“Si la primera función fue zarpada, no me quiero imaginar cómo será la que viene”, advirtió el novel icono del indie argentino Simón Poxyran. Junto a otros músicos mendocinos, aguardaba el comienzo del segundo de los recitales con el que su paisano, amigo y colega Luca Bocci presentaría su álbum debut en solitario, el mirífico Ahora (2017). Apenas la productora Clix anunció el evento, las entradas se agotaron en un tris: esto derivó en la programación de un nuevo show en la madrugada del viernes al sábado, tras la finalización de un primer concierto.
A manera de preludio de ese festejo, el cantautor de 22 años ofreció el martes pasado un show descomunal con Alicia, la banda que lidera, en la inauguración del ciclo IndieFuertes, en Niceto Club. Por lo que Bocci no sólo tuvo una semana agitada, artística y emocionalmente, sino también consagratoria. Y es que constató, amén de su incipiente poder de convocatoria, su condición de flamante rapsoda del pop independiente nacional.
Dentro del Caras y Caretas de San Telmo, y después de dejar atrás la sudestada, Bocci había copado la atención de la sala de forma absoluta. Incluso antes de asomarse. Un tercio del público, especialmente el que estaba cerca del escenario, lo recibió sentado en el piso de manera solemne. El silencio era tal que se podía escuchar el crujir de las anillas de las latas cuando se abrían. En ese contexto, el trovador 2.0 inauguró el recital, solo con su guitarra, con La luz de la calle, bossa nova incluido en su EP 40º. Al consumar el tema, el artista mendocino exhortó: “Párense guachos”. Acto seguido, invocó a la agrupación que lo acompaña, los fabulosos The Golden Papets, con la que hizo Danzan. Tras mostrar la veta post tropicalista de Ahora, próxima a la propuesta de El Guincho en su disco Alegranza (2007), el músico se corrió hacia el indie rock con una canción inédita, Marcela Pascual (título que alude a quien fuera la novia de Tanguito), para luego volver a su primer álbum de la mano de uno de los puntos altos de ese repertorio: Era de Piscis, exquisito y justo cruce entre el dream pop y el R&B.
Si Poxyran representa el arrebato de la segunda generación del manso indie (rótulo con el que se le conoce al indie de la capital cuyana), Bocci encarna el pulso musical de esta avanzada. Esto quedó en evidencia al momento de desenfundar Detener, un candombe introspectivo que decantó en un mano a mano de freestyle entre Luca y el frontman de Perras on the Beach, primer invitado de la noche. Siguió, para abrir aún más ese espectro suyo en el que la música popular dialoga con el pop erudito, el férvido indie rock de Mi luna tapó al sol. A continuación, se produjo uno de los pasajes más intensos y mágicos de la fecha, cuando el cacique de Alicia llamó a Mariano Di Césare, pionero del indie mendocino, para improvisar una desgarradora adaptación de Campos de fuerza, temazo de El Príncipe Idiota −proyecto paralelo del líder de Mi Amigo Invencible−. Esta se mimetizó, con Renzo Montalbano (Gativideo) en guitarra, Fran Saglietti (Francisca y los Exploradores) en bajo y Di Césare en batería, con una emotiva, groovera y experimental aclimatación de la canción que bautiza al EP 40º.
Tras tocar el tema homónimo de su álbum de estreno en solitario, en esa noche llena de “baches y hermosura” −como bien lo describió Bocci−, el cantautor bajó línea sobre las comparaciones que recibe con el Spinetta y Fito de los ochenta. Se despegó de ellos por no haber vivido esa época y por considerar que tiene algo nuevo para aportar. Fue desconcertante porque un rato antes había flirteado con Cantatas de puentes amarillos, de Pescado Rabioso, y luego de su descargo, interpretó −quizás a manera de reto, de admiración o de demostración de su big data− una versión de Influenza; fue tan buena, letárgica y rabiosa como el cover en español que hizo Charly García del clásico de Todd Rundgren. Lo cierto es que, afín a la letra de Ahora (manifiesto musical en clave de “Mac DeMarco conoce a los Beatles”), las canciones de Luca no son complicadas. Pero tampoco obvias. Archipiélago dio fe de lo anterior: una elegante oda al baile en la que tomó el micrófono Goyo Degano, cantante de Bandalos Chinos, o el akira pop Fujin ama a Raijin. Después, No tiene nombre expuso su idiosincrasia montañosa y Bahía disparó el blues al cosmos. Y esto recién arranca.
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