Whole es el disco debut de Nichi que da inicio a su carrera como cantautora. Cuando empezó a presentarse en público, hace más de cuatro años, solo hacía covers, ella y la guitarra, de sus artistas favoritos. Después de más de dos años de trabajar minuciosamente sobre las canciones y de presentarse en Buenos Aires y una gira que la llevó por los Estados Unidos, finalmente dio el siguiente paso: un disco compuesto por ella en su totalidad, grabado junto a una banda.
Nichi es Nichi Metzger, quien se crió en Hurlingham, Buenos Aires, y creció en una casa rodeada de música. Estudió clarinete casi diez años, aprendió a tocar la guitarra y se enamoró del piano gracias a Elton John. Sin embargo, elegiría seguir un camino más tradicional: estudiar una carrera de grado y darle a la música otro lugar, uno de entretenimiento y dispersión. No tuvo que pasar demasiado tiempo para decidir que quería hacer ambas cosas. Y hay algo de eso en cómo entiende la música en su vida: es un todo (whole en inglés), pero que no la gobierna. Por el contrario, sigue siendo un espacio de juego y de aprendizaje. Y una prueba de esta idea de la música como algo lúdico es haber elegido escribir en inglés.
Es interesante intentar darle un marco estilístico que defina la música de Whole. Sus raíces están en el indie folk, en sus presentaciones arriba de un escenario únicamente con una guitarra, pero en el disco hay más ambición y diversidad. Se escucha a Bon Iver y a Mumford and Sons (dos artistas que elegiría constantemente en sus repertorios iniciales), aunque, en los momentos más íntimos y honestos, con ella sola al piano, donde pareciera que intenta escaparse de ella misma, también se siente el indie pop melódico y reflexivo de Regina Spektor.
Con un despliegue de instrumentos que van desde guitarras, bajo, sintetizadores, saxo, mandolina, chelos y clarinete, Whole suena sensible, con una atmósfera que se presiente algo dramática, pero, sobre todas las cosas, que se palpa privada. Cada una de las canciones fue compuesta así, en la intimidad de una habitación, sentada junto a un piano. Y si bien a lo largo de las diez partes que componen el disco hay un vaivén de intensidad y ritmos, hasta las más coloridas y lúdicas, como es el caso de All the Cows, son personales y grafican su creación. Y gran parte de esta intensidad la aporta su singular voz, que se presenta inesperadamente y lo llena todo.