Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro es el nombre con el que Santiago Motorizado rotuló su primer disco. Un trabajo que surge de un desafío profesional, pero personal: reconstruir la música de una de sus series favoritas, Okupas. En 2019, el creador de la serie, Bruno Stagnaro, le compartió una triple alegría al líder de Él Mató a un Policía Motorizado: regresaba la ficción, le confesaba su fanatismo por Él Mató e invitaba al grupo a ser parte de la banda sonora.
La iniciativa significó una serie de oportunidades para Santiago. Más allá del rock que estaba acostumbrado a componer, tuvo que sumergirse en nuevos géneros y desafíos como el folklore, la samba y el chamamé. Incluso logró responder a un deseo personal de cantar con su padre, Felipe Barrionuevo y su hermano Facundo en «Un día no vas a estar».
El álbum también incluye colaboraciones con Vicentico, Nina Suárez, Anabella Cartolano, Melingo, Rotman, Jorge Serrano y Javier Acevedo.
¿Cómo estás a una semana del show de presentación?
Muy bien, muy ansioso. Es una presentación muy especial y estamos ensayando mucho y armando una puesta inédita. Queremos replicar en vivo las canciones que grabé en el disco y es todo un desafío. Muchos músicos en escena, invitados, sorpresas. Lo loco es que será una noche única 100%, no lo vamos a replicar en otro momento.
Lo único tiene un valor especial
Totalmente, y hay que aprovecharlo. Hay que ensayar para llegar a un punto en el que uno llega tan cómodo que va a disfrutar y a relajarse.
¿Cómo fue el primer contacto de este proyecto?
Yo era fan de Bruno, pero no lo conocía. Fan de Okupas también, me enloquecí con Okupas. En 2019, me mandó un mensaje y tuvimos una reunión en Boedo. Ahí me contó del proyecto, relanzar Okupas por Netflix. Para mí fue increíble esa reunión, me enteré de tres cosas: que volvía Okupas, que a Bruno le gustaban mis canciones y que El Mató iba a ser parte de Okupas. Una posibilidad que se abrió por un tema de derechos con las otras canciones.
¿Cómo fue el proceso?
Con la pandemia, la seguimos por Whatsapp. Primero me preguntó si podía usar siete canciones de Él Mató – que le propusimos re-grabar porque las necesitaban un nuevo pulso para la serie -. Y por otro lado las nuevas canciones, porque con las de Él Mató cubría solo siete escenas. Quería hacer el reemplazo intentando ir por la búsqueda sonora, para que no suene puntual, pero que mantenga la esencia de la serie. En Okupas hay mucho rock clásico de los 70, pero además hay algunas cumbias, folklores, tangos. Eso me asustó un poco por unos segundos, pero me animó el desafío. A él le gustaba Él Mató, así que estaba tranquilo.
¿Y con los otros géneros?
Primero hice las canciones rockeras y después entré en la cumbia, el folklore, etcétera. Fue un desafío grande. Investigar mucho, meterme en los géneros, porque en las escenas de Okupas tenía que sonar folklore, no una fusión experimental con aires folkóricos. Creo haber logrado eso y meterme de lleno. Aproveché para hacer canciones, letras completas, por eso encaré este álbum como mi primer álbum solista. Por más que fueron inspiradas por Okupas, las fui desarrollando y Bruno me dio esa libertad a nivel artístico y formal como para editar un disco.
¿Qué se sintió hacerlo como fan?
Jugó a favor, porque tenía a Okupas presente. La dieron en el 2000 y después la repitieron, ahí aproveché la repetición para grabarlas en VHS. Miré esos VHS una y otra vez. Habré visto la serie completa treinta veces. Soy un fan enfermo. La tenía muy presente, me sabía los diálogos, momentos. Creo que me jugó a favor, entendí todo el tiempo de qué iba Okupas, su música, la estética general. Lo que más me jugó a favor de todo – sobre todo como fan y la presión que implica – era la confianza de Bruno. Todo este trabajo fue en tándem con él, su tranquilidad y buena onda. Él me levantaba el pulgar cuando le mandaba las canciones. Es tímido y reservado, así que cuando te elogia es real. Y me empecé a divertir, disfruté ese pequeño bullying de los fans más duros (se ríe).
¿Qué reglas había?
