Suena el riff inicial de Post-crucifixión y todos los que tienen más de cincuenta años tiran por la borda cualquier resabio de decoro. Pescado Rabioso está tocando en vivo treinta y cinco años después de su última presentación. Esta noche del 4 de diciembre de 2009, en el estadio José Amalfitani, nadie tiene edad (y los hubo de todas); mucho menos el Flaco, radiante y expansivo, de elegantes camisa blanca y chaleco negro, que supera las cuatro horas de concierto con toda comodidad y se lamenta de que esa fiesta tenga que terminar.
Las cuarenta mil personas que asistieron esa noche al estadio de Vélez Sarsfield fueron testigos privilegiados de una noche única en la historia de la música argentina. Spinetta y las Bandas Eternas, como bautizó el Flaco ese recital, fue un cometa excepcional y emotivo, un lujo que el gran músico de Belgrano nos regaló no mucho antes de partir.
Cuando se anunció el recital y se dieron a conocer los detalles, parecía soñado, algo casi imposible: Spinetta iba a dar un único concierto a fin de año, en el que iba a repasar su carrera tocando con las formaciones originales de Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade y Los Socios del Desierto, además de todas sus épocas como solista.
Un año atrás, en 2008, Spinetta había rechazado la idea de un concierto retrospectivo; le parecía, dijo, que no se correspondía con su modo de mirar siempre hacia adelante en su trabajo musical y artístico, y además, le daba un sabor a final o cierre que no le gustaba. “Él dio muchas vueltas para hacerlo, porque no estaba seguro, porque no le gustaba la idea en un punto, sentía que iba contra su personalidad”, contó hace poco su hija Catarina. Luego, según se supo, su círculo íntimo terminó por persuadirlo de que ese era un momento excelente para hacerlo, en plena salud y para goce propio y del público, y el Flaco se copó con la idea. El concierto celebró sus cuarenta años de carrera musical.
¿Cómo ensayar un repertorio de más de cuarenta años, con alrededor de cuarenta músicos y casi cincuenta canciones? Desde el lente de su amigo eterno Eduardo “Dylan” Martí, las fotos del libro de Las Bandas Eternas dan muestras del placer y del trabajo, de los reencuentros y las risas de Spinetta y toda la gran familia de roqueros de la argentina, porque el Flaco lo atravesó como una médula amistosa y genial hasta sus últimos días y después.
El público y los músicos efervescentes (“una especie del BA Rock” dijo sobre el concierto el baterista de Pescado, Black Amaya) se reunieron esa noche tórrida en el Fortín de Liniers, y todo comenzó, antes de la música, con el estadio de Vélez repletó coreando “olé, olé, olé, Flaco, Flaco…”. El recorrido del recital fue desde la banda de Spinetta de entonces hacia atrás, pasando por Los Socios del Desierto, Jade, Invisible, Pescado Rabioso y, al final, el principio: Almendra. Canción a canción, las cosas fueron cada vez más conmovedoras, fue como meterse en un túnel del tiempo y viajar hacia atrás a lo largo de cuatro décadas de música, en un desfile de grandeza y belleza musical que ya es patrimonio dorado de la memoria argentina.
En tanto fue posible, no faltó ninguno de los integrantes de cada banda; ahí estuvieron Rodolfo García, David Lebón, Black Amaya, Juan del Barrio, Emilio del Guercio, Machi Rufino, Pomo Lorenzo, Edelmiro Molinari, el Mono Fontana, Carlos Cutaia y tantísimos otros. También sus hijos, Dante y Valentino, su hermano Gustavo y amigos, desde Juanse y Ricardo Mollo hasta Javier Malosetti, desde Fito Páez a Lito Epumer y Leo Satragni. Calamaro, que no pudo asistir, lamentó su ausencia al concierto que había esperado toda su vida. Spinetta se acordó de él, como del Indio Solari, Pappo y muchos otros. Fue la fiesta grande del rock.
Hubo momentos que quedaron grabados para siempre en la memoria de los asistentes: Rezo por vos con Charly García, Té para tres y Bajan junto con Gustavo Cerati; Mariposa de madera y el homenaje a Miguel Abuelo, que fue una gran influencia lírica para el Flaco en los años de La Cueva y Almendra: “si no hubiese existido una mariposa de madera, no tendríamos una muchacha ojos de papel”; la evocación de otros pioneros del rock argentino: Amor de primavera, de Tanguito y Necesito tu amor, de Manal. Estos momentos y muchísimos más se vivieron esa noche de pura celebración, en la que el público no quería irse y el Flaco aseguraba que si pudiera, los invitaría a todos a seguirla en su casa.
El box set publicado recientemente consta de un libro grande, bueno y memorioso, de factura excelente, que incluye una multitud de fotos de los ensayos, el recital y las personas que estuvieron involucradas en él, con comentarios de Spinetta sobre cada una de las instancias de su carrera y la preparación de Las Bandas Eternas, tres CDs y tres DVDs con el registro del show y una reproducción facsimilar de la libreta en la que el Flaco llevó sus anotaciones sobre el proceso trabajoso y entrañable de juntar sus canciones y los músicos que lo acompañaron a lo largo de toda su carrera.
La noche del recital, al sonido en vivo, con todo lo inmenso que fue, se lo llevó un poco el viento durante parte de las cuatro horas que duró. Eso, por suerte, no trasluce en la grabación.
La tapa muestra, sobre fondo negro, un ser de luz blanca y colorida, un resplandor que surge de la nada hacia nosotros, el fulgor hondo que fue la música de Luis Alberto Spinetta.
SPINETTA Y LAS BANDAS ETERNAS ES LO MEJOR QUE ME PASÓ A MIS OÍDOS. TE AMO LOCO.
— Flaca. (@candeang) 5 de marzo de 2017
Vi la nueva edición de Spinetta y las bandas eternas en la vidriera de una librería y me enamoré.
— Fernando Cárdenas (@DiscosPerfectos) 23 de febrero de 2017
Podría estar viendo el recital de Spinetta y las bandas eternas todo el día y no me cansaría
— Marto (@waitingfor1989) 15 de marzo de 2017
Que estén las versiones remasterizadas de Spinetta y las bandas eternas la rompeeeeeee
— Gonza ⓖⓑ (@PichiBerloni) 4 de marzo de 2017