Podría parecer de esos productos armados: aquellos artistas que solo por haber colaborado con algún músico reconocido cobran un renombre internacional. A juzgar por su cantidad de singles –diez, sin contar las colaboraciones–, esa podría ser la primera lectura de la historia de Karen Marie Ørsted. La danesa lleva más de 1800 millones de visitas en el video de YouTube y la mayor cantidad de reproducciones de la historia de Spotify con su single Lean On, con Major Lazer.
La cantante, que visitará nuestro país para el próximo Lollapalooza del 1º de abril (y tendrá un sideshow en Niceto el 30 de marzo), nació en una familia de clase media, con padres profesores, una infancia muy tranquila y una adolescencia investigando entre el activismo político, el punk, el feminismo y la rebeldía, hasta que, un buen día, le llegaron la fama y los viajes por el mundo.
Pero por varios motivos, MØ no es una típica niña pop de fábrica: desde los seis años que se dedica a la música, está empecinada en salir de su zona de confort y tiene una voz realmente distintiva. “Siempre soñé con un trabajo que me permitiera viajar, así que, por más cansador que pueda ser, jamás me va a dejar de gustar”, explica sobre su ambición inicial, que comenzó cuando un amigo de su padre le enseñó a tocar el piano, ya que en su casa no había mucha cabida para la música. Su padre es psicólogo, su hermano médico y su madre maestra. “Y yo era enferma de Spice Girls y me cabía rapear”, confiesa orgullosa.
Su nombre artístico en Dinamarca significa algo totalmente contrario a lo que suena: virgen, poco preparada para la vida, inocente; una directa ironía a lo que ella concibe como su espíritu “insaciable, algo estúpido, joven y contradictorio”. Aparte de venir de las iniciales de “Marie Ørsted”, su alias también proviene de su abuelo pintor, que firmaba como “MØ” en sus cuadros.
Es la primera vez que viene a nuestro país y estará tan solo una semana. Después se irá para Brasil o Chile. “Nunca estuve en Sudamérica y me muero de ganas de conocer –dice con una voz grave y un inglés con acento escandinavo–. Escuché las mejores cosas de Buenos Aires, así que vengo en búsqueda de aventuras, de conectar con las personas que me vengan a escuchar, y a conocer un poco la ciudad”.
Fue en una entrevista que hizo para DIY, revista del Reino Unido, donde expresó un enorme deseo por colaborar con Major Lazer. Luego un lector tuiteó nombrando a Diplo y este aceptó la oferta, contactando directamente a Ørsted. Así surgió el single XXX 88, que la llevó a aparecer en las listas de promesas de Spotify de 2013 y 2014. A eso le siguieron varias colaboraciones con Diplo (cuando Rihanna rechazó participar en Lean On) y el siguiente single del año pasado, Cold Water, con la participación de Justin Bieber.
Uno pensaría que nada se puede poner más pop que eso, pero su música es el resultado que se espera de una artista que creció con ilimitado acceso a música de cualquier rincón del país –algo más habitual en los europeos–, una mezcla de muchos géneros que hace poco ni tenían nombre: synthpop, electropop, indie pop, etc.
En este disco, MØ demuestra que de algo sirvió haber tenido una banda de rap durante años con una amiga. Sus letras e improvisaciones hacen que cualquier lírica sea un gancho para otra cosa. Nada pega, pero todo se conecta. “Siempre me gustaron mucho el punk, el rap y la politización. Nunca me van a dejar de gustar. De alguna manera, soy quien soy gracias a eso”, alega. “Para mí, las mejores canciones uno las escribe cuanto más auténtico se va poniendo, y creo que pasó eso en este disco. Maduré”, explica risueña.
“De alguna manera, yo era una persona no tan popular, no era de las típicas minas perfectas. Y creo que eso de ser medio outsider me forzó a buscar nuevas herramientas en lugares míos que no conocía. Eso tuvo que ver mucho con mi búsqueda en el punk, me di cuenta de que si me rodeaba de esa gente, me sentía normal, una más, a gusto conmigo misma”.
¿Cómo mantenés tu cabeza sana con tanta popularidad?
Es un ejercicio y cuesta, pero creo que una de las formas más efectivas que tuve, contra todo pronóstico (ya que mucha gente te dice que es preferible que formes una capa protectora y te pongas una careta antes de exponerte), fue cuidarme siendo lo más honesta y auténtica posible. No pensar demasiado y seguir actuando como actué siempre. Eso me protege de todo, porque nunca me la termino creyendo. Estoy contenta de ser mujer antes que popstar.
¿De qué manera te influyó haber nacido en Funen, Dinamarca?
Vengo de una familia de clase media. Mi mamá es maestra, mi infancia estuvo llena de cosas normales en los suburbios de un pueblo pequeño y siempre supe que yo era alguien normal. Por eso, no me cuesta tener un golpe de realidad cuando lo necesito. Volver me genera eso. Es muy bueno sentir que uno puede darse el permiso de ser quien quiera ser.
¿Cómo te sentís respecto a tu último álbum?
Todavía me encuentro en el proceso de tragarlo y asimilarlo, pero estoy feliz y conforme con el resultado. Es mi trabajo más maduro hasta ahora. Lo que más me tranquiliza es que mis fans más dedicados lo entendieron. A pesar de que sean letras abstractas, son conceptos universales que todo el mundo conoce. Y la música es comunicación, si el mensaje llega a destino, eso es lo más importante.