Bruno me dio una premisa. A la hora de reemplazar, me dijo que me apoye en la canción que estaba, pero creando algo nuevo. Por otro lado, en lo más artístico sentía una oportunidad ideal para meterme en otros géneros que quizá no hubiera abarcado de no ser por Okupas. Liberarse del prejuicio de lo que soy y de lo que esperan mis seguidores, y jugar con eso, con los invitados, por ejemplo, o cantar distinto yo. Me divirtió mucho en ese sentido. Hacer una cumbia sin tener miedo, total es para Okupas. Obviamente era componer música y que encaje en el clima, el tiempo, pero siempre fue un trabajo con satisfacción. Siempre fantaseo con experimentar con nuevos géneros, quizá no hubiese elegido estos, pero me gustó que suceda así. El chamamé (“Hacia el Norte”) fue el más raro, realmente no estaba muy presente en mi día a día. Fue un gran desafío. Ese y el vals que cantó Melingo, pero creo que hice mi mejor esfuerzo.
¿Cómo surgió la idea de la zamba con tu viejo y tu hermano?
Cantar con mi viejo era una cuenta pendiente. También había un deseo muy personal de que mi viejo conecte con mi música. Es un gran padre, nunca nos faltó ni sobró nada en casa y no tengo ningún reclamo, pero nunca sentí que algo de Él Mató lo conmoviera mucho. Le gustaba que nos vaya bien, que saliéramos en los diarios, pero nunca esa conexión. Siempre sentí eso y tenía el deseo de cantar con él, pero quería una conexión real. Este momento puntual fue una gran oportunidad para meterme en su género. Le mandé la zamba, le gustó, le propuse cantar y le gustó la idea – obviamente me criticó alguna que otra cosa -. Vino al estudio en Boedo y fue una jornada histórica e inolvidable, me va a quedar para siempre.
¿Cómo se dio lo de Vicentico?
Bruno me sugirió invitar a amigos, pero no me habló de nadie puntual. Me hice amigo de Vicentico en la pandemia, empezamos a jugar al fútbol, nos hablamos por instagram y comenzó una rutina que tenemos hace más de un año: jugamos fútbol 5 los martes y viernes. Tomé confianza, le mandé la maqueta, le re motivó el tema y se vino a grabar a Boedo. Le dio el toque maestro. Fue una jornada histórica, hubo muchas jornadas históricas en Boedo. Melingo y Jorge Serrano grabaron a distancia, pero pasaron Ani de Las Ligas Menores, mi viejo, Vicentico, Willy Quiroga (aunque no quedó en el álbum).
¿Disfrutaste o estabas atento y pendiente?
Disfruté mucho. Soy muy exigente, a veces se vuelve pesado y contraproducente, pero disfruté un montón. Ese disfrute fue gracias a darle vuelta al asunto que implica Okupas, tenía miedo y lo pude sortear. Segundo, el trabajo de Pipe (Felipe Quintans), músico y productor del disco. Hubo un montón de invitados y era un disfrute constante ver toda esa gente yendo a hacer lo que sabe a Boedo, un estudio de amigos, cotidiano. De repente se copó de maestros, eso me alejó de la exigencia. Ver esa maestría me liberó y solo quedó disfrutar.
Tenías pensado hacer algo con Palo…
Estábamos buscando cantantes y era una posibilidad, pero nunca se pudo concretar. Me guardo el momento en el estudio de Lito Vitale cuando cantamos “Tu Amor”, uno de los momentos más hermosos de mi existencia y vida como músico. Haber compartido jornadas con él, que es un poeta real atravesado por el arte. Esas personas que cada segundo de su existencia están iluminados por poesía, música, alguna idea. Es músico, hace música, pero vive con mucha intensidad, que no todos lo tienen. Ver a alguien así te inspira y te enamora. Lo vi poco, cuando grabamos, hablábamos. Pocas horas, pero con mucho cariño. Su pérdida me liquidó, me cuesta mucho aceptar la muerte de los seres queridos y fue algo que no podía creer. Él tan lleno de vida, contento y expectante con la salida del disco, es algo que me cuesta al día de hoy. Incluso con este clima de pandemia, pienso que no se fueron y están encerrados en algún lado. Ahora salió su disco y me pone contento escucharlo. Siento que está vivo, lo está, su arte está vivo. Extraño abrazarlo, pero así es la vida que nos toca vivir a todos.