
El año pasado, Pommez Internacional editó Canto serpiente, un ambicioso cuarto disco con sonidos que van del rock al EDM, pasando por el candombe, algunas pinceladas de raíz afro-latina y música oriental.
Para Río Jordán, el grupo introduce una crónica de viaje casi periodística que retrata una visita al West Bank y la Franja de Gaza en la que un enfoque humano del conflicto se intercala con una visión mordaz sobre el uso actual de las tecnologías. “La canción es un intento de capturar una sensación emocional”, explica Juan Ibarlucía, cantante y compositor, quien estuvo en el West Bank durante veinte días recorriendo los territorios en disputa entre israelíes y palestinos. “El conflicto es híper mediático. Es una discusión que se produce en los medios, que genera una serie de signos y tópicos que son como lugares comunes a la hora de hablar del tema”.
El video de la canción, dirigido por Pablo Nuch, termina de definir una estética que la banda venía trabajando a través de un happening virtual llamado Río Jordán TV. Mediante una fanpage en Facebook y distintos segmentos en Instagram, circularon varios snippets de videos con imágenes de hechos que nunca existieron, como un canal de noticias falsas. Ibarlucía explica que Pommez Internacional buscó correrse de un lugar de representación y no hacer nuevamente un video que oficiara de mini film, como fue el caso de Imperio e Iluminación, sus dos singles anteriores. “Replicar esa idea del bombardeo y la sátira negra era un poco la idea que queríamos hacer y darle ese contexto a través de Río Jordán TV”, dice. “Y también entender que la canción refleja un poco la confusión. Esta especie de hiperconectividad con las redes de información y por otro lado monopolio informativo que vivimos, termina siendo una especie de oscurantismo 2.0”.
Si bien a lo largo del clip sus imágenes se basan en animaciones en 3D, sobre el final aparecen algunos segundos de filmación del lugar que Ibarlucía y Luciana Serrano tomaron en el viaje, como una suerte de descanso de la sobreinformación. “Cuando vas ahí, como latinoamericano estás muy lejos de esa situación y de terminar de dimensionar la literalidad de los eventos sagrados, pero es muy inspirador”, dice el cantante. “Te sirve para aprender mucho de la sabiduría de las diferentes religiones. Y a la vez sentís la tensión de que todo está por explotar”.