Marquise Knox está considerado la nueva revelación del blues desde que llamó la atención en la escena mundial con su disco Man Child, que grabó con apenas 16 años. Hace dos años hizo su primer tour en Europa con su banda completa, y ahora por primera vez vino a nuestro país, de manera casi silenciosa, donde tocó en Buenos Aires y en La Plata. También estuvo en Brasil, donde se presentó en distintos festivales compartiendo escenario con referentes de primer nivel del jazz y del blues como Billy Cobham y Jennifer Batten, exguitarrista de Michael Jackson. Recientemente, fue convocado por Taj Mahal para tocar en abril en el Lincoln Jazz Center, en un tributo especial que se está organizando por los cien años del nacimiento de Muddy Waters. Hay que prestar atención a este joven que, más que una promesa del blues, ya es una realidad.
Tenés apenas 24 años, pero tu primer disco, Man Child, lo grabaste a los dieciséis.
En realidad, mi primer primer disco lo grabé cuando tenía catorce, en St. Louis, que se llama Mississippi Delta Boy. Después, en 2006, grabé otro llamado Rise Up. Dos años más tarde hice Man Child, que fue el primero con una discográfica nacional. Y en 2010, Here I Am, un disco grabado en directo. Así que ya tengo cuatro LP’s grabados.
¿Estás de acuerdo cuando se dice que sos la gran promesa del blues?
Lo acepto. Hay muchos tipos haciendo blues, pero siento que lo usan para vivir y después quizás giran hacia el pop o el rock. Yo soy un blusero tradicional. Incluso en mi remera tengo escrita la leyenda: “Yo soy el blues”.
¿Es un género para gente grande?
Era para viejos hasta que empecé a tocar yo [risas]. Si una mujer se pone a bailar, sea de la edad que sea, los hombres la van a seguir. La gente se sorprende cuando ve que hay alguien de su misma generación que no está rapeando, y que está tocando blues, y cuando escuchan, se mueven como peces. Hay muchos exponentes jóvenes que están volviendo a las raíces, porque el blues es la raíz de la música negra. Hasta para tocar góspel hay que pasar por él.
Dijiste que el blues debe pasarte por la sangre para tocarlo. ¿Qué significa eso?
Que todos tenemos un ADN, y el mío está directamente relacionado con el blues. Muchos de mis antepasados eran bluseros. A mí me enseñó a tocar mi tío abuelo, que está influido directamente por el blues del delta. Hasta mi abuela podría cantarlo como si fuese un hombre. Nosotros nos pasábamos toda la noche tocando en ferias en las que no nos pagaban, sólo recibíamos algo para comer. Esa es la historia de dónde vengo.
¿Quiénes son tus principales referentes?
Lightnin’ Hopkins sería uno. A mi tío abuelo le encantaba, lo escuchábamos día y noche, así que atravesó mi música de manera inmediata. John Lee Hooker y Jimmy Reed son otros. You Don’t Have To Go es la primera canción que aprendí a tocar, pero cuando cumplí diecisiete empecé a escuchar bien a BB King y a Albert King, que tocaban diferente de aquellos, pero aún así mantuvieron la tradición. Prefiero mantenerme ligado al blues tradicional porque ya hay demasiados bluseros que se ramifican a otras formas, y no tantos que mantengan el estilo Hoochie Coochie.
¿Y qué le podés incorporar vos al género en este momento?
El sentimiento. No digo que los jóvenes de ahora no lo tengan, pero yo siento que lo llevo muy adentro. Cuando me preguntan qué sé sobre el blues, me río, porque yo nací con él. Hay muchos que lo eligen porque les gusta, pero no todos nacen en el blues. Puedo decir que aprendí a correr antes que caminar, y a cantar el blues antes que hablar. Cuando canto blues, quiero que la gente entienda que lo hago por mis ancestros. Canto para la gente que tuvo algo que decir, pero no pudo. Gente que podía ser colgada si expresaba su opinión en otro tiempo. Pero ya no vivimos en la Edad Media, así que yo puedo expresarme libremente.