Se conocieron en Cabo Polonio y empezaron a tocar colándose en fiestas, sin electricidad ni escenario, armando el show en medio de la gente. Todos ellos (Tomás Gaggero, Marcos Orellana, Nacho Rodríguez, Germán Cohen y Marcelo Blanco) tenían sus proyectos musicales, algunos de ellos juntos, y se encontraban cansados del trajín de las pruebas de sonido y el transporte de los grandes equipos. Ese espíritu se tradujo en canciones que reflejaron la desnudez, la simpleza y el reverdecer de lo acústico. Su aparición significó al panorama musical post-Cromañón una bocanada de frescura y vitalidad que provocó al baile y a la juventud.
¿Cómo llegaron a la elección de “OV IV” como nombre del disco?
– Marcos Orellana: Fue jodido buscarle el nombre, tiramos muchas alternativas, y no lo encontrábamos. Hasta que un amigo diseñador nos hizo la tapa que decía “OV IV” y flasheamos con eso para el arte de tapa. También es “VIVO” al revés.
¿Cómo se fue dando la evolución en la instrumentación de sus discos, la incorporación de electricidad y de máquinas?
– MO: Naturalmente. En el primer disco, quisimos traducir lo que veníamos tocando en vivo. El segundo lo grabamos tocando todos juntos, y en el tercero empezamos a incluir algunas de estas cosas: guitarras y sintes. Incluso en el primero hay algo de eso perdido. Siempre pensamos en grabar, en meter lo que nos guste y que quede lindo.
– Tomás Gaggero: Al principio nos venía muy cómoda la idea de tocar en vivo en formato desenchufado; los micrófonos estorbaban, de hecho. El sonido se mezclaba mejor sin ellos. Después, a la hora de empezar a usar micrófonos y cables porque los lugares eran más grandes, pensamos: “Si ahora estamos en esta, por qué no usar otros instrumentos que también nos gustan y otros recursos”.
¿Qué impresión les dejó haber tocado en América Latina, de donde provienen muchos de los ritmos que ustedes utilizan?
– MO: Fue muy bueno. En Colombia, la primera vez que fuimos, había mucha gente esperándonos, cantando los temas. Fue muy arriba.
– TG: Nos gusta mucho tocar en América Latina. Primero, porque tenemos el mismo idioma, y si bien el ritmo y la melodía son importantes, también es importante la poesía. Hay algo grande en común y eso se siente, tanto en Chile como en Uruguay, México, Perú. La gente está ahí y te da una gran devolución, canta las canciones. Es muy bueno, muy copado.
¿Cómo trabajan sobre la elección de canciones, teniendo en cuenta que todos componen?
– TG: Lo discutimos y hacemos votaciones [risas]. Si bien muchas veces estamos de acuerdo y la democracia funciona, hay otras en que para uno no es así, y piensa “Cómo puede ser que todo el resto no vea la magia en esta canción”. Y bueno, es como la democracia. ¿Cómo puede ser que la mitad más uno vote a este chabón…?
¿Tienen un escenario predilecto, ya sea por cariño o por características técnicas?
– TG: El Konex, te diría. El Konex al aire libre y en verano.
– MO: Totalmente, sí, puede ser.
¿Cómo se preparan para su primer Gran Rex?
– MO: Viene muy bien. Venimos ensayando bastante parejo, cosa que no hacemos mucho. Va a ser algo especial, tenemos preparadas sorpresitas, versiones de temas distintas, diferentes instrumentos, invitados.
En su música se perciben muchas influencias. ¿Cuáles consideran ineludibles o importantes?
– MO: Yo veo que hay bastante del rock nacional, de los grandes solistas. A todos en algún punto nos pegaron y en las composiciones veo cosas parecidas. Pero, más que eso, en mi caso influye más lo que estoy escuchando año tras año.
– TG: Sí, el espectro es muy amplio, pero bueno, los Beatles siempre fueron y seguirán siendo una influencia. Me acuerdo de que al principio pesaba Mano Negra y toda el ala “manuchaesca”; estaba presente. Él hizo mucho esa cosa medio rumbera-reggae-rock. Pero quedarnos ahí solamente hubiese sido muy escueto. No vemos la música encasillada, tenemos un espectro musical muy amplio y nos inspiran muchas cosas. En ese sentido, veo que hay muchos prejuicios. Esa cosa medio “Yo soy hincha de Boca y listo, no me importa cómo juegue River”, que en la música no tiene nada que ver.
Esa rigidez está desapareciendo de a poco, y bandas como Onda Vaga tienen que ver con eso. Con Fuerte y caliente nació algo que hoy está extendido. ¿Qué opinan al respecto, reciben eso de la gente?
– TG: Con el primer disco pasaron cosas raras que me hacen ver lo que vos decís. Por ejemplo, Nacho [Rodríguez] se lo pasó a Manu Chao antes de que estuviera editado; Manu Chao se volvió a Barcelona con una valija llena de discos, entre muchos, el nuestro. Se lo puso a escuchar, lo que habla muy bien de él. Al tipo le llamó mucho la atención y nos invitó a tocar de soporte en sus recitales en All Boys y en el Luna Park. Ahí hubo algo evidentemente nuevo o llamativo; lo veo y lo siento. Pero cuando estábamos haciéndolo, e incluso después, no lo noté. Onda Vaga surge de la idea de hacer algo que no se pareciera a nada. Si bien podemos decir que hay algo de Manu Chao, de los Beatles, de Conan Mockasin, nosotros no queríamos hacer exactamente lo que hacen ellos porque para eso estaba cada uno de ellos. El día que se acabe la búsqueda de la propia y nueva impronta, que nos cansemos de eso, se va a empobrecer.
Así como Onda Vaga fue disruptivo desde lo musical, ocurrió lo mismo en el terreno de la gestión y el modo independiente de trabajo.
– TG: Claro, en un principio, el boca en boca para Onda Vaga fue crucial, y las cosas fueron saliendo así, espontáneas. A su vez, laburamos con nuestra estructura y nos dimos cuenta de que necesitábamos ayuda, brazos, y fuimos intentando aliarnos con gente que nos ayudara, tanto en prensa como en difusión o en venta digital, cosas que también conllevan mucho trabajo.
– MO: Muchas veces nos dijeron de hacer algo con sellos, y la verdad es que no tenía sentido. Era mucho mejor hacerlo nosotros. Tanto el Luna Park como ahora el Gran Rex son fechas que organizamos nosotros con nuestra gente; me siento orgulloso por eso. Fuimos paso a paso, dándonos cuenta de que de esa forma salían cosas muy zarpadas.