Puede que pase desapercibido, pero al ingresar en Niceto Club, hay un cartelito que lleva inscripto: “Capacidad para 1100 personas”. Incluso para un artista de renombre, no es tarea fácil arrastrar semejante cantidad de público ni mucho menos subirse al intimidatorio escenario de una de las plazas por excelencia de Buenos Aires. No obstante, lo que a un sinnúmero de solistas y grupos les llevó años −o sigue en su lista de pendientes−, a Louta y Perras on the Beach les costó apenas algunos meses. Aunque se veía venir. Antes de consumar sus respectivas primeras veces en condición de figura estelar en la sala ubicada en el barrio de Palermo, el álter ego de Jaime James fue invitado a la fiesta Undertones y a Martes Indiegentes, como acto de apertura de Bad Bad Not Good y Miki Blanco. Mientras que la agrupación liderada por Simón Poxyran, tras desembarcar en noviembre de 2016 en el Lado B, realizó su debut en el aforo principal del local en marzo, junto a Las Cosas Que Pasan y Usted Señálemelo. Ese fue el último show con la formación que grabó su álbum de estreno, Chupalapija.
A partir de ese acercamiento inicial, e inclusive desde algunos meses antes, cuando cada uno publicó su primer disco −Perras on the Beach lo colgó en YouTube en mayo de 2016, y Louta hizo lo mismo con su homónimo trabajo en diciembre de ese año−, ambos proyectos emprendieron un meteórico camino de ascenso hasta transformarse no sólo en iconos del nuevo indie argentino, sino también en artistas revelación de la escena local en 2017. Si bien estéticamente sus propuestas parecieran apuntar hacia lugares diferentes, pues una es más urbana y electrónica y la otra exprime el ateísmo del pop independiente, la intención es la misma: amplificar el discurso de su generación. Por lo que al recoger el guante se transformaron, con una vocación de compromiso que linda con la desfachatez, en los primeros líderes reconocibles de la avanzada nueva movida nacional. Y además, lo hicieron mediante un soporte sonoro que reconecta a la Argentina con una narrativa coetánea y global, de la misma forma que sucedió en los ochenta, pero redoblando la apuesta al traducirlo en un contexto federal.
Casualidad o no, la historia se encargó de que en la sala de Niceto Vega 5510, y en el mismo fin de semana, ambos artistas corroboraran su misiva en la música popular contemporánea argentina de esta época. Primero lo hizo Louta, el sábado 9 de septiembre, con la presentación formal de su disco debut. O al menos eso era lo que parecía, pues al final buena parte del repertorio que desplegó estuvo constituido por sus flamantes canciones. Aunque ésa no fue la única novedad debido a que −y esto sí lo había advertido− esa noche estrenó nuevo espectáculo. “Niceto arde”, arengaba el propio artista a través de sus redes sociales algunos días antes. “No te arrepientas después de no haber venido”. Y vaya que iba a ser una pena perdérselo. Desde el vamos, tras la ovación que daba la largada a la performance, James, quien también desata pasiones con su fiesta, la Bresh, se tornó en el maestro de ceremonia de una puesta que progresivamente fue adentrándose en otra dimensión, en un universo paralelo al que ese rubio retro-futurista trascendía para encontrar respuestas a las hipótesis que se planteaba.
Una vez que quedaron atrás Ponételo bien, suerte de big beat enclavado en el siglo XXI, y Félix, delirio electrónico tamizado por la música tradicional norsahariana, Louta invocó uno de sus temas emblemáticos: la cumbia villera Cuadradito de prensado. Y, tras colar en el medio el novel Somos tan intensos, fue a por otro de sus hits, el sensiblero Alto uach. Así como viene sucediendo a partir del boca a boca que generó su performance, toda una rara avis dentro en la escena local, el artista de 23 años dio luces de su ADN teatral (inoculado por sus padres, Ana Frenkel y Diqui James). Pero se encargó de ponerle sello propio. Después de hacer los inéditos A mí no me vengas con tus cuentitos o Mejor que la guerra, con un hiato en el efectivo Sigo sin entenderte, el álter ego de James, en una especie de trance sci-fi, invitó a un baterista para que ejecutara un solo mientras flotaba por sobre el público. Al tiempo que él, al mejor estilo de Wayner Coyne de los Flaming Lips, se introdujo en un globo para caminar (o rodar) por encima de la muchedumbre. Si bien aún quedaba el cierre, era imposible concentrarse: Niceto estaba descolocado.
