Permiso, ahí va la respuesta a todos aquellos que alguna vez pensaron «Son feminazis exageradas» –obviando, claro, que el feminismo no odia, ni busca exterminar ni oprimir al hombre−: en 2017, hubo un femicidio cada 30 horas en la Argentina, según el Observatorio de Femicidios del Defensor del Pueblo de la Nación; y en lo que va del año, son 50 los casos de muertes relacionados a la violencia machista, de acuerdo con el análisis del Movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana. Ahora bien, en el Día Internacional de la Mujer, la marcha del #8M intenta visibilizar y combatir las causas que hay detrás de los femicidios, expresión final del patriarcado. A diferencia de la protesta que llevaba la consigna «Ni una menos», la movilización de hoy pone como protagonista a la mujer trabajadora, así como el 8 de marzo de 1857, un grupo de mujeres del sindicato de costureras salieron a la calle a reclamar por sus condiciones laborales; marcaron, de este modo, una de las primeras manifestaciones en pos de los derechos laborales de la mujer.
Según el estudio que realizó el medio Ruidosa (con recolección de datos a cargo de Natalia Suazo y Martina Piña) en Latinoamérica, un 78,1 por ciento de los artistas que ocuparon escenarios de la región en 2017 son hombres o bandas compuestas solo por hombres. Si se descuentan las bandas mixtas, solo un 10,6 por ciento de los números artísticos en festivales del año pasado fueron exclusivamente de mujeres.
Dentro de la región, Argentina es el país con menos participación femenina (13,2 por ciento), incluyendo a solistas y bandas mixtas. Para llegar a esta conclusión, Ruidosa estudió desde 2016 hasta la primera mitad de 2017 a los festivales Bue, Personal Fest Verano, Lollapalooza Argentina y Cosquín Rock, y los comparó con otros de Latinoamérica. Además, entre los cinco festivales latinoamericanos que menos representación femenina tienen, dos son argentinos: el Cosquín Rock es el que menos mujeres tuvo, con una grilla en el que el 89,1 por ciento fueron hombres y hubo solo un 10,9 por ciento de representación femenina, y un 2,7 por ciento de solistas mujeres; el Personal Fest Verano tuvo un 85 por ciento de hombres contra un 15 por ciento de bandas mixtas, y ninguna mujer solista.
Sin ir más lejos, en el Lollapalooza Argentina de este año, Lana del Rey fue el único proyecto encabezado por una mujer dentro de los 29 nombres que aparecieron en las dos primeras líneas del line up de cada uno de los tres días. Y en el escenario principal del Cosquín Rock, por ejemplo, solo estuvieron Gabriela Martínez −bajista de Las Pelotas−, Andréa Báez, Flora Ciarlo y Paula Varela −corisetas de Ciro y Los Persas−, Kianí Medina −corista de Residente− y Adriana Rodríguez y Florencia Ibarra −coristas de Ratones Paranoicos−. Ninguna de ellas lideraba un proyecto propio.
“No se está hablando de una ventaja de la mujer sobre el hombre. Se está hablando de compartir privilegios. Hace dos días me bajé de un evento por el Día de la Mujer porque consistía en un montón de mujeres cantando, en su mayoría, canciones de hombres. La respuesta de una de las personas de la artística fue: ‘Es que no hay tantas canciones cantadas por mujeres’. Eso a mí me sacó, porque decir que no hay 30 canciones contemporáneas en inglés y en español es querer invisibilizar a la mujer, porque hay un montón −cuenta Barbi Recanati, exUtopians−. Que haya menos mujeres que hombres en la música no es por una cuestión de talento ni cuestión de mérito, es porque realmente, durante muchos años, a la mujer se la invisibilizó. Hoy la mujer está mucho más expuesta que antes, pero hace no mucho, cuando yo tenía 12, 13, años, yo prendía la tevé y las únicas que veía en la tele eran mujeres extremadamente sexys. Y si no eran extremadamente sexys, tenían que ser la persona, no la mujer, más talentosa del mundo, como Björk. Yo era simplemente una chica medio feucha que quería hacer música, y no tenía ejemplos. Si eras un tipo medio feucho que quería ser músico, tenías miles de referentes: tenés un gordo pelado que canta en Pixies, tenés un petiso fulero que canta en AC/DC. Yo me tuve que cruzar con Patti Smith para sentir que yo podía ser mujer y estar arriba del escenario, porque ninguna otra me hacía sentir que podía estar ahí. Hoy, teniendo una visión un poco menos inocente, me doy cuenta de que en el fondo, todas esas mujeres sensuales eran material para hombres. Es momento de que haya un compromiso de parte de la industria para visibilizar”.
