Cuando Niall decidió mudarse de Londres a Los Ángeles a principios de 2016, a nadie le sorprendió que eligiera una casa en Laurel Canyon, el epicentro de la cultura folk rock de los 60. Horan era el que se calzaba la guitarra en One Direction (1D), la potente boy band británica que en ese momento estaba tomándose un tiempo. Tiene alma de cantautor, es carismático, inteligente y sensible, pero también fácil de llevar. Junto a sus compañeros –la estrella de rock Harry Styles, “el sensible” Liam Payne, “el gracioso” Louis Tomlinson y el príncipe del R&B Zayn Malik–, Horan, de 23 años, queda como el hermano del medio: es el más accesible, el segundo más popular en las redes sociales (29 millones de seguidores en Twitter; 19 millones en Instagram) y el mayor candidato a tocar en el histórico club de rock de Los Ángeles The Troubadour. “Tocar para unas 500 personas… ¿qué más querés? –dice Horan–. Tuve grandes momentos con adolescentes a los gritos, pero disfruto cuando un cuarto está completamente callado. Es un respeto completamente diferente. La gente escucha”.
Ese tipo de anticipación reverente es la misma que le dio la bienvenida a Horan cuando tocó las primeras notas de su single This Town, en el Jingle Ball de Los Ángeles a fines de 2016 –si bien cuando salió al escenario solo con su guitarra y esta pequeña canción solista, estaba tocándole a un estadio entero (el Staples Center, para ser exactos)–. This Town es una canción de madurez acústica que mostró de forma convincente cómo había crecido el adolescente, y llegó al Nº 20 del Billboard Hot 100 en enero. Slow Hands, el siguiente single de su debut de 2017, es un tema roquero con una fuerte influencia del R&B que muestra convincentemente que él es un hombre, y está trepando en la lista de rotación radial del Mainstream Top 40.
Es un miércoles a la mañana, y Horan está notablemente juvenil. Habla por teléfono con su madre, por ejemplo. Viste pantalones de gimnasia y una camisa Nike –un descanso de su típico uniforme de medias con motivo, jeans y camisas abotonadas–. Una dulce señora llamada Ofelia nos trae omelettes de vegetales. “Sin pimienta para vos”, le dice a Horan. “Acidez”, me explica.
Una cosa que se ve desplegada en esta casa es el fanatismo de Horan. Hay un retrato en blanco y negro de Frank Sinatra. Los Rolling Stones, bacanales a puro color, descansan sobre el sillón del living. Frente a la heladera, Paul McCartney mira una foto dentro de la foto –Sinatra, otra vez–. Más que nada, los que ocupan un lugar privilegiado son los Eagles. Tienen una pared completa: cinco fotos colgadas fuera de su oficina.
Al pedirle a Horan una historia de celebridades, cuenta que una vez conoció a esos mismos Eagles en un show que dieron en Toronto. Saca a su Joe Walsh interior para compartir un poco de la sabiduría que le impartió su guitarrista favorito: “Te conviene disfrutar del camino, porque un día vas a estar sentado sobre tus propias pelotas”. Y después agrega, por ahí, de manera muy casual: “Don Henley y yo hablamos cada tanto. Es loco. Yo lo llamo ‘Pa’, y él me dice ‘Hijo’”.
De hecho, según Horan, Slow Hands, que fue cocompuesta por el colaborador de Adele, Tobias Jesso Jr., estaba inspirada en hits solistas de Henley, como Boys of Summer y Dirty Laundry. Es como si hubiera investigado la evolución de dos décadas de rock californiano en lo que va de los 18 meses fuera de One Direction. El propio Henley le da un apoyo sentido: “Niall es un tipo sólido cuyo foco está donde debe estar: en componer. Tiene el encanto irlandés y un sentido del humor muy modesto, una herramienta de supervivencia fundamental en este negocio. Creo que Niall va a evolucionar en una voz reflexiva y resonante de su generación”.
