Todo comenzó con “Relax”, su primera canción, que subió a YouTube en enero de 2017 y sentó las bases de una carrera que parece no tener techo: “Que me critiquen todo lo que quieran, total lo que hago es a mi manera”, canta el cordobés Paulo Londra con un flow cansino que ya se transformó en su marca registrada.
Como varios de su generación, este pibe de 19 años comenzó rapeando en las plazas. Forjó su estilo batallando en competencias de freestyle como El Quinto Escalón y saltó rápidamente al trap, el género musical que ya conquistó todos los continentes.
Aunque su camino es similar al de otros nuevos exponentes de la escena, Londra marcó una diferencia de entrada: mientras esquiva el sendero de la violencia, los insultos y las drogas en sus canciones, embebe sus rimas de buenas vibras y le agradece al cielo por todo lo que la vida le dio.
Con apenas un año de trayectoria y un puñado de canciones, Londra logró meterse en el radar de estrellas mundiales del género como Bad Bunny y J Balvin, y varios de sus videos ya superaron los 20 millones de reproducciones. El éxito, por supuesto, no pasó desapercibido en la industria local, y su nombre apareció en el line-up de la última edición del Lollapalooza Argentina, aunque el temporal finalmente lo dejó con las ganas de presentarse. “Tenía la ilusión de que el público coreara ‘Nena Maldición’ [el tema que canta junto al puertorriqueño Lenny Tavárez]. Creo que me largaba a llorar ahí nomás”, confesó el joven a Billboard luego de que se confirmara la suspensión de la tercera jornada del festival.
Londra habla como canta y no deja de mostrarse sorprendido por la repercusión de su obra. Tiene un perfil humilde pero seguro, “confiado y tranquilo”, como sintetiza en el título de su segunda canción. Es un artista de la era 2.0, y su principal motivación es el feedback instantáneo que tiene con su público.
“Saqué ‘Relax’ y empecé a escribir temas, más que nada por la devolución de la gente. Era loquísimo que una canción de trap llegara al millón de reproducciones acá en la Argentina. Eso me motivó un montón. Me la pasaba encerrado escribiendo, a veces dejaba de ir a las plazas”, cuenta Paulo, como si estuviese hablando de un pasado muy lejano. “Parece que estoy relajado, pero cada vez que me voy a dormir pienso que todo esto es muy loco. No soy de analizarlo, solo quiero disfrutarlo”, admite.
Más allá de los géneros, él considera que hace música, no trap. Y su idea es hacer las cosas a su propia manera. “Quiero meter temáticas que mucha gente no mete. Casi nadie canta que está feliz. Dicen ‘ahora soy malo’ y cosas así. No sé si es porque vende más, qué se yo. A mí me dan ganas de hacer eso que nadie hace”, explica. Como canta en “Condenado para el millón”, uno de sus últimos éxitos: “Mientras miran nuestro juego ya creamos algo nuevo”.
Su repercusión temprana y su apetito de nuevos horizontes lo llevaron a Colombia. De ahí surgió, entre otras cosas, su colaboración con el grupo de pop urbano Piso 21 para la canción “Te amo”. Lejos del rap y el trap, Londra se desenvuelve con sus rimas en un tema romántico más cercano al reggaetón. Y sabe que eso no está muy bien visto por los ortodoxos del hip hop.
“En el género del trap y el rap hay mucha gente radical, muy firme –explica–. Por ahí, colaborar en un tema con Piso 21 hace que te digan que perdiste la esencia, que ya no sos rapero, pero no es así. Para mí, lo más rapero que hay es meter rap donde no lo hay. Eso es expandir, no ser tan cerrado. No soy un vendido, negro, pero voy a vender lo que puedo en todos lados”.
La primera vez que sintió que lo suyo era la música fue cuando su hermana le recomendó que viera la película 8 Mile, de Eminem, un hito que lo marcó para siempre. “Tendría 9 o 10 años cuando vi esa película, y aluciné. Yo quería ser ese blanco entre negros”, asegura Paulo, que desde sus primeros pasos en las batallas de rap se puso en la vereda opuesta de los que optan por denigrar a sus oponentes para sacar ventaja. Hoy, Londra continúa con ese ideal y sabe que la exposición, la catarata de seguidores en las redes sociales y su imagen cada vez más púbica se convierten en una responsabilidad: “Un artista es como un atleta”, define.
“A veces me cuesta darme cuenta y por ahí pongo un tuit diciendo que estuvo muy bueno ese fernet de Juancho, o posteo una foto en cuero comiendo un asado. Sé que hay gente que me sigue, y quieras o no, para alguien soy un ejemplo. Es una responsabilidad muy grande. Siento que sos como un papá y tenés hijos. El día de mañana esa persona va a crecer y van a decir ‘Ese creció escuchando a Paulo y mirá dónde está, en una cárcel’. No quiero eso. Quiero que me siga escuchando a mí y que sea feliz de una forma sana, sin molestar a nadie”.
Y agrega: “Creo que todos me tienen como el raperito bueno y me encanta, está buenísimo ser el bueno de la película. La gente me tiene como un santo porque no hablo de drogas, no hablo de sexo. Y me gusta que sea así”. A pesar de las diferencias que hay entre cada uno, Londra es consciente de que forma parte de una generación, de un movimiento de nuevos artistas de los cuales está orgulloso. “A la mayoría me los crucé alguna vez en una plaza o en un escenario. Es como que todos estuvimos jugando un tiempo en el potrero y ahora nos encontramos en la final de la UEFA, es algo increíble y soñado. Realmente es para escribir un libro. Para mí, lo que está pasando en el género urbano acá en nuestro país es como lo que pasó con el reggaetón en Puerto Rico”.
Más allá de los oídos jóvenes ávidos de trap en castellano, Londra reconoce como una gran satisfacción cuando los más grandes les prestan atención a sus canciones. “La nueva generación nace escuchando esto, llega a los 15 años y el trap no le suena incómodo, lo tiene bien digerido –explica–. En cambio, que le hagas escuchar trap a alguien de 30 o 40 años, y le guste, es porque el artista la está rompiendo. Eso me encanta”.