En la huella cancionística por la que confluyen los uruguayos Jorge Drexler y Juan Campodónico, como también afín al proyecto de Marcelo Ezquiaga, Ramiro Abrevaya, a lo largo de sus dos álbumes –el novísimo Luma y Filo (2014), muy bien recibido al momento de su lanzamiento–, encuentra cómo seguir contando en tres minutos de poesía y producción minuciosa las historias más constantes del hombre sin perder modernidad. Al contrario, apuesta a ella. Sus temas hacen confluir los sampleos con las melodías y motivos del folk y el reino acústico, así como también pueden pasar del trip hop al pop con elegancia y soltura. El paisaje musical que pinta Ramiro Abrevaya parece jugar a la tarea imposible de agotar colores y texturas y, sin embargo, contener la composición con armonía y sin sobresaltos. Del mismo modo sus letras presentan un catálogo de venturas, desventuras y anhelos de un poeta con mucho de niño interior combativo y de adulto parado con hidalguía y reflexión bajo el ramaje de unos tiempos tormentosos.
La obra de Ramiro Abrevaya cuenta con curiosidades dignas de mencionar, como el disco Audiovisuales, que reúne músicas compuestas y producidas por él para trabajos audiovisuales como documentales, publicidades y cortos entre 2003 y 2010. Escucharlo produce una mezcla extraña que pendula, por momentos, entre el ambient y la música incidental; o Mareo, un tema de Luma con un recitado del filósofo Darío Sztajnszrajber.
La de Ramiro Abrevaya es de esas músicas que rezuman de tanta perfección en el trabajo de estudio que el producto final cumple con la difícil tarea de dejarnos pasar desapercibido el complejo despliegue (en Luma fueron diez los músicos involucrados) para obsequiarnos con una bella canción.
Las presentaciones en vivo de Abrevaya, que se dan tanto en las salas usuales del circuito porteño como en el resto del país e incluso en festivales internacionales, cuentan con verdaderas pequeñas orquestas en escena. El 20 de septiembre hará debutar frente al público a Luma, en La Tangente.