
Seis años atrás, Scorpions, aquel gigante teutón de los ochenta –su época más exitosa– había anunciado su retiro. Sting In The Tail sería su último álbum. Pero resultó que no. Dos lanzamientos después, uno de covers y reversiones de temas propios y otro de material inédito, ahora forman parte del repertorio habitual del grupo.
Esta vez, el motivo del festejo fueron sus cincuenta años. En función de eso, el setlist estuvo constituido principalmente por hits como Blackout, Wind Of Change y The Zoo. Sin embargo, el show pareció ligeramente anémico. Todo se limitó a versiones correctas, disfrutables pero no eufóricas. Vale decir que los dos popurrís, tanto el acústico como el que nucleó temas de los setenta, parecieron hechos a medias: buenos temas, pero representados tan brevemente que ninguno terminó por lucirse. Esto sin hacer mención de los coros grabados.
Si a la ejecución le sumamos que fue un show corto, de menos de dos horas, y que en ese tiempo, además, hubo lugar para dos espacios solistas, queda un sabor agridulce. Fueron segmentos innecesarios que podrían haber dado lugar a algunas canciones más, o a una ejecución más solida de los popurrís. Es el caso de Delicate Dance, el espacio del guitarrista Matthias Jabs; y del solo de batería de Mikkey Dee.
El baterista, reemplazo oficial de James Kottak, eficaz a lo largo del set, solo pareció encajar en Overkill, un inesperado cover y tributo de los teutones al fallecido Lemmy Kilmister, con quien Dee compartió los últimos veinte años en Motörhead. Concedamos, aún así, que quizás no estamos acostumbrados a verlo en otro grupo
El cierre estuvo a cargo de los dos hits mainstream del grupo, Still Loving You y Rock You Like A Hurricane, ambos del clásico LP, Love At First Sting. Una vez más, fueron versiones competentes que demostraron que Scorpions podrá haber esquivado la jubilación, pero aún así, están lejos de ser el huracán que alguna vez fueron.