Annie Erin Clark, mejor conocida como St. Vincent, llegó a la Argentina en la madurez de su carrera. Su quinto disco, St. Vincent (2014) le mereció un Grammy a Mejor Álbum de Música Alternativa el último febrero, y ocupó los primeros puestos de las listas. Sus conciertos son famosos por su teatralidad, y por demostrar con énfasis sus aptitudes como guitarrista. Las bases electro se mezclan sus movimientos extraños y robóticos, junto al coqueteo funk y los punteos distorsionados de los 20 años que lleva tocando la guitarra (empezó a los 12). Por momentos, se convierte una muñeca de cera y, por otros, es una dama de carne y hueso que se desliza persuasivamente por el escenario y decora con su excentricidad los posteos de los blogs más importantes del mundo. Posa, con toda su elegancia, su voz por sobre un sintetizador deformado en Rattlesnake, el tema con el que suele abrir sus shows.
“Creo que el público va a ser increíble y efusivo. No sé cuánta gente va a estar ahí, pero quienes estén, pienso que serán súper exuberantes y geniales. En muchos lados pueden estar disfrutando mucho el show, pero pocos demuestran ese goce tanto como los latinos”, le confesó a Billboard Argentina antes de su presentación, desde un elegante salón en el Sheraton de Retiro.
St. Vincent se convirtió en una historia de éxito en el indie rock con el lanzamiento de su segundo álbum, Actor, en el 2009. Nadie creyó que se volvería mainstream, sin embargo el disco subió al puesto N° 90 del Billboard 200. Y con su tercer disco, Strange Mercy, confirmó las expectativas llegando al puesto 19 en el 2011.
Nacida de Tulsa, Oklahoma, hace 32 años, pasó gran parte de su infancia en Dallas,Texas, en los Estados Unidos e inspira su nombre del hospital de New York (St.VincentCatholic Medical Center) en donde murió su abuela y dónde el poeta galés DylanThomas respiró por última vez.
Lo que al principio iba a ser sólo una colaboración con el líder de Talking Heads, David Byrne, se convirtió en un intercambio de ideas y en un proyecto que mutó en la creación de Love This Giant (2012), un álbum con letras intercambiadas por emails durante ese año, que resultó en un éxito comercial y los unió durante un año y medio de gira por todo el mundo. “Yo quería llegar y darme un baño de inmersión mientras leía The New Yorker, pero él se subía a una bici y recorría la ciudad entera, a pesar de tener menos de 18 horas en el lugar”, confiesa Clark, para describir su experiencia con el célebre cantante. “Seguirlo en bicicleta era lo mismo que seguirlo artísticamente: no sabía a dónde iba, confiaba plenamente en su dirección pero no entendía si estaba perdida hasta que, de repente, llegábamos a una playa maravillosa. Es la perfecta metáfora que define a su persona”, declara.
A Annie Clark la comparan con PJ Harvey, Feist o CatPower. Pero no muchas de ellas anduvieron en ruta con Sufjans Stevens o pertenecieron al mítico coro de rock de Dallas, The Polyphonic Spree. Influenciada por Frank Zappa, King Crimson, Nirvana y Jethro Tull, Clark tiene un look que parece haber salido de una película antigua, y que se completa con con un pelo alocado que esconde debajo unos grandes ojos verdes.
“En ningún momento de mi vida aprecié tanto la performance en el escenario como ahora”, confiesa sobre sus llamativos dotes actorales. “Es mucho más divertido para mí y pienso que en estos momentos la gente necesita la experiencia, el escapismo, la transportación. Yo también quiero sentir eso cuando estoy en el escenario”, resumió.
“Soy feliz. Amo mi vida. Puedo viajar por todo el mundo y tocar música. No tengo otra cosa que hacer que no sea esto”, declara con seguridad. “Que así sea, entonces.»
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