Definir el sonido de Sparks sería, más que arriesgado, pretencioso. En cada nuevo álbum que publican, los hermanos Russel y Ron Mael se ocupan de romper con cualquier atisbo del lugar común que surja de su propio –y extenso– pasado. Sin embargo, hay pistas que nos podrían orientar, sobre todo a los jóvenes que quizás nunca los oyeron nombrar, a pesar de que el dúo está a la vanguardia de todo lo referente al new wave, el synth pop y el glam.
Con un puñado de discos rupturistas como A Woofer in Tweeter’s Clothing (1972) o Kimono My House (1974), Sparks tiene motivos para despertar interés en cada cosa nueva que hacen. En 2015, encontraron nueva audiencia gracias al trabajo en colaboración con Franz Ferdinand que llevó el título de FFS. Y en 2017, volvieron a publicar un LP por su cuenta después de ocho años. El resultado fue Hippopotamus, su 23º disco de estudio. “A esta altura de nuestras carreras –dice el cantante Russel Mael por teléfono– sentimos la obligación de hacer música moderna, vibrante, provocativa y que mire hacia adelante”.
Siempre se preocuparon por renovarse desde lo artístico. ¿Qué aspectos cambiaron en el proceso creativo después de tantos años?
– La sensibilidad siempre estuvo cerca de Sparks. Eso no cambió nunca. Pero creo que ahora tratamos de buscar nuevos ángulos para seguir estando frescos en lo que hacemos. Las letras de Ron y mi voz siempre están dadas, pero después tenemos que buscar formas renovadas de presentar esos elementos. Hacer eso lleva mucho tiempo, pero estamos realmente motivados. Vemos que muchas bandas de gran pasado se ponen un poco vagas y desprolijas, y tienden a reciclarse, a perder la pasión. Nosotros estamos siempre batallando para que nos escuchen, y nos sentimos bendecidos por eso, porque nos obliga a seguir tomando desafíos.
¿El álbum que hicieron junto a Franz Ferdinand les permitió llegar a nueva audiencia?
– Nos dimos cuenta de que el público de ambas bandas era compatible, aunque ese no fue el motivo por el cual hicimos el proyecto. Nos sirvió para acceder a personas que de otra forma no hubieran escuchado a Sparks. Así que sí, fue de mucha ayuda en ese sentido, y al mismo tiempo para nosotros fue muy exitosa en términos musicales. Salimos de gira con ellos por todo el mundo, aunque desafortunadamente, no pudimos ir a Sudamérica.
¿Podremos esperar otro álbum con ellos?
– Es difícil decirlo, porque la novedad de la idea fue tan fuerte que ahora no sabemos el impacto que podría tener si lo repetimos. Obviamente es algo que está en la mente de ambas bandas, y veremos qué dice el tiempo. Pero por ahora, ambos estamos haciendo nuestros propios proyectos, así que nosotros estamos enfocamos solo en Sparks.
Durante su carrera han trabajo con grandes productores como Todd Rundgren, Tony Visconti o Giorgio Moroder. ¿Por qué esta vez decidieron hacerlo ustedes mismos?
–Por suerte pudimos aprender de todos ellos; con el tiempo adoptamos sus técnicas y su conocimiento, así que nos enfocamos en lo que querremos realmente desde lo musical, y ahora tenemos nuestro propio estudio en Los Ángeles.
¿Y cómo tomaron la decisión de firmar con BMG?
– Después de que terminamos de hacer el álbum, me acerqué a ellos en Londres, y había un montón de fans de Sparks dentro del sello, algo genial. Así que algunos de ellos viajaron a Los Ángeles a escucharlo y les pareció fantástico. Quisieron que trabajemos juntos. Nosotros estamos felices porque ellos tienen una suerte de filosofía de abrazar el estilo de la banda. No quieren imponerte un hit, algo que quizás sucedía en el pasado, cuando los sellos podían controlar a las bandas. BMG nos apoyó creativamente con lo que teníamos ganas de hacer.
¿La canción Edith Piaf fue pensada como un homenaje a ella?
– En realidad, está contada desde el punto de vista de un tipo que tiene una vida tan aburrida que desea tener cosas de las que no arrepentirse, como dice Edith Piaf en Non, je ne regrette nien. Se refleja en ella al desear haber tenido una vida de drogas, abusos y relaciones conflictivas de la que poder escaparse… Le gustaría decir “No me arrepiento de nada”, pero ni siquiera puede hacerlo.
En la actualidad es muy común que los grupos que hacen pop mezclen distintos estilos. ¿Considerás a Sparks pionera en ese sentido?
– Creo que sí. Lo que nos permitió explorar en tantos estilos es que nunca estuvimos atados a nada. Somos capaces de poner nuestra música en cualquier contexto. Si tuvimos que tocar con una orquesta, lo hicimos. O explorar con la electrónica, también. O incluso ir con un formato de rock más típico. Esa flexibilidad tiene que ver con nuestra predisposición a involucrarnos a cualquier tipo de proyecto. Eso nos dio una fortaleza y terminó siendo el núcleo de la banda. No hay reglas ni límites.
¿Esa falta de límites es la que quizás no les permitió aparecer demasiado en los charts de Billboard?
– Obviamente que no fue nada pensado de manera intencional. Desde ya que siempre quisimos que más personas nos escucharan, pero de alguna manera, encontramos una constante y ya hicimos 23 álbumes. Quién sabe qué hubiera pasado si hubiéramos metido un hit masivo; a lo mejor, después estaríamos atados a eso, tratando de recrearlo. Por suerte, seguimos haciendo discos que nos orgullecen, que consideramos modernos y vibrantes.