Mario Daniel Pergolini (52) nos recibe en su oficina de Colegiales. Se lo nota distinto, más tranquilo y de buen humor. Su niño interior se ve reflejado en cada uno de los juguetes y recuerdos que decoran su biblioteca y que cualquier coleccionista podría desear. Es que el ex Caiga Quien Caiga se comporta de repente como un chico. Desde un casco original de Ayrton Senna hasta un Stormtrooper de tamaño real (cortesía personal de George Lucas), todo forma parte de un santuario en donde, entre reunión y reunión, combina creatividad tecnológica con su comprobada capacidad como comunicador y sus obligaciones como empresario. Paradójicamente, su búnker de operaciones de tres pisos está ubicado unas pocas cuadras más cerca de Rock&Pop que de Vorterix. Son momentos en donde el conductor de Mala mía y excandidato a la vicepresidencia de Boca Juniors se sigue reinventando a la velocidad que proponen las redes sociales, mientras vive de cerca el recambio generacional del rock nacional y la aparición de nuevos paradigmas.
¿Cómo analizás el momento que está atravesando Vorterix?
– Es una transición. Al principio era más sencillo, porque fue un primer golpe efectivo. Era disruptivo. A cuatro años desde que nacimos, el streaming y la música se volvieron un commodity, y el impacto que daba transmitir un show desde nuestro propio venue, que era buenísimo, ya es normal. Mantener esa atención en usuarios que ya no se sorprenden por casi nada fue medio complicado. Tuvimos dos años de aprendizaje del comportamiento de un público que se acostumbra muy rápidamente a cosas que en primera instancia son una maravilla. Fijate Pokemon Go, cómo el furor inicial rápidamente se fue desinflando. Es como cuando a un chico le comprás un robot, lo abre y se queda jugando con la caja. En un medio hostil como Internet, la tecnología atraviesa a las audiencias de forma muy concreta. Lo que hace cuatro años tenía un valor, hoy quizás ya no existe. El “consumo cuando quiero, lo que quiero, en la plataforma que quiero” es mucho más tangible. Por lo tanto, los programas en vivo ya no son consumidos como antes. En los últimos años se perdió una audiencia muy grande. Casi no hay menores de 25 años escuchando radio. Quizás porque los programas hablados se transformaron en un montón de no tan chicos contando anécdotas; y después, porque la radio no te va a sorprender tanto musicalmente, solo te puede acompañar. Cuando se aburren un poco, o si no estás cumpliendo las expectativas, la gente abre una playlist en Spotify.
¿Y qué rol juegan los curadores?
– El algoritmo está cumpliendo muy bien su rol. Spotify la pifia muy poco cuando me recomienda música. Lo mismo les debe pasar a ustedes en Billboard. Hemos descubierto que en el último año ya nadie va a tu sitio a descubrir algo. Hoy todos descubren cosas comúnmente en Facebook o en cada microclima, donde otros postean cosas. Además, tengo el Messenger para vincularme con la gente que quiero y listo. Antes decías “Vení a Vorterix. com para enterarte de cosas y noticias”. Ya nadie necesita eso. Ahora todos se enteran de lo que hacemos a través de las redes. La audiencia no está navegando, está en Facebook. Por eso caen las páginas webs. Hay que entender que la audiencia está donde está. Igual, hay que darle al mercado herramientas más lógicas. Cuando yo invierto en creatividad, hago un programa o lo que sea, y algunos lo ven en YouTube, otros en Facebook y otro porcentaje en la web, hay que tener en cuenta a todo eso como audiencia propia. Al final, son distintos instrumentos para llegar.
«Es como cuando a un chico le comprás un robot, lo abre y se queda jugando con la caja. En un medio hostil como Internet, la tecnología atraviesa a las audiencias de forma muy concreta. Lo que hace cuatro años tenía un valor, hoy quizás ya no existe».
Todo está en permanente evolución. ¿Cuán difícil es adaptarse a los cambios cuando son tan rápidos?
