1. Tanguera (Música de Mariano Mores), de Diego Schissi Quinteto
El Quinteto del músico que está dando vuelta la historia del tango tiene su propia identidad. Parecía imposible que un género que brilló durante los años 40 tenga reformulación en el nuevo siglo, pero Diego Schissi lo logró. Por eso es viable, también, que construya un repertorio en base a un gigante del género y se lo apropie. En este caso, la música de Mariano Mores renace entre la destreza, la rítmica y la vigorosidad del estilo de Schissi y su Quinteto. Gracias al ojo gestor de Adrián Iaies, y al contexto de La usina del Arte, el grupo grabó en vivo las ideas que tenía sobre canciones como “Cristal” (con Lidia Borda), “Tanguera” o “En esta tarde gris” (con Nadia Larcher). A la deconstrucción que el pianista hace sobre Mores lo acompañan Guillermo Rubino en violín, Santiago Segret en bandoneón, Ismael Grossman en guitarra y Juan Pablo Navarro en contrabajo. Formado en el jazz y fanático de Luis Alberto Spinetta, Schissi continúa su plan desde su puerto de partida predilecto: el tango.
2. Cambiando cordaje, de Rubín – Lacruz – Heler – Nikitoff
Fueron nueve años de silencio discográfico para el creador del Cuarteto Almagro y guía referencial y compositiva del nuevo tango argentino del siglo XXI. La apertura del disco, que recibe su mismo nombre, es ya toda una tesis de las búsquedas que el compositor mezcla en tanto cultura y sociedad. Tape Rubín es un referente intelectual que, a través de la melodía y la letra, reflexiona sobre el cosmos, la tierra y las luchas de nuestras sociedades occidentales. Las guitarras del Puente Alsina ahora son tres y el resultado es un cuarteto de cuerda que se desenvuelve entre la milonga y los tiempos tangueros con aire renovado y búsqueda contemporánea. Sucesor de Lujo total (2009), al mensaje de Cambiando cordaje hay que agarrarlo al vuelo porque nunca se sabe hasta cuándo el compositor se va a quedar en la ciudad. Así lo aseguró en la edición de Mayo de Billboard: “Creo que la vida tendría que ser muy diferente y que la ruralidad es el futuro. Hay que pensar global y actuar local”.
3. Nueva música argentina, de Guerrero-Scalerandi
La carrera de Agustín Guerrero estuvo desde el inicio estallada de información. Y como el curso de cualquier grupo de esquirlas, la dirección no es cronológica ni ordenada. Más allá de las complejidades que tiene seguirle los pasos al músico prodigio del nuevo tango, hay registros que sirven de base. El de este año es el que concluyó junto al guitarrista Juan Martín Scalerandi. Una yunta donde, además de la unión, se definen el talento y el estudio de cada uno de ellos. Las once canciones que conforman este LP son un zip del trabajo compositivo que vienen haciendo de a dos. Desde un foco ciudadano, y con el tango como lenguaje de partida, la música, como en Estol, está enfocada en la llanura pampeana. Es una perspectiva regional con el tacto personal e identificándose en el sonido de su tierra. Así es que a la nueva música argentina le entra la vidala, el candombe, el malambo sureño, el vals, el tango, la milonga, el abrazo de Salgán y el guiño de la tradición.
4. Folkenstein, de Acho Estol
Estol, compositor de La Chicana, es un autor fundamental y pilar de la letrística del tango de estos tiempos. Representa, en las filas de la música de Buenos Aires, una esencia mestiza con base en el tango, aunque el género sea, apenas, un punto de partida. Su imaginario refiere a la urbanidad de una enorme ciudad pero reflexiona sobre la amplitud de la pampa, la llanura. Desarrolla hace tiempo algo que denomina el gótico surero, un ambiente donde conviven tanto Nick Cave y Tom Waits como Gardel, Troilo y el Indio Solari. En esta quinta experiencia solista, donde estalla de canciones y ritmos e invita a los y las mejores intérpretes del canto (experiencia hermana de su disco Buenosaurios -2009-), no sólo extiende su estética como compositor sino que amplía su mesa de herramientas. Ahí está Melingo cantando una chamarrita en “El dorado”, o Pablo Dacal en la testimonial “Salgo a la calle” o directamente Manuel Moretti salido del pop y entonando un tiempo clásico del tango en “El viaje”. Para la base del conocimiento del que Estol parte también estarán Adriana Varela, Lidia Borda, su compañera de camino Dolores Solá y María Pien en la dulce “Otro día de lluvia”. Doce canciones que no hacen más que confirmar a Estol como el gran compositor del nuevo tango.
5. Ahora y siempre, de La Fierro
Ahora y siempre llega para coronar los 17 años de esta Orquesta emblema, una que partió los paradigmas más duros del género para fundar el nuevo tango argentino en el siglo XXI. El disco fue grabado y mezclado en los Estudios ION por Walter Chacón, masterizado por Mario Breuer y producido artísticamente por el director Yuri Venturín, también contrabajista y compositor. La Fierro ya ni siquiera es el reflejo de una orquesta típica de los viejos años 40 o la descendencia de Pugliese sino más bien el del trabajador, ese que le ahorca la corbata y se quema con el café mientras corre para subirse al tren. Son nueve canciones donde predomina el característico marcato. Ese pulso zombi que maneja las intensidades de todo el vivo de La Fierro. “Ya no hay solos, la única solista es Julieta (Laso) con su canto y su interpretación”, explica Venturín sobre la artista que este año también editó Martingala, un excelente y milonguero segundo disco solista.