Recientemente, Marilina Bertoldi escribió en su Facebook: “Hay que sumar otros cambios. Por citar uno, dejar de venderle a las niñas cocinitas, escobas y planchas en las jugueterías. Caele a tu sobrina con una batería y caete de culo con lo que pasa después. Hay que entender que la distinción de sexos por actividades es nada más y nada menos que un condicionamiento de sus expectativas futuras. Podemos decirle mil veces a una nena que puede hacer lo que quiere, pero si no tiene el ejemplo y las herramientas, entonces, como adultos no estamos haciendo todo lo posible. Siempre que toco en festivales, las mujeres estamos contadas con los dedos, y no por la falta de mujeres en la música. Apoyemos la igualdad de representación en los escenarios visibles y sumemos los cambios restantes, y en el futuro veremos los frutos. Total, bandas intrascendentes de hombres ocupando espacios enormes ya hay muchas”.
Para esta nota, Bertoldi agrega: “Cuando una banda tiene o es de mujeres, está naturalizado el pensamiento de que es una rareza, que está fuera de la norma. Los festivales específicos de mujeres dan a entender que de alguna manera la mujer puede llegar a tener un lugar, pero que ese es un caso aparte. Necesitamos ser incluidas en los espacios ‘normales’, lugares donde no tiene que ser una excepción el hecho de que haya una mujer. Se naturalizó al hombre como lo normal y la presencia de la mujer como lo raro. Imaginate si el Lollapalooza cerrase el festival con todos headliners femeninos. Todos dirían ‘Este es el año femenino’, cuando siempre los headliners fueron masculinos en su mayoría y nunca nadie hizo ese comentario a la inversa”.
La bajista de Eruca Sativa, Brenda Martin, aporta su mirada: “Antes no me gustaba cuando se hacían eventos de mujeres solas porque me parecía que era como autosegregarnos. Yo decía ‘Tenemos que hacer rock, no rock de mujeres’. Y hoy lo veo de una manera completamente distinta. Tenemos que ayudarnos entre nosotras para que la gente en el futuro pueda elegir a las propuestas musicales por su calidad o sensibilidad artística, y que sea totalmente común ver a la misma cantidad de mujeres y varones arriba del escenario. La escena lo pide a gritos”.
Paula Maffía, cofundadora de Las Taradas, argumenta: “Estamos peleando contra el establishment más recalcitrante, que son los medios y cómo ellos invisibilizan a la mujer frente a la sociedad. El capitalismo, que es horrible por donde lo mires, tiene una sola virtud. En su afán de devorar todo, no discrimina. Entonces, ya empieza a entender que la mujer es un individuo, maneja el dinero y tiene deseos. Y ya se empieza a hacer cosas custom para la mujer. Nosotras tenemos que ser un poco pillas y empezar a organizarnos antes de que el capitalismo nos termine de robar el label feminismo. Ya has visto las remeras en Complot de “Be A Feminist”. En inglés, obvio. Hay que realmente cuestionarse la etiqueta ‘Mujer’. Cómo te afecta a vos la sociedad patriarcal y cómo le afecta a una piba en una comunidad wichí. Porque si realmente la deconstrucción empieza en una y termina en una, es una pavada. Hay una condición femenina grande que tiene siglos encima. Nosotras tenemos que, de una vez por todas, organizarnos y generar nuestros propios festivales; y de a poco generar un movimiento que pueda competir con el Cosquín. El Cosquín se va a morir”.
«Soy una persona muy positiva, suelo encontrar para qué sirve cada experiencia. La mujer cada vez tiene más presencia. Es un momento de mucho empoderamiento en todos los ámbitos, en los festivales y en todo lo que tiene que ver con la industria. Estaría bueno que tomáramos consciencia de que todo es universal y de que no se separa por masculino o femenino. Vamos camino a eso«, comenta Lali Espósito.
