El 30 de abril de 1986, Nico Bereciartúa vio por primera vez un show de rock. Él tenía cinco años, el lugar era Palladium, la banda era Riff y el bajista era su papá, Víctor Bereciartúa, más conocido como “Vitico”. “Terminó el show, fui a los camarines y después con mi hermano subimos al escenario y hacíamos como que tocábamos. Vi el micrófono de Pappo, pegué un salto para agarrarlo y la mano se llenó de un garzo verde asqueroso que le tiraron desde el público”, recuerda hoy entre risas.
En ese entorno creció Nico: vivió con Vitico, aprendió a tocar la guitarra con Botafogo y recibió consejos de Pappo. Tras haber dado sus primeros pasos con una banda llamada Vieja Estación, en 2002 formó Viticus junto a su padre, con quien grabó los primeros cuatro discos. En paralelo, acompañó al Carpo en las últimas formaciones de Riff antes de su muerte, el 25 de febrero de 2005.
Con Viticus ganó reconocimiento, pero dio un paso al costado al ver que la relación con su padre se estaba deteriorando: “Los últimos seis meses que estuve en Viticus casi que ni me hablé. Me imagino que para un abogado que labura en un estudio con el padre también debe ser difícil, pero en la música es más complicado porque estás conviviendo todo el tiempo. De repente tenés que subir a una combi, hacer 16 horas para tocar en Santiago del Estero… encima en el ambiente de la música hay cosas extras que hacen que pueda ser más nocivo para todos”, indica.
En un cruce entre suerte y talento, a la semana siguiente de haberle comunicado a su padre que dejaba la banda, recibió un mensaje privado en Twitter que le cambió todo: era nada menos que Rich Robinson, líder de The Black Crowes. “Él vio un video mío en YouTube que yo había puesto en un comentario de Facebook. Me pidió que le mandara cosas y me dijo ‘Me gusta cómo tocás. Quisiera traerte acá, grabarte y producirte’. Meses después lo conocí y pegué buena onda, la energía fue muy buena”, detalla.
Con esa motivación, en 2015, regresó a la Argentina para grabar su primer álbum solista, que vio la luz en julio de ese año. Titulado simplemente Nico, se alejó del rock clásico y encaró un trabajo completamente instrumental, calmado, con privilegio de la guitarra slide y preponderancia de las texturas acústicas. “Quería crear una ruptura, que no se me catalogara como un guitarrista de una banda de rock, sino como un músico más versátil y poder tocar con distintos artistas”, destaca. El objetivo se cumplió: el álbum fue bien recibido, ganó dos premios Gardel (Nuevo Artista de Rock y Mejor Álbum Nuevo Artista de Rock) y fue convocado por Lisandro Aristimuño para integrar su banda.
Sin embargo, los planes de continuar la carrera solista debieron posponerse. En enero de 2016, Rich Robinson lo invitó a que se sumara a su banda. Salió de gira y así se formó The Magpie Salute, un grupo que incluye a otros miembros de The Black Crowes, como el guitarrista Marc Ford, el tecladista Eddie Harsch y el bajista Sven Pipien. De repente, Nico se encontró tocando en estadios de los Estados Unidos con algunos de sus ídolos. “Fui tranquilo. Robinson me lo dijo: ‘El primer día que te conocimos eras como uno más de nosotros’. Obviamente, cuando uno está en un escenario donde siempre soñó tocar, como el Fillmore, donde tocaron Jimi Hendrix y Led Zeppelin y los Black Crowes grabaron un DVD… es una sensación muy fuerte”, recuerda.
Tras grabar un álbum con The Magpie Salute, declinó la oferta de salir de gira para quedarse en la Argentina trabajando en su segundo disco solista. El plan es entrar a grabar a mitad de año para tenerlo listo antes de que termine el 2018. “Va a ser parecido al primer disco, pero tendrá algunas canciones cantadas, con invitados importantes –adelanta–. Lo de los Estados Unidos fue un aprendizaje muy grande, una experiencia increíble, un sueño cumplido, y tengo muchos sueños más por cumplir. Poder tocar mis canciones en mi país es uno de ellos”.