“Creo que la cuarentena golpeó especialmente a los artistas, quizás no por porque se haya terminado el trabajo, sino porque nuestro hábitat natural es el show, el espectáculo, el vivo. El grito de la gente no se compara con nada”, señala Rodrigo.
Es impresionante la cantidad de fans que tenés en el país y en Chile, Uruguay, Paraguay…
Sí, bueno eso es debido a los 14 años en Ráfaga y la verdad que me llevó a conocer un montón de países. Actualmente, con mi carrera solista estoy viviendo un momento muy lindo y también pudimos viajar a un montón de países antes de la cuarentena. La gente siempre fue el motor y nos acompañó. En el momento en el que yo decidí emprender mi carrera solista fue la primera en acompañarnos y hoy tenemos ese público que nos sigue, hay mucha gente que se ha sumado, niños, que la verdad que nos sorprende. Lo que tengo acá es algo que se hizo con mucho sacrificio en muchos años y hoy me da la posibilidad de seguir trabajando en la cuarentena. En el estudio en casa, mi hogar, soy un apasionado de la música. Soy un autodidacta.
Veo que tenés tus instrumentos, tu estudio…
Sí, no paro de hacer música. Veo este tiempo desde otro punto de vista, no digo “estamos encerrados”, sino “estamos a salvo”. A mí, particularmente la cuarentena me trajo mucha paz, porque yo no estoy en casa nunca, prácticamente vivimos de gira. Estar en casa me hizo reencontrarme con el estudio, con mi familia, con mi esposa, con mi hija, revivir momentos que hace mucho no pasábamos. Mirar una película juntos y trabajar desde casa. Hace mucho que no componía en casa, las últimas composiciones las hice todas de gira. Aviones, combis, cuarto de hotel.
“Es tan grande este amor”, “Que ya no me llames”, “Fue difícil”, “Para qué sufrir”… tenés seis canciones entre las 500 más escuchadas de Argentina…
Amén. “Para qué sufrir” fue la segunda que saqué y a las pocas semanas, yo recién lanzado como solista, la gente me conocía como “Rodrigo el cantante de Ráfaga”. Nadie sabía quién era Rodrigo Tapari, eso fue evolucionando. Pero se comunicaron conmigo de Canadá, por Instagram. No entendíamos mucho, nos decía que la canción estaba en el puesto número uno de lo más escuchado de “Oye latinos”, una radio boricua de mitad habla hispana y mitad inglés. Les llegó la canción y la empezaron a pasar, a pedir, a pedir, pero se colocó en el puesto número uno en Canadá y no lo podíamos creer. Fue una sorpresa tremenda.
Apenas arrancamos no teníamos tanta difusión como hoy y la realidad es que la gente eligió canciones que incluso a nosotros nos sorprendió. Yo salí con “Que ya no me llames”, otra canción que también nos sorprendió porque terminó terminamos en una gira en Japón y haciendo el videoclip allá, un regalo. Fue un regalo. Apareció una persona en el aeropuerto de Japón, no lo conocíamos nada. Allá te ponen con otros artistas, te mezclan, porque los pasajes son caros, los costos altos. Cuestión que esta persona viene y me dice: “No me conoces, pero quiero ser parte de tu historia. Quiero que vos de Japón te lleves un videoclip”. Pensé que tenía una intención extra… pero solo quería regalarme un videoclip. Cuestión que el videoclip se hizo, está en YouTube. Nunca más hablamos de él. Era de Perú, o no sé, hablaba español, pero era de raza japonesa. Fue como un enviado de Dios. Son esas experiencias que te hacen querer entregar lo mejor a tu público. Componer y seguir componiendo, tener esa inspiración constante, que la gente escuche es el motor de todo.
No sé si estás al tanto de la tapa que hicimos con Los Palmeras. Ellos nos contaban que no es una música sencilla de tocar la suya, pero sufrieron bullying…
Creo que de a poco la cumbia logró meterse en muchos ámbitos en los que no era lo habitual. Pero nos propusimos ir más allá. Compartimos muchos eventos y festivales televisados con Los Palmeras, son muy elegantes. Es un conjunto de buenas cosas, los admiramos. Mantienen muchísima humildad. Me ha tocado vivir experiencias en premios, donde por ser de la cumbia he estado como aislado y había diferencias. Todos luchamos para llevar la bandera de la cumbia bien en alto. Cuando llegamos a Japón con la cumbia, no llegué yo, llegó la cumbia.