– Vorterix cambia desde octubre. Ya no va a ser la página de una radio o de un teatro. Nosotros empezamos a generar contenido propio. De alguna forma, comenzamos a trabajar como una pequeña productora. A lo mejor como Netflix, que entendió que tenía que hacer su House of Cards en vez de ser un videoclub de barrio, e invirtió en su propio contenido. Nuestra primera gran experiencia es una película que vamos a estrenar dentro de poco. Es la película del Indio, que solo se verá por Vorterix.com. La única forma de que una audiencia vaya a una plataforma donde no se mueve comúnmente es dándole una buena excusa de contenido. El problema va a ser cómo monetizarlo. Facebook se está quedando con gran parte del negocio. Hay que entender que ahora la competencia de TN no es C5N ni otro canal de televisión, sino Facebook o Google. Además, sus pequeños movimientos nos afectan a todos de un día para otro. Cuando días atrás cambiaron el algoritmo –donde todo lo que se publica de una página web o una imagen o lo que sea queda dentro de Facebook y nunca más vuelve a tu web–, bajó casi a la mitad el tráfico de las páginas. De alguna forma, las redes tomaron el contenido de todos e inmediatamente le pusieron publicidad.
Más que un medio de comunicación, ¿ahora son una empresa de tecnología?
– Indudablemente, somos tecnológicos. Muchos de los streamings que se hacen, que la gente ve de terceros, los hacemos nosotros con marca blanca. Somos proveedores de contenido y producción, ponemos cámaras, talento y la parte tecnológica. Muchas de las cosas que otros dicen que se vienen, nosotros ya las estamos haciendo. Cuando transmitimos el Movistar Free Music o trabajamos con Lollapalooza, como medio no tenemos nada que ver. Hay muchas cosas que suceden dentro del teatro que muchos no saben. Presentaciones y streamings que funcionan como otro negocio y que otros medios no tienen.
«La audiencia no está navegando, está en Facebook. Por eso caen las páginas webs».
¿Y vos? Pasaste de ser un ícono del rock a un gurú de la innovación.
– De todos los comunicadores que se conocen actualmente, soy uno de los pocos que al menos dice que está todo el tiempo analizando cómo se mueven las audiencias. Nosotros cambiamos Vorterix siete veces. Se viene la octava. Eso no lo hacen ni Cien Radios, ni Metro, ni TN. Cuando les preguntamos a los clientes a quién quieren llegar, ya no les vendemos por horario sino por análisis de audiencias y otros sistemas que tenemos. Además, en este edificio está Dift.co, una compañía que da soluciones tecnológicas para cualquier problema que pueda tener una empresa. Es algo que las agencias no ofrecen. Además, hacemos aplicaciones y un montón de desarrollos digitales para grupos de medios. Ahora, nos estamos adaptando todo el tiempo a estos grandes cambios, en donde no hay fidelidades y donde se consume entretenimiento de una forma muy distinta. Las audiencias están muy segmentadas y hay dos focos muy grandes: Facebook (que incluye WhatsApp, Instagram, etcétera) y el negocio publicitario barato que ofrece Google. Ellos te dicen: “Puedo tirar el tiro exactamente en donde querés”. Nosotros tomamos la decisión de abrirnos de ser exclusivamente una radio de rock y transformarnos en la radio que más música nueva pasa. Vorterix da lugar a bandas que a veces no llevan ni cien personas. No podíamos seguir pasando las diez bandas de siempre. Hoy, la música es mucho más. Es video, es imagen, es redes sociales, es tecnología, es diseño. Decidimos abrirnos y apuntar a aquellos que están dispuestos a escuchar algo distinto. Son los millennials, que además tienen un nombre buenísimo como generación [risas].
«Algunos se enojan cuando no pasamos algo o le decimos a una banda que no está para tocar en Vorterix. Me preguntan quién carajo soy para decirlo».
Hablamos mucho de tecnología, pero no usas Whatsapp ni Facebook.
– ¿Qué tiene que ver? Entiendo cómo funcionan, cómo están programados, cómo es su llegada de audiencias y cómo influyen en las decisiones de la gente. Entiendo que los Messengers están funcionando más que las páginas. No necesito un muro con cosas de otros, con gente diciéndome lo lindo o feo que soy.
¿Qué te parece el recambio musical?
