Si googleo su nombre, aparece un featuring en un tema de Kevin llamado “Es como el día” de 2016 y unos coros de bebé en “Everything Is (Falling Into Place)” -otro trabajo de Kevin pero de 2004, cuando Miranda solo tenía 7 años-. Aparece eso y –nada menos que- “Fata Margana”, de 2019. Un ejemplar de 7 tracks, con 6 originales recién salidos del horno y un cover delicioso (“Harvest moon” de Neil Young) para cerrar. Hija de tigres, Miranda Johansen vive la música como algo natural desde que tiene memoria. Desde jugar con vinilos y cassettes, escuchar a Kevin o ver bailar a Mariana, su mamá, hasta levantarse de resaca un domingo y que haya un disco sonando al palo. A sus 22 años, quiere hacer de ese juego un estilo de vida. Por eso, lanzó una especie de ensayo que, lejos de sonar a debut, eclosiona y conmueve con la contundencia de una grande.
La data salió de un viejo baúl familiar. Ahí, detrás del polvo de los recuerdos, estaba todo lo que su abuela materna había dejado al morir: obras, poemas, cuentos y artículos feministas publicados en revistas de la época. Políglota y profesora de inglés, lengua y filosofía, Marta Gloria Calvet dejó también una herencia ineludible: su libro Fata Margana, que bautiza este disco debut. El nombre refiere a un espejismo provocado por la inversión de la temperatura que crea una ilusión óptica. Fascinada, Miranda se obligó a bucear en la historia familiar para saber cuánto de ficción y cuánto de realidad había alrededor de esa abuela controversial devenida en heroína.
En 2016 abandonó la carrera de cine y se empezó a juntar con amigos para jugar a ser música. Será ese gustito por la rosca audiovisual que la llevó a filmar un video para cada tema del álbum. Hasta hoy, solo se puede ver uno (“El gigante”, realizado junto a Bruno Adamowsky y con la actuación de Federico Fontán). Habrá que dejarse sorprender por los demás videos, porque lo único que adelanta es el concepto: cuerpos en movimiento habitando un espacio.
Se la ve despreocupada y con ganas de charlar. Revuelve el cafecito con esos dedos larguísimos que se entrenaron unos años en piano, con un instrumento que le dejó Liniers. En seguida el reclamo de hija mayor: “¿por qué mis viejos no me mandaron a estudiar más música desde chica?”. Siente que le falta, pero lo hace a su manera. Primero tararea algo en su cabeza, después lo traduce a piano o viola y ahí Laucha, su amigo y productor, la ayuda y lo va traduciendo. Entre ambos meten mano hasta lograr la primera maqueta. Algo de esa intuición y del tono lúdico se siente al escucharla. En cada nota, Miranda está en una. Los temas son suaves, sensibles y eróticos pero con un grado de sutileza y de intimidad inmenso.
“¿Qué género hago?”, le pregunta a Kevin por Whatsapp. “Retro-futurista…Rock de barrio (Norte), Pina Bausch meets Bad Bunny…nada, decí que sos una (des)generada”. Su playlist lo refleja. Aparecen desde Leonard Cohen, Roy Orbison, Ile y St. Vincent hasta Juana Molina. La destacada de su Spotify: la lista “Diosas” (recomendadísima). Algunas de sus referencias son Marisa Monte, Charlotte Gainsbourg, Gorillaz, Damon Albarn y Patti Smith. Para la presentación en vivo de Fata Margana, está trabajando en una puesta de luz para cada tema, porque los considera, a cada uno, un cuento. “Todo es un collage y nada está en un cajón. Quiero llevar ese concepto al show”, adelanta. Y promete vientre, sombras y espontaneidad para el jueves 25 de abril en La Tangente.