“No sé cómo me van a encontrar porque un reptiliano me robó el celular en un recital de Damas Gratis”, advierte Simón Poxyran, el nuevo niño mimado del indie nacional y cantante de Perras on the Beach (un grupo que surgió «para la joda»). Es un tigre en pañales, apenas una criatura: tiene 19 años y ya cosecha festivales, fanáticos, notas y amistades peligrosas. “Me cuido mucho de los reptilianos”, desliza al referirse a los supuestos reptiles humanoides que juegan un papel destacado en la ufología y en las teorías de conspiración modernas. Con el pelo oxigenado y vestido con una campera de jean vintage, un pantalón azul y una llave colgando de su cuello (“Es la de la casa de un amigo, en La Paternal”), Simón entroniza el sueño húmedo de Malcolm McLaren: belleza y talento.
Hace poco más de un año y medio que Simón sorprendió al público y a la prensa especializada con Chupalapija, el primer disco de su banda, un trabajo que se tensa entre el rock, el hip hop, el lo-fi y cierta actitud teen. Por estos días, Perras on the Beach está en proceso de reorganización: la mayoría de los músicos con los que grabó el disco son miembros de Usted Señalemelo −uno de los grupos más interesantes de la escena mendocina−, y los chicos quieren enfocarse en la carrera de esa banda. “Ellos casi que son la prioridad de Mendoza, cuando los escucho flasheo que son Serú Girán”. El único miembro original que quedará, Bruno Beguerie Petrich, todavía va a la escuela. “Volvemos en julio porque Bruno tiene vacaciones de invierno y si seguimos tocando ahora puede quedar libre del colegio”, asegura Poxyran, en alusión al parate en el quePerras se encuentra actualmente.
—¿Y vos?
No, yo no terminé el colegio. El año pasado debería haberlo terminado, pero cuando vine por primera vez a Buenos Aires, al Lollapalooza de 2016, vi a Tame Impala y me volví loco. Llegué a mi casa y le dije a mi mamá: “Mamá, no quiero ir más a la escuela”.
Hubo un episodio en la corta vida de Perras on the Beach que los catapultó hacia un lugar de atención. Dicen que no existe la mala prensa y, en este caso, parecen tener razón. En febrero de 2017 la banda tocó en El Primer Color, un festival organizado en San Martín de Los Andes que contó con el apoyo del municipio local. Aquella jornada, Simón estuvo particularmente bardero. “Somos Perras on the Beach y nos gusta el porro”, se presentó. No obstante, la insistencia con el “porro” llamó la atención de vecinos y funcionarios, que no dudaron en tirarle la bronca encima. “Ese día compramos un whisky y nos lo tomamos todo, hicimos cualquiera −dice−. A medida que iba hablando, los chicos me miraban y hacían señas para que la corte”. Aquel desparpajo no sólo tuvo tirones de orejas por parte de mayores: también tuvo adhesiones. Todas las crónicas escritas hacían hincapié en esa performance. “Hacemos música adolescente y el disco se llama Chupalapija, ¿qué esperaban?”.
—¿Y cómo te tomaste todas esas advertencias?
Reconozco que ese día me pasé. Pensé que había cagado todo. Al principio estuve mal. Abría la computadora y había miles de notas. Pero no fue a propósito, fue de borracho.
Inmediatamente después les llegó el show de Cosquín Rock. Simón veía cómo el público se multiplicaba y cada vez más coreaba sus letras. Algo había sucedido. “Me di cuenta que tener un micrófono es hacer política, porque lo que decís, afecta”. De esa experiencia resultó un documental filmado por el sello Triple R, que relata su trip coscoíno. “Me porté bien, casi ni hablé. Una sola vez dije: ¡Aguante el porro!”.
Hace dos años, Simón pululaba el under de Mendoza como un prominente cineasta y videísta. Ni siquiera soñaba con tener una banda. Ni siquiera soñaba con tocar. Ni siquiera soñaba. Seguidor de Mi Amigo Invencible y de Las Cosas Que Pasan (“Perras está inspirado en ellos”), Simón no encontraba futuro en la geografía mendocina: “Más que una provincia es un barrio, nos conocemos todos con todos”. Junto con su exnovia tuvo una productora de videos llamada Fuck Company, con la que grabó clips para Fideos Con Tuco, Las Luces Primeras, All Hood, Francisco Villa, entre otras agrupaciones. El videoclip de Ramona, el primer hit de Perras on the Beach, también es de su autoría. “Mi nuevo sueño es ser viejo para filmar una película de las Perras on the Beach”.
Con su voz de milhojas pityanas (a primera impresión, el Álvarez de Viejas Locas se le asoma en cada tono), su look de desquiciado amable y su candidez de niño crack, Simón está viviendo un proceso de transformación. De nuevo: tiene 19 años. Todavía está adoleciendo. “Me veo muy contradictorio. En mis canciones bardeo a los que van a bailar, pero a mí me encanta ir a bailar. También soy muy mendocino y me gusta ir al río a tomar helado de frambuesa. Es porque estoy creciendo. No quiero convertirme en una marca, pero a la vez me encanta que me saquen fotos, posar y todo eso”.
—¿Y qué te gustaría que te pase?
Quiero que pase lo que está pasando. Sin buscarlo. Lejos de los vampiros. Igual tengo un escudo contra los vampiros. Me da miedo todo, pero igual me gusta. Siento que las canciones de Perras on the Beach ya no son mías. Cuando tocamos siento que tocamos el Himno Nacional.
Como todo adolescente, Simón sufre por amor. Lo vive, lo hace carne. Casi siempre anda enamorado. “La mayoría de las canciones vienen de ahí, es tan sarpado y tan doloroso…”, explica. Cuando terminó su primer disco, Chupalapija, lo odió. “Fue un parto”. No obstante, gracias a la magia de Internet y a la prepotencia de sus shows, sus canciones se están convirtiendo en pequeños himnos generacionales. Asimismo, el prolífico Simón acaba de sacar un disco solista llamado Saieg –como su apellido−, un tour de force reflexivo al tuétano de la constitución de su propia familia. Simón arrastra un entramado complejo y una historia familiar que todavía está reparando: “Mi papá se suicidó en 2005 y yo me enteré recién en 2015. Él es como mi doppelgänger. Muchos de los temas del disco solista hablan de mi papá”.
—¿Qué sentís que te pasó en este tiempo con la música?
Siento que en el último año y medio crecí todo lo que no crecí en mi vida. Llegué a sentir que antes de esto no había nada. Crecí diez años de golpe. Aprendí que la vida es una pija, pero que está re buena.