Desde que en 2009 publicaron su debut, La fiesta de la forma, Los Reyes del Falsete no han hecho más que crecer como compositores e intérpretes. Siete años separan ese primer disco del tercero, Lo que nos junta, uno de los grandes títulos nacionales de 2016.
Aunque el universo musical del trío se ha complejizado de manera imprevisible, la sensación que queda es que esos pibes de Adrogué siguen jugando a hacer canciones con el mismo desparpajo de siempre.
Hay un nombre fundamental en esta historia, y es Litto Nebbia. El padrino del rock en español participó como invitado en Los niños, una de las grandes canciones de Días nuestros, segundo álbum de Los Reyes. Desde entonces, no solo se ha convertido en un aliado espiritual del grupo, también los sumó como músicos a su propio proyecto, les ofreció su sello –Melopea– para editar su tercer trabajo y volvió a aportar su magia en forma de teclados y guitarra en Lo que nos junta.
Es lógica la apuesta de Litto. Nica, Tifa y Juanchy son tres músicos desprejuiciados, con influencias que van desde los Flaming Lips y los Zombies hasta Prietto y 107 Faunos. Su tercer disco lleva aún más al extremo ese cóctel mental y propone un menú de degustación por pasos que incluye espíritu noventoso-alternativo, electrónica atravesada por kraut rock, climas de euforia y de contemplación, y experimentos de todo tipo a la hora de pensar el registro sonoro de sus canciones. Pablo Barros, sonidista y productor artístico, es el cuarto miembro del grupo, artífice fundamental de una estética con infinidad de referencias, pero con una amalgama de carácter personal.
Entre distorsiones recargadas, sintetizadores y capas de arreglos y detalles, la canción se sostiene como la materia prima fundamental del trío. Dos guitarras y una batería en una sala de ensayo, tres voces heterodoxas y la genial idea de cantar en falsete siguen siendo el motor creativo de un grupo que prefiere –y necesita– el riesgo antes que la comodidad. Cualquier opción es factible: hacer una cumbia, inmortalizar un solo con una guitarra criolla, intervenir una grabación con un registro precario (sonido ambiente) de la misma canción. Al fin y al cabo, ¿qué sería de la música sin la diversión y el azar de todo proceso creativo? Eso parecen reafirmar Los Reyes en cada paso. Lejos de autoproclamarse como la salvación del rock, desnudan sus ideas al máximo y no le temen a la incorrección política. Juegan, cantan, prueban. “Buscan siempre algo distinto en el mismo lugar”.