A principio de septiembre de 2001, estaba manejando por el boulevard Santa Mónica, camino a una segunda audición para la adaptación de Insólito destino que estaba haciendo Guy Ritchie, protagonizada por su entonces esposa, Madonna, cuando de repente me cayó la ficha: en vez de doblar a la izquierda, hacia la zona de oficinas, me dirigía al área residencial. Estaba yendo a la casa de Madonna. Su música había sido el soundtrack de mi angustia preadolescente, era mi ídolo como feminista y como artista. Obviamente, frené el auto, llamé a mi hermana y tuve un ligero ataque.
Cuando Madonna entró a la oficina, su hijo Rocco estaba agarrado de su cadera. Me dijo que mi audición había sido graciosa y que iba a estar bien en la película. Yo trataba de seguir respirando. Asumo que ese fue el momento en el que Guy decidió que yo sería la idiota núbil perfecta para participar del film. Me dieron el papel. Las semanas siguientes fueron increíbles para todos. Había visto a Madonna en vivo cuando era más chica, y tenía entradas para su show en el Staples Center programado para el 11 de septiembre de 2001. Obviamente, el recital se pospuso cuando el mundo se cayó. Pero un par de semanas después de que nos conocimos, vi a Madonna terminar la gira Drowned. Esa noche, antes de que empezara la música, elevó una plegaria por la paz: “Si quieren cambiar el mundo, cambien ustedes”, dijo al público. Canté durante todo el show entre lágrimas.
Cualquiera que haya tenido la oportunidad de trabajar junto a ella –como me tocó a mí en Malta durante los meses siguientes– entiende por qué Madonna es Madonna. Trabaja más duro que cualquiera que conozco, existe en este mundo bajo sus propias reglas y retuvo el control de su propia voz, allanándole el camino a las Taylor Swifts y las Adeles en el mundo para que hicieran lo suyo. A lo largo de sus tres décadas de carrera, todos esos instintos la ayudaron a tener la mayor cantidad de singles en el top 10 del Billboard Hot 100 y mantener el récord para la mayor cantidad de Nº 1 por cualquier grupo en una lista de Billboard (46 Nº 1 en el Dance Club Songs). Con más de 1300 millones de dólares adquiridos de sus giras innovadoras a lo largo de los años –según informa Billboard Boxscore–, hoy reina a los 58 años como la artista femenina más recaudadora de todos los tiempos. Su salida más reciente, el Rebel Heart Tour, recaudó 170 millones en 82 actuaciones, finalizando en marzo de 2016. (El 9 de diciembre se estrena en Showtime una película que registró la gira: Madonna: Rebel Heart Tour).
Una tarde reciente de lunes, en un momento entre las reuniones de padres con docentes por mis hijos y las reuniones para Pitch Perfect 3 –una película que se enfoca en mujeres jóvenes que encuentran armonía a través de la música–, Madonna y yo volvimos a hablar por teléfono. Como no hay escasez de libros, artículos, posteos en blogs y análisis de su carrera, yo solo quería un pantallazo de Madonna hoy, en este momento, porque es una mujer que vive en el presente y nunca mira hacia atrás.
¿Dónde estás ahora?
– Estoy en Nueva York, tratando de organizar mi subasta de arte “Raising Malawi” para Art Basel, en Miami. Me encuentro lidiando con artistas y gente temperamental.
¿Cuántos artistas vas a exponer?
– Probablemente sean unas 12 obras de arte increíbles. Quería restringirlo a artistas que colecciono yo o con quienes soy amiga, o incluso obras de mi propia colección. Originalmente iba a ser solo arte, pero ahora también son experiencias, así que estoy tratando de hacerlas lo más interesantes posible. Por ejemplo, una de ellas es un viaje mío a Malawi, de donde mi hijo y mi hija [David Banda y Mercy James] fueron adoptados. Otra es jugar al póker con Jonah Hill y Ed Norton, y otra es quedarse una semana en la casa en Palm Springs de Leonardo DiCaprio. No pensé que iba a ser tan complicado, pero bueno, así es la vida. Es complicada porque estoy metida en todo: las luces, las cortinas, las flores, la decoración, la comida. Probé muchísimas botellas de vino horribles. Esta subasta es una extensión de mí, así que quiero que todo sea bello, con buen gusto y bien elegido. Se hace extenuante porque necesito estar involucrada en cada aspecto de eso: la gente que habla, la ropa que están usando, la música en la playlist.
