En diciembre de 2016 apareció en las redes un full album como tantos otros en un ecosistema musical que no para de crecer. Pero el debut de Louta fue contundente de entrada −incluso, le valió estar en el Lollapalooza 2017−: una portada simple y atrapante, y cinco letras rojas para convertir ese nombre en una deidad instantánea, apenas una puerta de entrada a un mundo definitivamente sorprendente. Porque Louta tiene una capacidad distintiva: suena a lo que suena una ciudad cosmopolita, con gente y canciones de todo tipo cruzándose permanentemente.
De hecho, la suya podría ser tranquilamente una metamúsica, el resultado de horas y horas buscando el sonido perfecto para un beat o tomando prestado ese instante de genialidad único entre el caos informativo de nuestros días. El acceso casi ilimitado al infinito musical es la materia prima de un disco que se baila de principio a fin, pero que esconde (y no tanto) un proceso obsesivo de creación.
Louta es el proyecto de Jaime James (22 años, DJ y productor de la fiesta Bresh), quien cortó, pegó, sampleó y maquetó en su computadora con la idea fija de editar un disco, su disco, antes de que terminara 2016. Allí apareció Tomás Susevich (Jean Jaurez, Francisca y Los Exploradores) y se transformó en el socio creativo ideal de James. Juntos dieron forma a un universo musical que, de entrada, remite a un futuro cercano, pero todavía desconocido. Gorillaz y el conurbano bonaerense fundidos en una visión integral de rock, electrónica, experimentación y música urbana. Pero no “urbana” como categoría radial o etiqueta de disquería. Urbana por pulso, urgencia, lenguaje y fascinación con esos detalles que muchos otros ignoran en su rutina diaria.
“Para mí, el sample es lo más groso que hay. Es la máxima poesía”, dijo Jaime en revista Regia. Esa capacidad de síntesis conceptual en la palabra es una extensión de su cerebro musical. Su primer disco cuenta con la participación de varios “Messi” de la escena porteña, como Tomás Sainz (baterías), Francisco Azorai (teclados) o Bruno Levin (guitarras), pero cada aporte queda sometido a ese plan mayor que es Louta. Música para bailar, emocionarse, agitarse, enamorarse, deshidratarse y sorprenderse. Un Aleph portátil de pop contemporáneo.