Como cualquier pibe de 17 años que todavía acumula un resabio de acné en la cara y fantasea con un bigote más grueso que el de estilo Cantinflas que le crece, Rocco Posca combate el fin de su adolescencia con rock. Pero algo lo diferencia, y no son esos rulos electrizantes que lo asemejan a su padre [Favio Posca]. En marzo, lanzó Connections, su primer video, y abrió el sideshow de Catfish and the Bottlemen en Roxy antes del Lollapalooza. Un mes después ya se codeaba con Fito Páez en el Cabaret del Maipo, adelantando canciones de su ópera prima.
Como estudiante de teatro, encuentra en las artes dramáticas un lugar donde explorar sus deformidades. Pero siente que se expresa mejor con su viola. Se detiene un segundo en la tapa de Billboard de abril: Charly García. “Para mí representa un nivel de sensibilidad, power y talento que es bastante inabordable para cualquier palabra. Es una demostración muy clara de lo que es el amor”, comenta, y con cada palabra el artista le gana al adolescente.
¿Tuvo 17 años de preparación este álbum?
Creo que sí, son cosas que vengo gestando desde que nací y siempre estuvieron. Cuando no tocaba la viola, ya hacía cosas a capela y empecé a tocar desde los 6, 7 años. A los 14, aparecieron las primeras canciones, y algunas pertenecen a Niños del universo. Así que, en parte, está todo ahí. Aunque ahora ya queremos grabar el próximo disco, en esta primera entrega estoy bastante yo.
¿Estás más tiempo ensayando en tu casa o en la sala?
Siempre fui de estar en mi cuarto con mi viola, con algo para grabar, algo para captar la esencia de lo que estaba haciendo y del momento cero de la vibración que hay cuando uno compone una canción. Ni siquiera usamos Auto-Tune cuando grabamos este disco. Es más, queríamos que fuera un dúo, pero no se pudo. Necesitábamos esa frecuencia que marca el bajo para generar matiz, porque si no era un bardo que se hacía insoportable al séptimo tema.
Lo tuyo es rock bastante minimal, pero también con elementos pop…
Sí, quizás hay de eso en el tema Connections, que fue gracioso porque nació en la última semana de grabación. Estaba Lucho grabando las batas de otro tema, de repente salió la melodía, la letra bajó al toque y ¡pum!: Connections. Pasa que mi disco tiene muchos elementos diferentes. Escuchás Caos y cosmos, y decís: “¿Qué está pasando acá?”. Las canciones son muy eclécticas, lo que une al disco es la impronta de cómo hacemos las cosas, de cómo se tocan las batas, de mi voz o de mi estilo en la guitarra, que quizás no es muy virtuoso, pero sí muy propio.
Es una época en la que se mezclan mucho los géneros, y tu generación representa eso. ¿Te sentís parte de lo que está pasando?
No sabría cómo encasillarme. Siento que lo que estamos trayendo en este disco es algo muy novedoso, pero no porque toquemos un ritmo nuevo. Es por la forma, el modo, la vibración. Es por una manera muy propia en la que tocamos que no puedo encontrarme en nada de lo que está sucediendo. Por un lado, está bueno; y por el otro, no tanto, porque te podés quedar solo naufragando con tu barquito.
¿Qué hay en tus auriculares?
Lo de siempre: los Stones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Pink Floyd… más de ahora: Tame Impala, Pond, The Lemon Twigs. De más está decir Arctic Monkeys o Jack White, pero ahora estoy más que nada en los 70. El otro día me fui a dormir escuchando Artaud.
Ya hay una compañía que confía en vos, tenés un apellido detrás. ¿Hay presión?
Me di cuenta hace poco de que en realidad la presión no es mía, es del entorno. La cosa pasa más por “Uy, este es el hijo de Favio, hay que escucharlo así”. Todas esas cosas a mí no me pesan, mi viejo es lo más, tenemos una gran relación. Y yo con él llego hasta ahí, hasta mi viejo, no hasta “Favio Posca y sus personajes”. Entonces, esa presión no la tengo porque no es real. Es una ilusión que se genera y que no tiene que ser un freno.
Está yendo gente grande a verte, ¿eso qué te genera?
Es muy loco. Creo que tiene que ver con que es medio atemporal lo que estoy haciendo. Y eso me gusta, quizás quiere decir que dentro de 15 años también se pueda escuchar.