Louta volvió a la misma sala al día siguiente, pero esta vez como invitado de Perras on the Beach. Por lo que fue una de las sorpresas reservadas por el cuarteto mendocino, incluso antes de que se agotara la primera de las dos funciones. Eso invitó a los comandados por Simón Poxyran a abrir una segunda función, que, al igual que la anterior, era apta para todo público. De manera que no sólo se trató del primer Niceto Club propio de la agrupación, sino también en esa condición. Sin embargo, Luca Bocci y su banda, los Golden Papets, el acto soporte de la fecha, solo tocó en la primera. La improvisación de la secuela, que aparte estaba sujeta a acabar a la medianoche, impidió que el nigromante de la canción en el indie argentino deslumbrara al cuadrado con una performance en la que nuevamente dio muestras de su capacidad para reinventarse.
Si la doble función que se mandó en agosto en el Caras y Caretas de San Telmo, en la que presentó uno de los mejores discos argentinos de 2017, Ahora, corroboró su enorme tamaño musical, lo de Luca Bocci esa noche tuvo tintes monumentales. Y es que el líder de la banda Alicia desarmó sus canciones solistas, y, como si se tratara de un Lego, las reconstruyó hasta ubicarlas en el letargo. Lo mismo hizo cuando convocó a Juan Saieg, vocalista de Usted Señálemelo y hermano de Simón Poxyran, para versionar a dos voces, y en un estadio downtempo, Ojos de videotape, clásico de Charly García. A pesar de que es sabido que el manso indie (nombre con el que se le conoce a la movida indie mendocina) siente debilidad por el ídolo del rock argentino, sus artífices se preocuparon por reconocer su vigencia. Pero Bocci, más allá de las comparaciones que suele recibir de Spinetta o Páez, pretende sonar a sí mismo. De lo que da fe un temazo del calibre de Bahía, devenido en pilar de su repertorio y en una de los himnos de esta época capaces de hacer expirar debido a la emoción que provoca tan pronto suena.
“Para todos los viejos verdes caretas, llenamos Niceto de guachines”, se jactaba el bajista de Perras on the Beach, Bruno Breguerie, luego de saltar a escena. No obstante, a manera de bienvenida (como agradecimiento o quizá por venganza) se proyectó en la pantalla del escenario el video que circula en YouTube en el que el Subsecretario de Cultura de San Martín de los Andes, Marcelo Gobbo, augura el fracaso de la agrupación, tras la polémica que provocó su actuación en el festival El Primer Color, en enero pasado (a partir de su introducción: “Somos Perras On The Beach, y nos gusta el porro”). Justamente, ese momento estableció un punto de inflexión, tan inesperado como reaccionario, en la música argentina de los últimos años. Y es que la banda liderada por Simón Poxyran le dio a la cultura rock local la frescura, solvencia e inventiva que tanto precisaba. Especialmente con su nueva formación, que presentaron en Buenos Aires, en el festival Buena Vibra, en julio. Ahí dejaron en evidencia, aparte con ese puñado de fabulosas canciones recién salidas del horno, que, por más que guste o no, son una realidad innegable.
Después de empezar con La playa y Mambo, el frontman advirtió: “Tengan cuidado, hay menores acá”, a causa del pogo seminal. A continuación, la agrupación exorcizó Municipálida, trap en cuyo cierre el cantante preguntó: “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Y es que Simón no sólo es un adalid carismático, sino también sensible con el contexto. Al punto de que la sencillez de sus canciones se tornó en fuente de contención adolescente. Australia ostenta ese impacto, de la misma manera que El amor, que tuvo a Leandro Lopatín (Turf, Poncho) en guitarra. Mientras que la batalla de freestyle entre Poxyran y Breguerie simbolizó la contemporaneidad. Luego de Camincolors (con Bocci como invitado), que estuvo precedida por Fantasmas, Puchos y Mis amigos 2, Louta se subió para Turco X, junto a los ex-Perras Juan Saieg, Lucca Beguerie y Cocó Orozco. Así se despidieron por primera vez. A la vuelta, la banda que completan Nacho Laspada (guitarra) y Fabricio Foresto (batería) desconcertó, fiel a su impronta, con un cover de La balsa, al que secundaron Mis amigos y Puchos. Postales de una revolución que acaba de encender la mecha.