Como miembro de 1D –incluso habiendo sido el tipo etiquetado como “el lindo”–, Horan tuvo una gran ventaja para alcanzar el estatus de “voz de una generación”. O, al menos, el de “estrella pop de una generación”. Después de cinco años de trabajar pegado a otros cuatro tipos (tres después de la salida de Malik) –sacando un álbum por año, después yendo de gira para promocionarlo mientras componían y grababan el siguiente–, Horan se siente un poco desnudo cuando enfrenta momentos cotidianos, lejos de los escenarios. “Cada tanto es como ‘¡Mierda! ¿A dónde se fue todo el mundo?’ –explica–. Estabas sentado en el salón del aeropuerto, te llamaban y al principio no te parabas porque estabas esperando al resto, ¿me entendés? ‘Oh, Louis sale del baño en unos minutos’”.
Cuando me encuentro con Horan por primera vez en el estudio en noviembre –su primer mes de grabación del nuevo álbum que saldrá vía Capitol en el otoño boreal–, me doy cuenta de que es muy autocrítico. “Tengo miles de canciones, pero ahora escucho lo que hice y me doy cuenta de que el resto son una cagada –afirma–. Nada de lo que haga va a ser tan grande como One Direction, pero al menos tengo que intentar acercarme”. Para fines de abril, no obstante, me dice que “las canciones están sonando muy bien” y que está con muchas ganas de salir del estudio y tocar en vivo.
“Niall tiene lo necesario –dice Don Was, productor y presidente de Blue Note, que trabajó en un par de potenciales canciones para el álbum–. Manejó él mismo hasta el estudio, se trajo su propia guitarra, se puso frente al micrófono y la rompió en cada toma. Si hacen el Desert Trip en 50 años, va a ser cabeza de cartel”.
Probablemente haya un futuro “Oldchella” que incluya a otros amigos trovadores: Ed Sheeran (que compuso para 1D), James Bay (cuyo baterista es el actual director musical de Horan) y Shawn Mendes. Horan está claramente alejándose de cualquier estilo de pop de boy bands, pero insiste en que no está perdido en el camino. “Les dije a mis managers de entrada: cuando vuelva One Direction, me cago en lo que estoy haciendo. No me importa si llené arenas o si gané premios Grammy. No estaría viviendo de esto si no fuera por eso”. No obstante, confirma que si bien habla con sus compañeros de 1D a menudo, no tuvieron “una conversación sobre cuán largo va a ser el descanso”. Y con los demás muy metidos en sus carreras solistas –Styles acaba de lanzar su debut, Malik está preparando su segundo álbum y Payne y Tomlinson lanzaron singles–, está bien que Horan se sienta cómodo por su cuenta. “Está por arrancar”, dice preparándose para la rutina que lo volverá a absorber pronto.
Después de que 1D hiciera su aparición final en la Billboard Hollywood Party para la edición 2015 del Dick Clark’s New Year’s Rockin’ Eve, Horan agarró un bolso, se juntó con dos de sus primos y voló al Sudeste Asiático. Los chicos alquilaron scooters en todos lados, comieron lo que había, compartieron cuartos por 20 dólares por noche y compraron pasajes en el día para donde quisieran ir. Horan pasó “tres semanas literalmente sin usar camisa” en Tailandia, pero en Bali “se cagó lloviendo”. Aprendieron de la historia de Vietnam y “se emborracharon mucho” en Hanoi. En Boracay se ensartaron con un hotel horrible –“las luces titilaban, los gatos tomaban el agua de la pileta, arañas en la pared, sabanas húmedas y te agarraba diarrea por culpa de la comida ch-ta”– y les encantó.
“No quería más horarios –explica Horan–. Pasé demasiado tiempo poniendo la alarma en teléfonos”. Mientras duró 1D, “todos mis amigos estaban haciendo viajes de mochileros, y a mí no se me dejaba salir del hotel”, agrega. Ahora, en su tiempo libre, Horan aprovechó para rever cosas que había oído de chico, volvió a aprender “cuán efectiva puede ser la música sencilla” y catalogó sus experiencias en el libro de tapa de cuero en el que escribe sus ideas para canciones.
