Encontrar en Internet los álbumes de Prince como Purple Rain, Around The World in a Day o Sign o’ the Times es una misión imposible. La ausencia de sus canciones en los servicios de streaming como Spotify, Rhapsody e incluso YouTube — a pesar de que Tidal posee un extenso catálogo de su obra— evidencia la naturaleza independiente del artista.
La historia de cómo Prince Rogers Nelson cambió su nombre a Love Symbol en los años 90 empezó como una pelea con Warner Bros, y que más tarde se convirtió en leyenda. El conflicto comenzó cuando el artista quería publicar más música, pero la empresa se lo prohibió porque argumentaba que el mercado se saturaría. Ante la negativa, Prince comenzó a aparecer en público con la palabra “esclavo” escrita en su cara y se adjudicó el apodo de TAFKAP [“The artist formerly known as Prince”. En castellano, el artista que antes se lo conocía como Prince]. También, se lo llamó Love Symbol: un nombre cuya función era pronunciar en voz alta el símbolo que Prince eligió que lo representase. En ese momento, Prince no tenía nombre, tenía un símbolo. Ese emblema encarnaba a la mujer y al hombre al mismo tiempo. «La compañía es dueña del nombre Prince, y de todo el material mercadeado con ese nombre. Yo me convertí en un peón que utilizan para producir más dinero para Warner Bros. Por eso cambié mi nombre», explicó.
En el 2000, el contrato entre el sello y el músico caducó. Entonces, Prince reclamó su nombre y comenzó una serie de promiscuas relaciones con varias discográficas (por no mencionar a los abogados, a los cuales se refería como “ropa interior”, por lo rápido que los cambiaba). Al final consiguió lo que quería: en 2014, pactó con Warner la volver a tener sus derechos sobre su catálogo. El acuerdo se debió, en gran parte, a un aspecto de la ley de copyright que establece que los autores de sus obras puedan recuperar sus derechos después de los 35 años desde su publicación.
Prince fue capaz de sobrevivir a la industria de las discográficas, pero la creciente ola tecnológica le presentaba un nuevo desafío. ¿Y qué pasa cuando una fuerza imparable se encuentra con un objeto inamovible? Estragos.
Ya sabemos lo que estás pensando: muchos músicos entraron en crisis cuando se anunció el lanzamiento de Napster, pero pocos de ellos eran como Prince. Era ferozmente celoso y protector de sus composiciones. Tanto, que en alguna ocasión quiso modificar la ley para evitar que otros artistas versionen sus canciones. En febrero del 2007, una mujer llamada Stepahnie Lenz subió a YouTube un video de 29 segundos en el que se mostraba a su bebé bailando al ritmo de su Let’s Go Crazy. Prince le hizo saber a Universal Music que no estaba contento. Universal, entonces, le informó a YouTube que debía bajar el material, y la empresa de videos lo hizo. Lenz, por su parte, presentó un acta en el que reclamaba que su video se vuelva a subir. Finalmente, Lenz obtuvo lo que quiso. En octubre, Prince, solicitó que todo su arte se elimine de Internet. Era tan celoso de su obra que podía confundirse con un maniático. En 2014, por ejemplo, demandó a 22 usuarios de Facebook por linkear alguna de sus canciones en alguna publicación.
Hoy, sus temas puede escucharse en Pandora o SiriusXM, plataformas de radios en internet que tienen licencias especiales que no necesitan su permiso. Prince, sin embargo, era partidario de Tidal, el servicio de streaming que posee su amigo Jay-Z.
Hay probabilidades de que muchos de sus álbumes ahora se publiquen en las plataformas digitales. “Ya no es su decisión”, expresó Howard Weitzman, abogado en el caso Micheal Jackson Estate. “El nuevo administrador de su obra es el encargado de elegir qué hacer. Algunas personas dejan dicho en su testamento que su propiedad intelectual podrá ser usada luego de su muerte, pero no sabemos qué es lo que planeó Prince.” Aquellos que lo han representado tienen sus dudas.
Artículo inicialmente publicado en The Hollywood Reporter, pero que luego fue prestado a Billboard.