“Yo nunca me sentí directamente discriminada ni acosada −dice Marcela Morelo−. Tengo suerte. Sí, en ocasiones he pensado que si fuese hombre estas mismas canciones tendrían otra repercusión. El cambio es una necesidad en cuanto a la igualdad de oportunidades. Yo prefiero ver la parte positiva de la cosa. Se destapó la olla, y eso está buenísimo. Ya no está esa cultura de callarse, y eso hace que ahora los hombres se cuiden mucho más. Hay una alerta”.
Recanati las complementa: “Yo soy una mujer llena de privilegios, pero eso no significa que las mujeres tengamos esos privilegios. Yo tuve una mamá y un papá que me dieron las libertades que muy pocos dan, tuve una educación de privilegio y tengo una contención, respeto y amor que a mí me ayudaron para conseguir las cosas que hoy tengo; pero no las conseguí por ser mujer, las conseguí a pesar de ser mujer. Y eso para mí es muy importante, porque a veces hay mujeres que dicen ‘Bueno, pero si yo estoy acá y puedo todas pueden’, y eso es mentira. Como la escuché decir a Malena Pichot: ‘Se trata de hacer justicia social, y eso a la gente le incomoda’”.
Miki Lusardi, periodista en MTV Latinoamérica, Telefé Noticias y Rock & Pop, expone: “Hay que romper con el proceso de idolatrar, así se rompen todas las asimetrías posibles; una de esas asimetrías es que cuando somos chicas nos enseñaron a que tenemos que idolatrar superhéroes o estrellas de rock. ¡Tenemos que querer convertirnos en una de ellas, si es lo que deseamos! Por eso, cada mina que se sube al escenario es un pequeño paso hacia esa sociedad no patriarcal que estamos tratando de construir”.
“Lo que pasa en los festivales no responde a los porcentajes de la realidad. Hay menos mujeres en todos los ámbitos, pero cuando en ese ámbito hay un micrófono y la mujer tiene una oportunidad de decir algo, la desigualdad es peor. La mujer tiene que dejar de ser un fetiche en el rock. Loco, no somos un objeto divertido. Somos artistas”, amplía Lula Bertoldi, cantante y guitarrista de Eruca Sativa.
Sandra Mihanovich también dio si opinión: “La mujer en la música siempre tuvo un camino difícil. Cuando yo recién empezaba a cantar, mi productor Ricardo Kleiman fue a ver a Mario Kaminsky, dueño del sello Microfón, y le dijo que quería que grabemos un disco, juntos. Mario le contestó ‘Bueno, no hay problema, pero vos sabés que las mujeres no venden’. Estaba el prejuicio de que la mujer comercialmente no funcionaba, y creo que con el correr de los años se fue demostrando algo diferente, a nivel mundial y en nuestro país. Yo tuve muchos privilegios; teniendo una madre famosa, las puertas se me abrían, más no sea por curiosidad. Entiendo que no para todo el mundo es así. Hoy en día me reconozco como feminista, a pesar de que hace algunos años me sentía alejada del término. La idea no es confrontar con el varón, sino estar codo a codo con él. Es un momento saludable para ser feminista”.
Su sobrina y también cantante, Sol Mihanovich, dice: “No hay mujeres en los festivales porque no las visibiliza la industria. En el rock nacional hay, pero no demasiadas. Me parece que ellas estuvieron en un momento histórico muy diferente. En los años 80, por la guerra de Malvinas, se prohibió la música en inglés, y eso hizo querer que florezca mucho la música nacional, no solo la de las mujeres sino también de los hombres. Pero desde ese momento hasta hoy, fueron muy pocas las mujeres que en este país pudieron hacer una carrera sólida, por lo menos de mi generación, los que tienen treinta y pico”.