Nacido de una familia irlandesa en Mullingar, Irlanda, era el típico chico de pueblo con un sueño. Su madre soldaba peltre, la gran exportación de Mullingar. Su padre trabajaba a la noche en la carnicería de un supermercado Tesco (donde los fans de 1D solían encontrarlo hasta 2016, cuando “lo echaron”, según Horan). Se separaron cuando Horan tenía 5, y él y su hermano mayor se mudaron con su padre. Horan se lavaba su propia ropa y se cocinaba y se levantaba todas las mañanas para caminar casi dos kilómetros y medio hasta el colegio (“No necesitaba todo el mimoseo”, dice). También se crio “con lo bueno” –Crosby, Stills & Nash, Fleetwood Mac, Jackson Browne– y a los 12 agarró la guitarra de su hermano, un regalo de Navidad olvidado. Pasó por shows de talentos y pequeños recitales. Todavía puede verse en YouTube al pequeño Niall haciendo un cover de Baby, de Justin Bieber.
En estos días, Horan escucha directamente al sabio. “Bieber me dijo que nunca sabés genuinamente cuándo terminaste”, sostiene Horan, que además de tener a Was y a Jesso a bordo, está trabajando con compositores como Greg Kurstin (1D, Sia) y Jamie Scott (1D, Olly Murs), y los productores Jacquire King (Tom Waits, Kings of Leon) y Julian Bunetta (1D, Fifth Harmony). “Pensó que ya estaba hecho [con Purpose] y de repente hizo Love Yourself a último minuto. Pensé que había terminado el disco, y sentí que había compuesto basura hasta entonces”. No obstante, considera que Flicker, un lindo track lleno de cuerdas sobre la última noche de una relación camino al fracaso, es uno de sus favoritos. On the Loose, una grabación más reciente, reinventa Dreams de Fleetwood Mac para un público más tropical pop.
Más allá de este camino de autodescubrimiento, Horan se siente muy cercano a sus compañeros de banda. “A Louis y a [su hijo] Freddie los veo todo el tiempo. Vive a la vuelta de mi casa [en Los Ángeles]”, dice. Tiene regalos para el festejo del mes del hijo de Payne, todavía no los llevó porque no se alinearon las agendas. Tenía pensado ver a Styles cuando vino para hacer la residencia semanal en The Late Late Show With James Corden. Celebra muchísimo la aparición de Styles en Saturday Night Live en abril. “Me encantó su imitación de Mick Jagger” del Family Feud Sketch. En cuanto a sus presentaciones musicales, dice: “Me encantó. La está rompiendo”.
Horan incluso ignora lo que dijo Malik después de su salida. “Ah, pffft. Yo sé cómo es Zayn, dice lo que piensa, y está bien”. Trata de la misma manera a Simon Cowell, quien cuestionó públicamente la lealtad de Horan por elegir Capitol por encima de su sello, Syco (1D se formó en The X Factor). “Tenemos un respeto mutuo. Cuando volvamos a juntar al grupo, él va a estar al frente de vuelta”, afirma Horan. Y está seguro de que van a volver. “Cuándo… no sé. No me gustaría que fuera a mis 40. Preferiría en los próximos años”.
El presidente y CEO de Capitol, Steve Barnett, que firmó a 1D cuando estaba en Columbia, dice que vio a Horan pasar de ser “este pequeñín especial de una isla” a “un grande en términos de profesionalismo, humildad y agradecimiento por lo que tiene. Estarías orgulloso si fuera tu hijo”.
Horan pagó la hipoteca de su madre y trató de comprarle una casa de campo a su padre, pero este se rehusó. ¿Fue raro? “No, me encanta –responde Horan, sonriente–. Siempre digo que por un lado está la ignorancia y por el otro la ignorancia irlandesa. Se encuentra en otro nivel. Casi que no acepta mis regalos de Navidad. No quiere saber nada. Solamente desea que vaya a verlo”. La casa de Horan en Laurel Canyon –cinco habitaciones que compró por 4 millones– es modesta para una persona que paga los mismos impuestos que él. Y si bien tiene una pared de trofeos ahí, la sensación que da es que no compra tonteras –salvo alguna que otra guitarra de 20.000, como la Gibson ES-335 de 1961 con la que salió de gira en diciembre–.
En otras palabras, es llamativo cuán libre Horan parece estar del estrés postraumático del estrellato. “Probablemente es algo de donde vengo –explica–. Soy un alma sencilla, yo”.