Hay algo ahí, sobre la costa, con la inmensidad del Atlántico como resguardo. Una suerte de espíritu comunitario, de inconsciente colectivo, que trasciende –incluso– fronteras generacionales. Con Altocamet como símbolo máximo, la música marplatense ligada al rock y al pop ha tenido en los últimos años una multiplicación de agentes que todavía hoy sostienen a “La Feliz” como uno de los polos productivos más vastos y heterogéneos del mapa emergente nacional.
Con el sello Desde El Mar como colectivo de identificación y producción, muchos proyectos se lanzaron a hacer y a publicar su propia música sabiendo que no estaban solos. Los Tantra, Luzparís, Zoot o SLNT son, cada una con sus particularidades, grandes referencias de lo que puede suceder cuando se alinean los planetas y la gente se encuentra entre sí. Pero también cada uno de esos casos muestra cómo la música independiente (sobre todo en la Argentina) tiene sus tiempos, muchas veces incompatibles con las prioridades de la vida moderna e hipervincular. Pese a todo, la idea de un sonido propio, algo efectivamente marplatense (con pulso británico y nostalgia alternativa post-grunge), encuentra su eco en una última generación de músicos conectados con el espíritu de renovación del rock argentino contemporáneo.
En ese contexto surge Río Pardo, un proyecto formado por músicos que ya habían sido miembros de otros grupos con cierta presencia en el circuito de la ciudad. Un rejunte de experiencias y golpes acumulados que devino en una obra consciente, pensada en cada detalle desde lo sonoro y también desde lo visual. La música de Río Pardo es madura en su sentido más rico: añeja, por herramientas acumuladas en el tiempo; y espontánea, por ser, más allá de todo, un flujo experimental atravesado por la lógica del pop.
Vuelta al sol, su primer álbum, es un recorrido sinuoso a través de una aventura de guitarras y sintetizadores construida por Lionel Quiroga y Nacho Bellusci. La base formada por Maru Valdez Estrada y Juan Francisco Macri refuerza el pulso curvilíneo de las canciones espectrales de este bólido retrofuturista. Neopsicodelia y beats con esencia pistera se dan la mano en una música que transmite contemplación y juega con la curiosidad como premisa. La inclusión de un remix del dúo electrónico Total Fatal es, de hecho, una de las grandes decisiones estéticas que confirman el peso propio del disco. Un puente hacia lo desconocido, pero con la certeza de tener todas las herramientas para enfrentar lo que sea.