“No creo que la exclusión de la mujer sea a propósito, tipo ‘No vamos a poner a ninguna mina porque son todas pelotudas’. Hay una rueda que se retroalimenta con la radio, los diarios, las revistas y otros factores que influyen en que se piense que la mujer no garpa. Todo nos lleva a que las mujeres nos identifiquemos más con el rol de groupie que con alguien que está arriba del escenario”, explica Mariana Päraway. Y sigue: “A nosotras se nos exige que toquemos zarpado, que estemos potras, que seamos jóvenes… un montón de cosas que no son iguales para el otro lado”.
Agustina Vivo, que está al frente de La Femme D’Argent, sumó: “Yo puedo aportar desde mi experiencia en la Bienal, que de 25 seleccionados, solo cuatro eran proyectos de mujeres y dos tenían mujeres en la banda. Siendo organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Bienal debería haber tomado cierta actitud para revertir esto. Es necesario que demuestren compromiso, conciencia y colaboración. Hay una cuestión sistemática que no favorece a la mujer, y en consecuencia hay que tomar medidas para corregir la desventaja”.
“Yo el otro día le dije a un productor ‘No pusiste a ninguna chica’. Y él me contestó ‘¿A quién querés que ponga?’. Se piensa que no hay, o no entrás en el catálogo, se olvidan un poco de que existís. Este es el año de la mujer. El hombre no se tiene que asustar por eso; al revés, el hombre tiene que aprovechar que la mujer se quiere mover. Es como un juego: movés una ficha y se mueve todo el tablero. Es la posibilidad para todos de movernos, sino el hombre se tiene que hacer cargo de un montón de cosas que tampoco elige”, dice Sofía Vitola, al mando de Potra.
“Es muy difícil que te tomen solo por músico, que no te juzguen por la ropa ni por la apariencia, si no es eso lo que ofrecés −agrega Sol Mihanovich−. Por ejemplo, el comentario para Adele siempre es ‘¡Es gorda y triunfó!’, no ‘¡Es talentosa y triunfó!’. De hecho, me pasó que en 2014 tuve que entrevistar a Roberto Pettinato, y sin conocerme ni hablarme antes, me dijo: ‘Vos deberías bajar unos kilos’. Él estaba con Tamara, su hija, que le dijo ‘Papá, callate’”.
Entre las otras situaciones abusivas que dificultan el camino de la mujer en la música, Naomi Preizler denuncia: “Hay muchos prejuicios. Si sos linda, sos solo un objeto sexual, y es como que no servís para otra cosa. En una fecha que tenía en Niceto, un chabón me preguntó ‘Che, ¿vos cómo llegaste hasta acá? ¿Estás saliendo con el productor o le chupaste la pija?’. Y se reía con los amigos. Si sos linda no te toman en serio. También me pasó que estaba buscando mánager, y uno me dijo que quería acostarse conmigo porque ‘tenía que conocerme más en la intimidad’. Lo mandé a la mierda, a lo que me respondió: ‘No sabés quién soy, tengo mucho poder’”.
“A mi mánager le preguntaron ‘Pero, ¿cómo? ¿No te garchás a la piba? Porque como insistís tanto con la banda pensábamos que te la garchabas’ −concluye Recanati−. Y ni mencionar si te casás y tenés un hijo. Ahí, muchos se olvidan de vos y pierden el interés, porque lo único que querían hacer era cogerte. Sí, faltan mujeres al frente. A las mujeres se las pone en lugares estratégicos para no romper las pelotas. Mujeres talentosas hay un millón, entonces no hay ninguna razón para que no estén en los lugares principales”.
MARCO LEGAL
“El año pasado se presentaron dos proyectos de ley en la Ciudad de Buenos Aires relacionados a la presencia femenina en las artes, pero ninguno se trató: uno proponía la regularización del BAFICI incorporando perspectiva de género; y el otro, garantizar la real participación de las artistas y gestoras culturales mujeres y de géneros no binarios en el ámbito de la Dirección General del Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires. En ese sentido, la Ciudad no cuenta con ninguna normativa para asegurar la real participación de las mujeres en los festivales que el Gobierno de la Ciudad tiene a su cargo, ni tampoco cuenta con incentivos para que las empresas privadas lo hagan. Sin ir más lejos, el Ciudad Emergente del año pasado tenía 61 bandas conformadas solo por hombres sobre una base de 79”, explica Alejandra Iriarte, que forma parte de la Red de Abogadas Feministas.