Omar Mollo refleja su voz en OTRA: la Orquesta Tanguera de Rotterdam integrada por Alumnos. Ella lo acompaña y guía en su celebrado nuevo disco, Tango cosmopolita. ¿Tango desde Holanda? ¿Mollo y su voz de rugosa suavidad junto a 16 músicos de varios países? Tal es el brillo multicolor de Tango cosmopolita, con 13 clásicos orquestados en un sonido brillante para dúctiles abordajes y arreglos sin impostaciones. El tango del siglo XXI, lejos de clichés for export, se expande con la voz de Mollo y la OTRA. “Estoy muy feliz de haber juntado distintas etnias en esta música de calidad. Ellos me dan la pelota para que haga el gol”.
Su voz quedó picando en Buenos Aires el viernes 11 de mayo: recibió a Billboard en el séptimo piso de Sony Music, que editó Tango cosmopolita y el anterior, Rescatados, nominado a los premios Gardel 2018, en el rubro Mejor Álbum Artista Masculino de Tango. “No voy a poder estar en la entrega, pero estoy feliz por el reconocimiento. También por Tango cosmopolita. La OTRA nunca había grabado un disco y se entusiasmó mucho –cuenta Mollo–. Suena como un reloj, o como una perfecta base de fútbol, y yo me doy el gusto de jugar arriba fraseando distinto. Logramos un balance perfecto”.
La voz rockera de Mollo tiene al tango en su origen. Con su hermano Ricardo y otros músicos, en 1976 –antes de Sumo y de todo lo demás– abrazó el rock duro y fluido en la banda MAM (Mente, Alma, Materia). Hasta que en 2003 su corazón recobró el compás del tango en su proyecto solista. “Aún me preguntan por qué hago tango si vengo del rock. Lo que no saben es que cuando tenía cinco años cantaba tango y folklore. En el siglo XXI volví a mi ADN y lo divulgué por el mundo”, jura.
Hoy, su mente y su alma laten en esta materia: Tango cosmopolita. Mollo logró hacer realidad este nuevo sueño junto a su productor, Alejandro Pont Lezica, también pionero entre los DJ argentinos. “El proyecto nació en 2016, en forma independiente. Supimos que no íbamos a poder hacerlo en la Argentina, por los costos. Pero como vivo en Holanda hace mucho y generé tanta amistad con numerosos músicos y con la Gran Orquesta Típica OTRA, todo se hizo más fácil. Ellos tienen muchas posibilidades, ganas y entrega”.
El plan fue así. Mollo habló con el holandés Leo Vervelde, director de la orquesta y también uno de sus bandoneonistas, y motivaron a los 16 miembros. La OTRA pertenece al Departamento de Tango Argentino de la Facultad de Música de Codarts, la Universidad de las Artes de Rotterdam. Tango cosmopolita son ellos mismos: los estudiantes-músicos de la Cátedra de Tango son de Holanda, Surinam, Noruega, Estonia, Finlandia, Argentina, Líbano, India, Sudáfrica e Inglaterra, y también hay dos profesores, el pianista holandés Wim Warman y Kay Sleking, de Kenia. “Juntar a tantos personajes para hacer tango es un ejemplo a la música. Lo cosmopolita significa libertad e igualdad en un tiempo difícil”, siente Mollo.
Y celebra “el sonido muy power” de la OTRA para abarcar tantos clásicos: “Volver”, “Por una cabeza”, “Taquito militar”, “Acquaforte”, “Flor de lino”, “La yumba”, “La mariposa”, “Jacinto Chiclana”, etc. “La OTRA tiene la mugre de acá. Si no sabés que viven en Rotterdam, no te das cuenta. Te dejan con la boca abierta y te emocionan. Qué loco, ellos necesitan de mi presencia para corroborar que es tango. Porque en el fondo no están haciendo música de su país y para ellos yo soy como Gardel”. Mollo acomoda el aire y sigue: “Ellos me preguntaban: ‘¿Cómo querés que te acompañemos?’. Me la hicieron muy fácil. A los compases de Pugliese o de Mores te los marcan igual. Pero suenan a ellos mismos. El repertorio y los arreglos fueron ideas de la OTRA”.
Desde 1996, el referencial pianista de tango y jazz Gustavo Beytelmann es el director artístico del Departamento de Tango de la Facultad en Rotterdam. También tiene un arreglo en el disco. “Codarts nos ayudó mucho. Al ver que yo iba a unir fuerzas con sus músicos, cooperaron sin dudar. Por eso el disco salió tan lindo. Se grabó en un estudio hermoso, con muchos micrófonos. Nada de la OTRA suena inseguro”, capta Mollo.
En su propia vida resuena lo cosmopolita. A los 67 años, asume: “Yo me siento libre en Holanda. Pero ¿sabés todo lo que tuve que llevar a cabo para vivir allá, con el papelerío y los requisitos? Hice todo lo que faltaba para sentirme libre. Sé dónde estoy parado. Hoy soy un embajador del tango en el mundo –concibe–. Ojo, no me gustan las comparaciones. En la Argentina hay otras cosas que me llenan el alma. Pero tengo casi 70 años y quiero descansar un poquito de todo el rocanrol. Ya aplomé. Mi deseo es vivir en calma los años que me quedan. Gozar y pasear con Graciela Minervino, mi esposa y mánager”.
En lo musical, ¿a dónde mira para no aburrirse o repetirse? “No pienso en eso. A mí, todo me lo da el corazón, según el momento. En Holanda todo es natural y yo me divierto. No me agarra el bajón de presionarme o decir ‘tengo que cambiar’. No quiero estar todo el día enchufado. Además de la música hay vida, familia, amigos, amor. Es bueno buscar matices. Eso es lo que me hace dar ganas de seguir”, confía. Sea o no con estrés, Mollo avanza con varias formaciones a la par: en orquesta, dúos, cuartetos y quintetos. “También tengo el Trío Escapada, de Ámsterdam. Es más fácil laburar con gente sin ningún drama a nivel musical o económico. Pero a todo esto me lo gané con humildad y respeto”, asegura.
Entonces, piensa en las sutilezas de Tango cosmopolita y se siente completo. “Puedo residir y hacer música en Holanda porque logré una estructura que no se me cae más. El país tiene una estabilidad que te deja vivir de lo tuyo hasta que te mueras. Yo ya soy una figurita allá. Sé que lo mío tiene un valor”. La lógica holandesa le hace ver en espejo a la local. “En la producción cultural, en Holanda no hay quilombos o mala onda. Porque cada uno cubre su espacio y le sobra paño. Acá tenés que cubrir tres cosas a la vez. Entiendo que haya crisis, pero a la cultura hay que darle un lugarcito siempre. En Holanda planifican todo; y donde hay, orden hay libertad”.