¿Cómo nació el proyecto de Morocho?
Lo primero de este proyecto fue el demo de Por una cabeza; ahí me dije que esto podía ser un disco. El bombo en el estribillo, la guitarra, me gustó… Me resultaba original, le encontraba algo medio brasileño, y lo grabé con Kevin Johansen.
Las canciones de Morocho demuestran, a la vez, la grandeza, versatilidad y actualidad melódica de las canciones de Gardel y un gran trabajo de reversionar los tangos en clave pop.
Yo quería hacer un disco de canciones de Gardel sin pegarme a la idea ni el sonido original de tango. Por otro lado, la última época de Gardel no es tanto de tango como latinoamericana: Volver y El día que me quieras son prácticamente standards, sin lunfardo; el letrista de esta época es Alfredo Lepera, que era brasileño. Los límites del pop son tan lejanos que se puede hacer cualquier cosa, cualquier relectura y usar cualquier valor estético para encarar una música. Ir hasta antes de Piazzolla me parecía un plomazo, es algo antiguo. Por lo que me dije: “Voy a hacerlas a mi modo, como un disco mío, pero con canciones de Gardel”. Considero que son relecturas de las canciones de Gardel.
¿Qué impresión te dejó el trabajo con los invitados, compartir el estudio con músicos desde Martín Buscaglia hasta Miranda, desde Onda Vaga a Rubén Albarrán, Julieta Venegas, Chano, etc.?
Varios de los invitados son amigos: Kevin, Buscaglia, los Onda Vaga, Chano. Otros llegaron a través de ellos, como Moreno Veloso a través de Onda Vaga, Julieta Venegas escribiéndole, Rubén Albarrán a través de Humphrey Inzillo. A medida que fui avanzando con los demos me pareció que era tan amplia la idea de hacer un disco con canciones de Gardel que me sedujo compartir. Yo suelo ser medio hermético en las producciones. En general mis discos no tienen muchos invitados, esto fue un aprendizaje para mí; abrirte a la realidad del otro y trabajar con personas con carácter muy marcado a la hora de entrar en un estudio. En la mezcla hubo un aporte muy especial de Ezequiel Cronenberg, que siempre suma desde la mirada del productor.
El 18 de marzo también se va a presentar el videoclip de Volver, filmado junto con con Rubén Albarrán en México. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue hermosa. Llegamos a México, lo pasamos a buscar a Rubén por la casa a las cinco de la mañana, y fuimos hablando de la vida hasta el lugar del rodaje. Una finca en una zona espectacular, fue muy intenso, la verdad. Quisimos hacer un western mexicano. El videoclip no me dejó, horrible (risas); hace un tiempo dije no hago más “cosas” en los videoclips, y buscamos que no fuera solemne, porque la solemnidad es un “art-killer”. Pienso que cuando la gente dice que hay que tenerle respeto a una obra está diciendo algo por decir. Para mí lo que hay que tener es búsqueda, tratar de ir al clavo. La mirada transformadora.
¿Qué expectativas tenés para la fecha en el Club Cultural Matienzo?
Viene muy bien. Van a estar Kevin Johansen, Leo García y mi hermana María como invitados. Voy a presentar canciones nuevas, presentar el videoclip de Morocho y voy a tocar algunas canciones viejitas, así que va a ser bastante completo.
Morocho es un disco de verdadera continuidad porque es actual. Está contra la solemnidad y el tabú de romper para poder continuar con la tradición, especialmente la tanguera.
El otro día leí que en una nota vieja Piazzolla decía: “En Argentina se puede cambiar todo menos el tango”; el periodista le decía: “A vos te combatían”, a lo que él respondió: “Me siguen combatiendo”. Hay que cambiar. Acá no hubo la continuidad clara que se puede ver en las tradiciones musicales de otros lugares, como lo que pasó con el blues, el R&B, el rockabilly, el rock & roll y todo lo que viene después. En cambio nosotros nos pasó distinto, es como si en la década de 1960 hubiésemos sufrido otras invasiones inglesas. Ahí el rock se pelea con el tango y tiene que armarse con el tango pero desde un lugar muy raro, porque no viene de ahí. Es más rara nuestra historia. Acá el rock desembarcó con todo un movimiento social; lo llevamos como lo llevamos. El tango no evolucionó como pasó con músicas de otros países. Lo que pasó por ejemplo con el tropicalismo en Brasil. Se acepta la contradicción y la mezcla pero hay un cuidado y una defensa de las raíces, una adaptación a las realidades sociales del país. Acá si se te rompe una guitarra criolla la podés arreglar, pero si te compraste pedales, guitarras eléctricas, sintetizadores, samplers, amplificadores, y te los afanan, reponerlo es imposible. Por eso pienso en el tropicalismo en Brasil, que tiene instrumentos como la guitarra criolla, un par de acá, un par de allá, pero defendiendo la evolución de las raíces; entonces eso avanzó.