“Venimos casi todos del mundo de jazz porteño, un circuito bastante promiscuo. Somos figuritas repetidas en diferentes proyectos; y como Dios nos cría, nos juntamos con la intención de volcarnos al rock”, explica Nicolás Sorín, el cerebro detrás de Octafonic, un proyecto ambicioso e inclasificable que se cataliza de sus orígenes como pianista y jazzero (ganó el premio Clarín por la música de la película Historias mínimas, así como tres nominaciones a los Grammy Latino en 2007, 2010 y 2013, como productor). Su grupo anterior, Sorin Octeto, tuvo un momento de pausa, ya que los músicos que lo conformaban comenzaron a viajar mucho con sus otros proyectos. Allí decidió armar un “Octeto B” para poder seguir tocando en vivo. El grupo adquirió una personalidad y un carácter tan marcados que debieron renombrarlo (“Octafonic”) y hacer un disco llamado Monster (2014) de 11 temas. “Siendo una propuesta que está en un purgatorio musical entre el rock y el jazz, fue tomada muy positivamente por la prensa de ambas partes y por un público bastante amplio. La verdad es que fue muy sorpresivo”, confiesa Sorín.
Octafonic está compuesto por ocho instrumentos: Sorín en teclados y voz, Juan Manuel Alfaro en el saxo alto, Leonardo Paganini en saxo tenor, Francisco Huic en saxo barítono, Sergio Álvarez en guitarra eléctrica, Esteban Sehinkman en teclados, Cirilo Fernández en el bajo eléctrico y Ezequiel Piazza en la batería. Se proponen nada más y nada menos que reinar el punk rock, la música clásica, la electrónica industrial, el jazz y, tal vez, incluso las bandas sonoras para películas. Ningún género termina de triunfar en este inmenso primer disco, que mezcla un rock pegadizo de Nine Inch Nails con canciones más “grooveras” y algo de funk psicótico. Una gran apuesta del octeto a la actividad polirrítmica que, de alguna forma, logra mantener la simpleza en pos de la fluidez de cada canción.
Artículo publicado originalmente en la edición impresa de febrero de 2015.