El show liderado por Kevin Parker del 17 de marzo en el Teatro Vorterix recuerda a las conferencias multitudinarias que organizaba Timothy Leary —gurú del hippismo— para enardecer el movimiento psicodélico de 1967. Mientras que Leary alentaba el uso de LSD para excitar los sentidos, el australiano logra cumplir con el mismo cometido, aunque de diferente modo: su música y las proyecciones caleidoscópicas se fusionan para que el público pueda viajar, envuelto en arrobo, a una realidad paralela.
Junto con Jay Watson (teclados, sintetizadores y voces), Cam Avery (bajo), Dominic Simper (sintetizador y guitarra) y Julien Barbagallo (batería), Parker logra trasladar con éxito su indie pop de estudio a la presentación en vivo del sideshow del Lollapalooza Argentina 2016. Tame Impala suena ajustada y poderosa, y sabe que los efectos de los pedales, las voces distorsionadas, la saturación del sonido y el phasing incitan al pogo a estallar en efervescencia. No por nada ganó el premio por Mejor banda internacional en los Brit Awards.
La entrada en calor arranca a las 20 hs. de la mano de Albert Hammond Jr. A pesar de no darles el gusto a los fanáticos The Strokes, el ladero de Julian Casablancas aporta a la noche una dosis suficiente de rock alternativo en su formato solista. Repasa sus álbumes Momentary Masters (2015), AHJ (2013), ¿Cómo te llama? (2008) y Yours to Keep (álbum debut, 2006). Vestido con su ya conocido overol rojo, ofrece cincuenta minutos de un espectáculo en el que se destacan sus solos de guitarra y la crudeza sonora que le agrega el show en vivo. Por momentos, su voz no suena clara, pero se luce en los minutos de calma de Blue Skies.
Media hora después de que Hammond Jr. se retire a ver a Tame Impala desde el palco que está en frente al escenario, unas líneas verdes que se desfiguraban para luego volverse a componer invaden la única pantalla del predio. El teatro ya está repleto. Los cinco chicos entran tranquilos y se ubican en sus posiciones. “¿Qué onda, Buenos Aires?”, dice Kevin Parker. Lo aplauden, lo alaban, lo adoran. La gente es consciente de que es una de las últimas oportunidades en la que se lo podrá escuchar en un lugar tan íntimo. Él, descalzo, responde con sonrisas y se intimida. Pide, a modo de broma, que se detengan. “Cuando grababa esta canción, me imaginé a miles de argentinos cantándola a gritos”, agrega. Así, da el pie para que una explosión de papelitos plateados y Let it Happen—primer corte de su más reciente trabajo, Currents (2015)— comience a sonar. Ese fue el principio de la hora y cuarto de éxtasis continuo que vendrá.
Hipnóticos, recorren el LP que editaron el año pasado con The Less I Know the Better, Eventually, The Moment y Yes I’m Changing. También reviven Lonerism (2012) con Mind Mischief, Why Won’t They Talk to Me?, Elephant, Apocalypse Dreams y Feels Like We Only Go Backwards. Y para los más nostálgicos, interpretan algunas canciones de su álbum debut InnerSpeaker (2010) como It Is Not Meant to Be, Alter Ego y Why Won’t You Make Up Your Mind?.
“Solía pensar que interactuar con la público era una cosa completamente de ego. No me había dado cuenta de lo gratificante que podía llegar a ser. Es estar en el punto de recepción. Me encanta sentir a las personas dando”, le explicó Parker a Billboard en una ocasión. Es fiel a sus palabras: baila, anima a la gente a aplaudir, les tira agua, se ríe con ellas, les dedica varios versos mirando a la cara a los que están más cerca y cuando empieza a retumbar el “Olé, olé olé, cada día te quiero más”, la banda improvisa una base para que el resto de los presentes también tengan protagonismo.
Cierran su cuarta visita al país con la oscura New Person, Same Old Mistakes —tema que versionó Rihanna para su álbum ANTI— y confirman porqué vale la pena presenciar el show del día siguiente en el festival. Kevin Parker le dedica una reverencia a la masa de cuerpos antes de abandonar el escenario y piensa en voz alta: “Me siento en la cima del mundo”.
Foto: Agustín Dusserre