Ya fue” y “Despedida” [otra de las nuevas canciones que integra Cambiando cordaje] tienen como una especie de lenguaje que nosotros fuimos desarrollando desde el tango hacia el rock. Es decir, es tango-rock, pero viniendo desde el tango y no al revés, que es lo que suele suceder. Pienso que también puede encontrarse esa relación desde los riffs o algunos arreglos. Y a la vez, los motivos no son tan tangueros.
Entre la ciudad y el campo
Así es como a través de las nuevas canciones de Cambiando cordaje se puede estimar una primera aproximación de lo nuevo. Un disco que seguirá sirviendo de guía al tango contemporáneo y que pondrá en escena, nuevamente, a uno de sus más importantes compositores.
Aunque ahora esté dispuesto con sus canciones, no se sabe cuál será el próximo movimiento del cantor: “Mi idea no es vivir en lugares urbanos, no me parece que tengamos que estar organizados como estamos. Creo que la vida tendría que ser muy diferente y que la ruralidad es el futuro. Hay que pensar global y actuar local. Estas grandes megalópolis y urbes enfermizas de millones de personas son un error. Eso tiene que ver con la masividad de la cultura, que una persona es muy importante y millones no”.
Ahí lo verán, entonces, rodeado, abrazado, envuelto en el Club Atlético Fernández Fierro tocar sus canciones. A no quejarse ni perder el tiempo, porque tu historia personal con Rubín puede ser idéntica al verso conclusivo del disco entonado en clave murguera: “Ya se fue, / ya fue”.