6. Depredamor, de Siniestra
No es que el nuevo tango no se caracterice por la mixtura, pero hay intentos que sobresalen por el riesgo. El más disruptivo de este año es el que propuso Siniestra. Un reflejo es “Piso 47”, el segundo track del disco que se apoya en la base de un sintetizador disparado a través de las manos y la paciencia de Lito Castro. Así como la “6:25” de la Fierro, esta canción expresa el frenetismo actual de una ciudad Capital. Siniestra mezcla letra (“En las mesas corren histeria y vanidad. / Suena la orquesta, una seña y ahí nomás. Del último piso me quieren bajar”.), un bandoneón (Esteban Rivera) y un rascacielos para reflejar que a ese mundo también se lo puede pensar a través del tango. Depredamor es el cuarto disco del quinteto, un grupo que se caracteriza por el juego permanente entre lo eléctrico y lo acústico en sus propias composiciones. No se hacen demasiado problema con las fronteras del tango ni con las voces del contexto. Sin ir más lejos, el arte de Mariano Sigal parece apoyarse en una reflexión pop donde el amor también puede ser un pac-man que te destroza los tobillos.
7. Fiero, de Quinteto Bataraz
Si bien las ocho canciones que contiene el segundo disco del Quinteto Bataraz fueron grabadas en 2017, los tiempos y las ansiedades ciudadanas debieron esperar a 2018 para tener en mano el material editado en CD y Vinilo. Este trabajo es el único que no parte desde el tango como casi toda la selección hecha por Billboard. Aún así, contiene el gen incorporado a lo que Lisandro Baum (líder musical de este asunto) entiende como música popular argentina. La canción “Batango” (de Baum y nominada a un Grammy Latino por su arreglo), por ejemplo, no deja dudas de esto. Más allá del contexto genérico, la orquesta platense piensa mucho, también, en el folklore. Hay interpretaciones formales de Carnota, Andrade y Herrera / Durán que direccionan las intenciones de Fiero. Es, en definitiva, música regional hecha por una orquesta exquisita que se completa con Pablo Farhat (violín), Matías Gobbo (bandoneón), Sebastián Enríquez (guitarra) y Carolina Cajal (contrabajo).
8. Eduardo Rovira: La otra vanguardia, de Sónico
Se puede nacer en el momento y en el lugar equivocado y de todas formas destacarse. Quizás no en sincronía con tus pasos pero sí en los tiempos de la música. Algo así le pasó al tremendo Eduardo Rovira con el tango en Argentina. Compuso su trascendente obra azotado por el temporal de Astor Piazzolla. Lo que hace el quinteto belga, fundado por el contrabajista argentino Ariel Eberstein, es rescatar esa obra y ubicarla en un lugar de privilegio. La perspectiva territorial de Sónico permite vincular a Rovira sin mayores encontronazos con el compositor de “Adiós Nonino”. Y más allá de los intentos de interpretación, lo que pasa en este LP debut es simplemente un acto de justicia, llevado adelante con hombría, elegancia, destreza y buen gusto. Sónico no se enrosca en releer el tono de la obra de su homenajeado, se permite retomar algunas de sus composiciones claves y presentarlas casi por primera vez a un público que desconoce la existencia de un músico brillante en tiempos del tango vanguardia.
9. Escenas de la nada mirar, de Noelia Sinkunas
La joven Sinkunas (1988) tiene la presencia del sol después de varios días de tormenta. Su brillo se filtra por cualquier hendija. La pianista de Berisso se desenvuelve en varias formaciones del nuevo tango y hasta recorre las teclas de la nueva cumbia con epicentro en La Plata. Participó de proyectos como el de Julieta Laso, Adriana Varela, Lidia Borda, Cacho Castaña, Luis Salinas y los nombres pueden seguir, frondosos. Aprendió el oficio de los mejores: Tato Finocchi y Diego Schissi. Ese material, de fina construcción, ahora se volcó en su disco solista debut. Instrumental y profundo, Escenas de la nada mirar es un encuentro íntimo con la compositora y su piano. Una conversación que exige amplitud genérica y la atención que uno nunca tiene a la hora de respirar. Quizás sean un guiño el nombre de sus canciones; ahí están “Milonguea”, “La nueva vuelta” o “El errante”, pero lo cierto es que para escuchar a Noelia tenés que atravesar la lluvia del tiempo y después sentarte a mirar la nada.
10. Sie7e, de Altertango
La agrupación mendocina dejó de ser un quinteto con cantante para ser un cuarteto instrumental. Ante ese panorama, la primera decisión clave es la unión estética con algunos integrantes de 34 Puñaladas: un fundamental Edgardo González como productor y compositor, más Alejandro Guyot para sumar su voz de ultratumba ciudadana. Bajo el toque y el sonido que Altertango ha construido a través de los años, en el disco hay instrumentales y temas con cantantes invitados. Además de los intérpretes afines a la banda como Alfredo Piro y Natalia Lagos, hay participaciones que definen la mixtura genérica y disruptiva del nuevo siglo. En “La sal, la herida” cruzan las voces Guyot y Juan Saieg, de la banda Usted Señálemelo. Ninguno abandona su mundo y, sin embargo, hay algo nuevo en esa unión. Además, también está Bruno Beguerie, de Perras on the beach, que rapea mientras Elbi Olalla tira por un acantilado el piano de cola más pesado del mundo. En “El arte de la espera” aparece la particular oscuridad de Juan Pablo Fernández (Acorazado Potemkin) para comentar algunos versos urbanos con la complicidad del bandoneón de Ezequiel Acosta. Una constelación sonora que llega a su séptimo capítulo.
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BONUS TRACK: PLAYLIST CON LO MEJOR DE LOS DISCOS