¿Alguna vez vas a dejar esa necesidad de controlar, o esto es como “lo tengo que hacer”?
– Lo tengo que hacer.
¿De dónde viene eso?
– Obviamente, si fueras a psicoanalizarme, podrías decir que tiene mucho que ver con mi infancia: mi mamá muriéndose y que nadie me lo dijera, y una sensación de pérdida, traición y sorpresa. Después, sentir que no tenía el control durante la mayoría de mi infancia, y convertirme en una artista y decir que iba a controlar todo. Nadie iba a hablar por mí, nadie iba a decidir por mí. Podrías decir que soy una maniática del control. Eso es algo que nadie quiere admitir. No quiero tener un evento del que no estoy orgullosa. Es como todo lo que hago. Mis shows, mis películas, mi casa, la manera en que crío a mis hijos. Me ofendo cuando alguien no nota los detalles.
Quiero preguntarte sobre la cuestión de la edad en el mundo de la música. En Hollywood, como bien sabés, es difícil para las mujeres encontrar buenos roles a medida que envejecen. Me imagino que debe ser más difícil aún ser una mujer de una cierta edad en la música pop. Cuando vas al estudio o armás una gira como Rebel Heart, ¿te preocupa mantenerte relevante?
– No me importa. Al resto de la sociedad sí. No pienso en mi edad hasta que alguien dice algo al respecto. Siento que tengo la sabiduría, la experiencia, el conocimiento y el punto de vista que importan. ¿Los adolescentes pueden identificarse con eso? Probablemente no. Pero está bien. Lo entiendo. “Relevancia” es una palabra que la gente tira a lo largo y a lo ancho porque vivimos en un mundo lleno de discriminación. La edad solo se menciona en torno a la mujer. Está conectada con el sexismo, el chauvinismo, la misoginia. Cuando Leonardo tenga 60 años, nadie va a estar hablando de su relevancia. ¿Yo soy relevante como mujer en una sociedad que odia a las mujeres? Bueno, para la gente que es educada y no es machista o misógina, sí.
Hablando de eso: ¿cómo te sentiste con el resultado de las elecciones?
– Sentí como si alguien se hubiera muerto. Fue como una combinación de traición y la sensación de un corazón roto, como cuando alguien que amás mucho te deja, y también una muerte. Me siento así cada mañana; me levanto y digo: “Ah, esperá. Donald Trump sigue siendo presidente”, y no fue una pesadilla que tuve. Se siente como que las mujeres nos traicionaron. El porcentaje de mujeres que votaron a Trump fue increíblemente alto.
¿Por qué te parece que pasó eso?
– Las mujeres odian a las mujeres. Creo que es eso. La naturaleza de las mujeres es no apoyar a otras mujeres. Es muy triste. Los hombres se protegen entre ellos, y las mujeres protegen a sus hombres y niños. Las mujeres se vuelven introspectivas, los hombres son más extrovertidos. Mucho tiene que ver con la envidia y alguna especie de incapacidad tribal de aceptar que una de ellas podría liderar la nación. Otras personas ni siquiera se ocuparon de votar porque no les gustaba ningún candidato, o porque pensaron que Trump no tenía una oportunidad. Sacaron las manos del volante y el auto chocó.
¿Te sorprendió?
– Por supuesto. Estaba devastada, sorprendida, en shock. No vengo durmiendo bien desde que fue elegido. Estamos en el horno.
¿Conocés a alguien que lo haya votado?
– Sí, y me he metido en discusiones fuertes con ellos.
¿Qué dijeron?
– Que preferían tener a un empresario exitoso gobernando que a una mujer mentirosa. Absurdo. Pero la gente no tiene fe en los gobiernos como los conocemos. Vivimos en un país que está manejado por banqueros. En cierta medida, tiene sentido que Donald Trump sea el presidente. Porque el dinero es lo que gobierna. No la inteligencia, la experiencia, la moral, la habilidad de tomar decisiones sabias, de pensar en el futuro de la raza humana.
¿Cuál creés que sea la respuesta de los artistas?
– Vi muchas protestas en Manhattan, pero en el fondo las protestas tienen que generar algo. Algo tiene que manifestarse.
¿Te considerás un agente para el cambio?
