El prestigioso productor, compositor, cantante y guitarrista neoyorquino volvió al país al frente de la legendaria banda, y recorrió sus grandes éxitos del funk y de la música disco.
¿Qué tienen en común David Bowie, Madonna, Diana Ross, Duran Duran, Mick Jagger, Daft Punk, Disclosure y Avicii? Que todos, en algún momento, fueron producidos y/o grabaron enormes éxitos compuestos por Nile Rodgers. Ocho años después del Personal Fest 2009, el prestigioso productor, compositor, cantante y guitarrista neoyorquino regresó al país al frente de Chic, su nave insignia con la que en la segunda mitad de los 70 revistió al funk y a la música disco de un groove elegante y sofisticado que conquistó al mundo.
Precisamente, ese perfil glamoroso fue el que predominó en el concierto de anoche en el teatro Gran Rex, que hoy tendrá su segundo round: una oferta vigente y lejana a todo atisbo de nostalgia, en parte gracias a su agrupación renovada −que en sus comienzos la integraban los fallecidos Bernard Edwards en bajo y Tony Thompson en batería−.
“Es tiempo de fiesta: todo el mundo a bailar”, dijo Rodgers como bienvenida. Es que no hay lugar para baladas románticas ni medios tiempos: con canciones como Everybody Dance; Dance, Dance, Dance (Yowsah, Yowsah, Yowsah); y I Want Your Love está prohibido sentarse.
Apenas un cortinado como telón de fondo y una prolija iluminación ofician de sobria puesta en escena para un show cuyo foco estuvo puesto en lo musical. Acompañado por un sólido andamiaje instrumental de impecable vestimenta blanca, un Nile Rodgers que vestía de azul –sin olvidar su inseparable boina en composé− cautivó al público con su humor, carisma, y su enorme talento como guitarrista rítmico y avezado compositor. Las dos voces femeninas −destacándose en especial Kimberley Davis−, los estribillos contagiosos, los vientos indispensables y poderosos, y el sonido inconfundible de su guitarra son una marca de fábrica indeleble que cimientan su ADN musical, que cuenta con genes funk, disco, soul, R&B e incluso algunos del jazz.
I’m Coming Out y Upside Down −consagrados en la voz de Diana Ross− dieron comienzo a un prolongado pasaje donde el anfitrión recorrió, con un toque personal, gran parte de los hits creados para voces ajenas. Tras señalar que se siente “una persona afortunada por tener el mejor trabajo del mundo, junto a grandes astros de la música”, se despachó sin respiro con We Are Family (Sister Sledge), Like a Virgin (Madonna) −en una versión más funky− y una contundente Notorious (Duran Duran), en la que un duelo endemoniado entre su guitarra y el slapping del bajista desató ovaciones desde todos los rincones de la sala.
Los flashes de los celulares fueron la escenografía ideal para acompañar los primeros acordes de Get Lucky, de comienzo ralentizado, pero que luego fue in crescendo hasta alcanzar el tempo patentado por los franceses de Daft Punk. El punto más álgido del concierto fue con Let’s Dance (David Bowie) y Le Freak. La atmósfera de discotequa que prevaleció durante toda la velada tuvo su broche de oro con Good Times, el éxito de Chic, que tuvo un fragmento de Rapper’s Delight con una parte del público en el escenario que bailaba entre los músicos. Así, Nile Rodgers ratificó sus credenciales de artista absoluto, brillante, creativo y por demás, actual.