– ¡Superbueno! Se está consumiendo música como nunca y la audiencia es mucho más tolerante. Igual, el “deber ser” todavía queda, y es una mierda. Nos pasa muchas veces que invitamos a una banda y en el Twitter leemos sobre el nivel musical o los tildan de mediocres o me amenazan con que es la última vez que me escuchan. Al otro día, vemos las estadísticas y duplicamos la audiencia. Si le hacemos caso a lo que la gente dice qué debe ser, jamás pensaríamos eso; y si le damos a la gente lo que quiere, demagógicamente, sabemos que vamos a durar muy poco, porque no hay una curaduría. Esto nos dejó claro que Twitter miente y que es una cueva de haters. Nosotros tenemos que dar nuestra propuesta, mostrar el camino y decir por dónde vamos a andar. Cuando invitamos a Lali [Espósito], los roqueros nos preguntaron cuánto nos habían pagado por eso. Todos creen que nos pagan por todo. Yo me pregunto si no se puede ser más amplio y tratar de entender por qué existe alguien como ella. ¿No interesa preguntarle desde otro lugar? ¿Escucharla de otra manera? Me llama la atención Lali como fenómeno. Inversamente, muchas veces también me preguntan por qué traigo al programa bandas que nadie conoce. Sentimos que, de a poco, hay gente que entiende que en Vorterix hay una música que no está en Metro, no está en Rock&Pop, la Mega, One o Vale. Estamos tirando semillas. Esperamos que si alguna vez Barco llena River, se acuerden de nosotros. Eruca Sativa, Bertoldi, los Utopians… son artistas a los que les gusta venir a Vorterix. Nos sentimos responsables. Como cuando quiere venir Ciro.
«Vorterix ya no va a ser la página de una radio o de un teatro. Nosotros empezamos a generar contenido propio. De alguna forma, comenzamos a trabajar como una pequeña productora».
¿Que te genera la llegada de La Beriso a River?
– Creo que es de esa escuela de rock argentino que tenemos: les funciona que la letra sea sencilla de cantar. ¿Es auténtico? No tengo la más mínima duda que Rolo lo hace con toda su alma; es como la película del Indio. Cuando ves a toda esa gente te preguntás qué están haciendo. A lo mejor a uno le da bronca que todas esas personas tengan algo en común, y lo puedan disfrutar. Ese el el ADN argentino. Siempre van a existir esas bandas populares que uno tiende a desmerecer. Igual que al YouTuber. ¿Por qué? ¿Porque le llegó a un montón de gente?
¿Cuánto te nutren tus hijos y las nuevas generaciones?
– Tomi [su hijo de 22 años] desarrolló Portband.com. En un punto cubre una curaduría que han dejado de tener las compañías discográficas. ¿Qué hay por detrás? Un movimiento. Todos los artistas que están ahí están diciendo de hacer cosas juntos. ¿Vendrá un festival Portband? ¡Sí! ¡Ojalá Vorterix lo pueda apoyar! Cuando voy a ver bandas de pibes de 19 o 20 años, se me acercan. Por semana tengo diez discos nuevos para estrenar, que eligen como primera opción venir acá. El nuevo rock argentino está pasando por una etapa de liberación total. Antes, los grupos dependían de un sello discográfico para sonar. Ahora, como saben que ya tienen el partido perdido, hacen lo que les gusta. Cuentan con amigos que hacen videos y ya no llaman al gran director de cine para hacer un clip. Lo pueden grabar y editar en su casa. Tienen máquinas, secuencias, amigos que se tocan todo. Son mucho más vivos. Cuando escuchás este nuevo rock casi pop nacional, son un gran homenaje a Spinetta, y le hablan a su generación muy claramente. Hoy, por ejemplo, pasaba el disco nuevo de Sig Ragga, que en otro momento no lo hubiese publicado nadie.
«Cuando invitamos a Lali [Espósito], los roqueros nos preguntaron cuánto nos habían pagado por eso. Todos creen que nos pagan por todo. Yo me pregunto si no se puede ser más amplio y tratar de entender por qué existe alguien como ella. ¿No interesa preguntarle desde otro lugar?».
Siempre apoyaste bandas. Catupecu Machu dice que cada vez que ellos lanzan algo nuevo, lo hacen con vos. ¿Te colgás esas medallas?
– No… esas medallas… [piensa]. Mirá… ojalá Bandalos Chinos o Silvestre y la Naranja vengan cada vez que saquen un disco y me digan: [hace reverencia] “Como siempre, el primero para vos”. O que Skay me dé la copia número uno de su próximo disco y me diga: “Escuchalo y el lunes lo presentás”. Algunos se enojan cuando no pasamos algo o le decimos a una banda que no está para tocar en Vorterix. Me preguntan quién carajo soy para decirlo.
«De todos los comunicadores que se conocen actualmente, soy uno de los pocos que al menos dice que está todo el tiempo analizando cómo se mueven las audiencias».
A principios de año dijiste que ibas a dejar de hacer radio. ¿Podrías vivir sin estar al aire?
