Camperas de cuero, metal en las venas y ganas de rockear. Casi 40 mil personas revolearon sus melenas en el Parque de la Ciudad. Si bien Motörhead tuvo problemas de sonido porque hubo interferencias con el partido entre San Lorenzo y Vélez que se jugaba al mismo tiempo, Lemmy Kilmister estaba animado. Con su gorra militar, sus lentes de sol oscuros y su famoso bajo Rickenbacker, quebró el silencio a las 17.20 con Shoot you in the Back, Damage case, Stay Clean, Metropolis y Over the Top, rodeado de una pared de amplificadores Marshall. Con fuerza y actitud, se notó la influencia blusera de la banda en Do you Believe y Last Woman Blues. El baterista Mikkey Dee, que tenía la remera con el monstruo de tres cabezas Snaggletooth, creado por Joe Petagno para el álbum debut del grupo, hizo un solo vibrante en Dr. Rock. Hay que reconocer que la voz de Lemmy está más afónica que hace 40 años, pero Motörhead demostró que sigue teniendo potencia y que todavía puede arrancar cabezas a pesar de las fallas de sonido y del poco caudal de voz de su líder, sobre todo en The Chase is Better than the Catch, Just Cos’ You Got The Power, Rock It, Ace of Spades y Overkill.
A las 19, Judas Priest subió al escenario y cautivó a la multitud con Dragonaut, Metal Gods, Devil’s Child, Victim of Changes y Halls of Valhalla. Rob Halford buscaba las cámaras para los momentos clave. De rodillas en el escenario, pegó gritos sublimes provocando aplausos de respeto y admiración. Para aumentar la adrenalina, eligieron los hits Turbo Lover, Redeemer of Souls, The Hellion/Electric Eye y Jawbreaker. En Hell Bent for Leather, Halford apareció montado en una moto chopera mientras los fanáticos enloquecían. La banda invitó al público a romper la ley en Breaking the Law, y para cerrar el show eligieron Painkiller. Los músicos de Judas Priest no perdieron su magia y dejaron que cada uno de sus integrantes pudiera lucirse.
A las 21 llegó el momento de Ozzy Osbourne. El príncipe de las tinieblas irrumpió en el escenario, agarró el micrófono y sacudió a la audiencia con Bark at the Moon, Mr. Crowley y I Don’t Know. Cantó hits de Black Sabbath: War Pigs, Iron man, Fairies Wears Boots y Paranoid. Ozzy está activo y todavía tiene cuerda para rato. En sus ataques de locura buscó una manguera y apuntó a los fotógrafos, llenándolos de espuma en la primera noche fría de otoño. Ozzy es un showman, agradece que lo hayan ido a ver, le pregunta a su público si la está pasando bien y lo incita al descontrol. Un fanático hasta logró subirse al escenario, pero cuando lo abrazó por la espalda, fue sacado rápidamente por el personal de seguridad. Con calma, Ozzy siguió como si nada, sin ningún berrinche. Eso sí, se quejó del frío y le acercaron un tapado. La luna encima de Ozzy en Shot in the Dark y en Fire in the Sky le dio un toque místico a la noche. El príncipe de las tinieblas desató su furia en I Don’t Want to Change the World y Suicide Solution. Lo único que faltó, a diferencia del show de Brasil, fue Mama I’m Coming Home. El Monsters of Rock demostró que, a pesar de que los años dorados del metal ya pasaron, sus monstruos siguen vivos.
Fotos: Víctor Guagnini / Buenos Aires Metal Shows