– Bueno, por supuesto que sabés la respuesta a eso. Estoy tratando de ver mi respuesta a Trump. Me encanta la idea de ver mujeres marchando sobre Washington DC el día después de la asunción. Quiero arruinarle su desfile. Nací para pelear por el desamparado y contra la discriminación.
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Como neoyorquina, ¿conociste al presidente electo?
– No lo llamaría un amigo ni nada, pero sí lo conocí. Hice una sesión de fotos hace años en Mar-a-Lago, de Trump, en Palm Beach, para una campaña de Versace. Es muy amigable, carismático en ese modo agrandado, macho alfa. Su falta de corrección política me pareció divertida. Por supuesto, no pensé que iba a ser candidato para presidente 20 años después. Hay gente así en el mundo, y no tengo problema con eso. Solamente no pueden ser jefes de estado. No puedo ponerlo a él y a Barack Obama en la misma oración, el mismo cuarto, el mismo trabajo.
Cuando vas a Malawi, o viajás por el mundo, te debés dar cuenta de cómo nuestro presidente afecta todo.
– Somos el hazmerreír del universo en este momento. No podemos criticar más a otros gobiernos, otros líderes. Tengo la cabeza baja de vergüenza.
¿Qué aprendiste a través de tu trabajo en Malawi?
– Realmente me abrió los ojos respecto de lo que está pasando en el resto del mundo. Me conectó con organizaciones y ONG de otros países en África. Estoy trabajando con Malawi desde hace una década. Me llamó la importancia de las escuelas secundarias para mujeres, porque no se fomenta su educación en África. Tengo un compromiso y un amor por el país enormes, nunca los voy a dejar. Ahí adopté a dos de mis hijos, que afortunadamente viven conmigo. Desde entonces, estoy trabajando sin parar para hacer de Malawi un país más autosuficiente. Estuve construyendo centros de cuidado para huérfanos, dando fondos para clínicas y escuelas. La lista sigue. También apoyé al cirujano pediátrico Eric Borgstein. Es un ángel que dio su vida cuidando a los chicos. Es imparable, no tiene miedo a nada y hace múltiples cirugías por día en las condiciones más complicadas. No podía soportarlo más, así que construí un hospital. Estuve subsidiando la educación de otros cirujanos para que trabajen a su lado, así no tiene que hacer todo él. De eso se trata esta recaudación de fondos: crear una donación para un hospital con arte. Yo me expreso a través del arte, y es a través del arte que puedo cambiar el mundo.
Cuando veo tus cuentas de redes sociales, estás posteando sobre Malawi o sobre tu familia.
– Mi familia es todo para mí. Por ellos me voy a la guerra. Sea lo que sea por lo que estoy peleando, es por mis hijas y mis hijos. Quiero que tengan un buen futuro. Creé una familia poco convencional, y tenemos discusiones en la mesa sobre todo tipo de cosas. Mi hijo de 11 años puede hablar elocuentemente sobre Malcolm X, Martin Luther King, Nelson Mandela y James Baldwin. Mi hija Mercy toca el piano y puede contarte todo sobre Nina Simone. Estoy muy orgullosa de eso.
¿Cómo decidís cuándo incluir a tus hijos en tus posteos?
– Cuando posteo sus cosas, es con su permiso. Muchas veces me mandan fotos y dicen “Por favor no postees esto”, así que no lo subo. Tienen cuentas privadas. Y yo respeto eso. También considero a mis hijos parte de mi trabajo y el trabajo que hacemos juntos.
¿Qué está pasando con vos como cineasta?
– Quiero hacer más películas, y voy a hacerlas. Escribí guiones y estoy esperando poder llevarlos a cabo, pero quién sabe. Hacer películas es muy complicado. Hay mucha gente involucrada. Cuando me voy de gira es “OK, me voy de gira”. Pero con las películas no tengo ese tipo de control. Es muchísimo más frustrante.
Más allá de Trump, ¿de qué más se preocupa Madonna? ¿Te preocupás por algo?
– ¿Qué? Me preocupo por todo. Por mis hijos, todo el día. Por mi salud. Me preocupo sobre si voy a poder hacer las cosas a tiempo. Me preocupo por cada proyecto en el que estoy trabajando. Por si voy a poder dormir a la noche. Por el estado del mundo. No hay nada que no me preocupe.