– Antes de empezar con Vorterix ya estaba hecho, no lo digo vanidosamente, pero es así. Hoy en día estoy más enfocado a Dift.co y Appterix. Es muy entretenido, motivador y distinto. Un día estás haciendo bots inteligentes y redes neuronales. Al otro día, estás planificando cómo hacer todo un cambio en la comunicación de una marca de cerveza. Nos encontramos con muchas marcas que nos piden que contemos una historia que funcione. En un punto, nos convertimos nuevamente en una pequeña productora. Ahí decís: “¡No! ¡Otra vez esto!”. Así vamos funcionando. Veo que la radio en la que me crié, donde me formé, donde había comedia, se hablaba y había notas… bueno, no tenemos oyentes para esa gente. Lo muestra claramente que Metro esté quinta. Que la tercera sea Aspen, una playlist de los 80. Que Mega pasó del puesto 12 al 4 echando a todos sus conductores. ¿Qué pasó? Primero se fue un gran segmento, la gente grande ya no tiene mucho tiempo. Todos damos por hecho que en algún momento alguien va a subir los contenidos que más le gusten. Hoy ponés a un pibe a que busque algo en Google, y si no lo encuentra, no lo puede creer. Bueno, estamos aprendiendo a convivir con estos tipos. Poco fieles, rápidos…
¿Te interesa incidir en la opinión pública, incluso en política?
– No. Por eso doy pocas notas. Tiene que ver con la edad. No es necesario. Tuve Twitter durante cuatro días. Pienso que hoy pasa más por otro lado. Sé cómo lograr impacto si quiero, y lo compruebo mensualmente. Cuando viene gente del medio como Adrián Suar o los programadores de Telefé y me preguntan por qué no vuelvo a la tele… Y no, no me interesa. Hoy eso no está en un comunicador. Con una cuenta anónima, alguien que entiende los momentos y los horarios puede lograrlo. ¿De qué sirve ir hoy a la tele a hacerte el loquito y decir cualquier cosa? Es pura vanidad. Llegás a los periodistas que están haciendo análisis de lo que publicás en Twitter. Estará bien para Beto Casella, pero para mí no tiene sentido, no es adonde quiero llegar.
«Hoy, la música es mucho más. Es video, es imagen, es redes sociales, es tecnología, es diseño».
Participaste del lanzamiento del Ford Mustang en la Argentina. ¿Cómo decidís el apoyo a una marca?
– Me importa eso. Las marcas están empezando a entender –aunque a las grandes les cuesta un poco más– que tienen que llegar a otros públicos. La forma de comunicar no es más un comercial que te cuenta un cuentito. Estamos en un contexto donde se puede “skippear” a los 10 segundos un aviso y donde el aspiracional es distinto. Vorterix es un gran jugador en eso. Nosotros podemos hacer contenido ad hoc, campañas, y entendemos que se necesitan distintas tecnologías, creatividades y plataformas. Entiendo perfecto que Ford, más que hacer solo un comercial –que además lo hace– prefiera vincular a un tipo que explica lo que es la marca solo con verlo. Entiende que si Catupecu le compone un tema, es mucho más contenido que hacer un simple comercial. Lo vamos a analizar dentro de 20 años. Lo que hicimos bien y lo que hicimos mal. Lo vamos a entender con el tiempo. Nosotros necesitamos de las empresas que hacen publicidades y tenemos que ver de qué forma nos podemos acompañar. Muchas veces tiene que ver con quién te vinculás más que con el negocio. A mí, particularmente, me gusta el Ford. Siempre lo digo, me gustan los autos. ¿Le hago un bien al Mustang por aparecer al lado? Bueno, a lo mejor lo defino, pero un Mustang al lado mío también me define a mí. Cuando entendés esa empatía, las marcas se transforman en íconos. Caiga Quien Caiga era un poco eso. ¿Éramos los más vistos? No. ¿Teníamos las publicidades más caras? Sí. Hay cosas que te definen. Nosotros no vamos a hacer plata con la película del Indio, pero nos define. Tuve la suerte de ponerle mi impronta al medio que estuve. Yo creo que de alguna manera u otra yo hice Rock & Pop. Después están los que me putean. Me fui, ¿qué queres que haga?. A Cuatro Cabezas le pasó algo parecido. El medio era el mensaje. Hoy ya no.
«Si le damos a la gente lo que quiere, demagógicamente, sabemos que vamos a durar muy poco, porque no hay una curaduría».