¿Será un sueño que Paul McCartney vaya a cantar tres horas en Argentina, otra vez? ¿Qué vibrará en él, cuando alza la guitarra o el bajo sonriendo con británica moderación al elevar sus dos pulgares a las estrellas? Habrá dos horas cuarenta para comprobarlo.
“Mirá las pantallas. Esa euforia generaba la Beatlemanía”, le explica un tipo de 40 a su hijo de 10 años, en el césped. Allá lejos, las imágenes en blanco y negro de las pantallas LED muestran a cientos de chicas corriendo a cuatro icónicos pibes con flequillo, en los años sesenta. Y, entonces, uno de ellos, Paul, arranca “All my Loving” con su voz casi adolescente: “Close your eyes and I’ll kiss you. Tomorrow I’ll miss you. Remember I’ll always be true…”.
Tres temas antes, la Beatlemanía se reactivó en apenas un compás. A las 21.10, las fotos de cada uno (con sus distintos peinados) y de Paul de niño devinieron un caleidoscopio digital cuando Paul y su banda liberaron la tensión del icónico primer acorde de “A Hard Day’s Night”.
¿Hará falta explicarles a los centennials, de nuevo, por qué Los Beatles revolucionaron el pulso y las vibraciones de occidente para siempre? Los de 40 tampoco lo vivieron: les transmiten a sus hijos de 10, 15 y 20 años los que sus propios padres les legaron hace décadas. Y los de 50 y 60 tararean sin respiro el vasto acervo de Paul en Buenos Aires. Más que las canciones de su etapa Wings y las de su nuevo álbum Egypt Station, el foco de este Freshen Up Tour.
“¡Hola, Argentina! Qué buena onda. Estoy feliz de volver”, dice Paul en su castellano rústico, tras haber hecho “Junior’s Farm”, del álbum Venus And Mars (1975). “Vamos a hacer viejas canciones. Algunas nuevas, y otras del medio”, sonríe. Si con “All My Loving” generó llantos, regresa a los años de Wings con la electrizante “Letting Go” y el volumen, que no arrancó bien, expone de a poco los matices de su banda: las violas eléctricas de Rusty Anderson y del rubio Brian Ray, el espeso swing del baterista Abe Laboriel Jr., y los teclados infalibles de Wix Wickens.
Los bronces de los Hot City Horns resurgen en el escenario y Paul despliega al piano “Let ‘Em In”, hit de 1976. El que dice: “Alguien está llamando a la puerta. Alguien está tocando el timbre. Hazme un favor, abre la puerta y déjalos entrar”. ¿Qué sentirá Paul al nombrar cantando a “Sister Suzie, brother John, Martin Luther, Phil and Don” y a otras personas que ya no están con él? Otros miles repiten “¡olé, olé, olé!”, Paul los dobla con el piano y, en castellano, dedica “My Valentine”. “A mi hermosa esposa Nancy, que está con nosotros esta noche”.
“¡Volumen! ¡Volumen!”, gritan cientos, en el césped. ¿Por qué el sonido no llega bien al fondo del Campo Argentino de Polo? Es una medida preventiva: el 9 de marzo, el DJ Hernán Cattáneo superó los 95 decibeles permitidos y el predio tuvo una clausura.
Este romance lo llevará a su otro gran amor -el de Linda Eastman McCartney– con dos de los más grandes hits de Wings: “1985” y “Maybe I’m Amazed”. El juego de tambores y platillos de Laboriel Jr. es un goce de síncopas y redobles; los violeros se miran jocosos, y Paul se calza la acústica para ofrecer el toque country de “I’Ve Just Seen A Face”. Y “la primera canción que grabaron Los Beatles”, cuenta. Entona “In Spite of All the Danger” y quienes corean el romántico estribillo estallarán, en instantes, en otra de las primeras obras de Lennon y McCartney que iluminaron al mundo: “From Me To You”.
Wickens aporta la armónica y Paul administra su capacidad vocal entre “Dance Tonight” (con la mandolina) y “Love Me Do”, para llegar con buen aire al segmento más profundo del concierto. “Esta canción es sobre los derechos civiles”, anuncia en inglés y en castellano, para elevarse con “Blackbird”. Solo con su guitarra y su melodía asciende varios metros en una plataforma. Lo acompañan las luces de los celulares.
“Escribí esta canción para mi hermano John. ¡Arriba John!”, dice sobre “Here Today”, que compuso en 1981, meses después de que asesinaran a Lennon. En media hora también homenajeará a George Harrison con los toques de ukeleke para “Something”.
Entremedio, las voces de la banda van a rodear (y cubrir) a la de Paul en “Queenie Eye” y en la épica que irá in crescendo, de “Lady Madonna” a “Eleanor Rigby”. Las horas y los años ya no lo ayudan en un tema de tal complejidad. Pero, ¿quién no se va a conmocionar igual? Si hasta parece un niño, sonriendo con picardía cantando “Fuh You”, otra pegadiza de Egypt Station.
Esto les dice Paul a quienes repiten el estribillo: “Quiero saber cómo te sientes. Quiero un amor que sea tan orgulloso y real”. Y vuelve a hablar: “¿Cómo se sienten, Buenos Aires? Este es otro tema es del disco Sgt’s Pepper”. Ahora, las pantallas se cargan de figuras circenses en tres dimensiones cuando canta “Being for the Benefit of Mr. Kite!”. Otra reconexión con John, quien grabó en 1967 la versión original.
El fervor colectivo se enciende con “Ob-La-Di, Ob-La-Da”. Con el festejo unánime con “Band On The Run», que hace bailar hasta a las siluetas en los edificios linderos al Campo de Polo. Con la catarsis de guitarras punteadas de “Back In The U.S.S.R.” y su voz joven en la memoria. Y con su regreso al piano para esa plegaria que es y será “Let It Be”. Sin adjetivos.
El Campo Argentino de Polo brillará con la perfecta sincronía del estribillo de “Live And Let Die”, entre fuegos artificiales y las llamaradas. Queda el mantra del “náaa, nana, na, na, naa, náaa” de “Hey Jude”. Y, segundos después, los bises que seguirán en la galaxia Beatle, la secuencia con que los Fab Four dijeron adiós: “Golden Slumbers”- “Carry That Weight” – “The End”. “Y en el fin, el amor que te llevás es igual al amor que hacés”, canta un Beatle en Buenos Aires.
Ver esta publicación en Instagram