Durante años, Diego Pampiglione soñaba con tocar en el Palacio de los Deportes, un enorme y emblemático estadio cerrado en la ciudad de México. De hecho, les decía a todos que, si lo lograba, iba a tatuarse la bandera de México. Hoy, este baterista de la banda Los Caligaris luce en su hombro su primer tatuaje con esa insignia, en señal de haber alcanzado ese hito que parecía imposible.
Los Caligaris tocaron allí en octubre del año pasado, coronando un trabajo que cumplió 20 años de carrera. Semejante hito quedó plasmado en su primer disco grabado en vivo, que también salió en DVD y se llamó “El show más feliz del mundo”, como para dejar en claro la felicidad de estos 12 cordobeses que hacen una adictiva y original mezcla de ska, cuarteto y rock.
Desde su primera visita al DF en 2007 hasta hoy, Los Caligaris pasaron por todos los escalones del under, desde el Chopo hasta el Foro Alicia, para luego crecer en convocatoria y tocar el año pasado en horario central en el influyente festival Vive Latino.
Según Pampiglione –también conocido por su nombre artístico, “Raúl Sencillez”–, la anécdota del tatuaje ahora provoca que muchos fans de distintos países le exijan una promesa similar. En Buenos Aires, por ejemplo, sueña con tocar en el Luna Park, así que ya está guardando lugar para un segundo tatuaje, tal vez con el Obelisco.
Otros hitos en la carrera de Los Caligaris fueron el Rock al Parque en Colombia, el Cosquín Rock del año pasado y algunas fechas en CABA como Vorterix, La Trastienda o Teatro Flores, donde algunos porteños se animaron a lucir pelucas o narices de payaso. “En Buenos Aires –agrega– hay un público con una energía de rock especial, de mucho agite y mucho aguante. ¡No bailan el cuarteto, sino que lo poguean!”.
Sentado en una habitación de hotel cerca de Río Cuarto, Diego cuenta lo satisfechos que están con esta etapa actual del grupo: “Ayer se cumplieron 11 años de la primera vez que aterrizamos en México, y ese país ha sido el puntapié para que Los Caligaris empecemos a visitar otros países, maduremos determinadas cuestiones y aprendamos otras. En estos 11 años pasaron muchísimas cosas, y consideramos que, hoy, con el disco en vivo, todavía nos queda mucho camino por recorrer y muchísimo más por aprender”.
En el CD y DVD aparecen invitados como Jorge Serrano y Manuel Moretti, entre otros. ¿Están contentos con el resultado?
Fue un disco que veníamos preparando desde hace mucho tiempo. Consideramos que la banda en vivo tiene una energía especial, y nos llevó 20 años grabar un disco en vivo y un DVD para mostrar toda esa magia. Porque nuestros shows son canciones para mirar. Varios de los integrantes, entre ellos mi hermano Martín [cantante], vivíamos en un circo, así que de chicos aprendimos rutinas circenses, malabares y acrobacias. Pero con la muerte de mi abuelo se vendió el circo y mi familia dejó ese estilo de vida y se radicó en el barrio América, en Córdoba capital, donde empezamos a ir a la escuela y hacer amigos. Ahí formamos la banda cuando teníamos un promedio de 15 años, como un hobby, allá por el 97. Fue una aventura de adolescentes, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que estábamos embarcados en un proyecto que terminaría siendo nuestra vida. Entre el año pasado y este hemos visitado unos 15 países, y ahora vamos a andar por los Estados Unidos, Europa y, por supuesto, Latinoamérica, donde México es nuestra segunda casa. Por eso decidimos grabar nuestro DVD ahí.
¿Qué es más difícil, recorrer 20 años o encarar el año 21 con las mismas ganas y el mismo entusiasmo?
El año 20 fue bisagra para nosotros, más allá de que sea un número redondo. Fue tan importante que pensamos que el 21º iba a quedar medio flojo, pero la verdad es que viene recargado. Estamos teniendo muchísimos shows y creo que vamos en ascenso. No lo digo de agrandado, sino que el disco nos ha dado un impulso porque la banda en vivo tiene mucha energía y necesitábamos un DVD para que la gente viera nuestra puesta. Y si bien festejamos 20 años, somos una banda relativamente joven, y hay muchísima gente que nos está descubriendo recién ahora.
Al sonido de bandas como los Decadentes y Cadillacs ustedes le suman un elemento especial y distintivo, que es el cuarteto. ¿Cómo recibe ese ritmo el público de afuera?
Una cosa es el cuarteto en Córdoba, otra en Buenos Aires y otra en el exterior. En México, por ejemplo, lo ven como un género más. A nosotros nos pasa que tenemos que modificar un poco las listas de temas según dónde nos presentamos, porque en Córdoba el público es más cuartetero y podemos enganchar ocho temas en una especie de popurrí. En Buenos Aires lo conocen, pero lo toman como algo más pintoresco. E internacionalmente ya lo ven como algo más étnico, originario o de world music.
Ustedes tardaron mucho en llegar a la masividad. ¿Por qué?
Un pro y una contra que hemos tenido en nuestra carrera es que somos del interior del país. Siempre estuvo esa cuestión de tener que instalarnos en Buenos Aires para ser una banda federal. Lejos de pensar en eso, nos dimos cuenta de que Córdoba está estratégicamente instalada. Porque desde el punto de vista geográfico, se encuentra en el medio del país. Nosotros hicimos como el camino inverso, porque creo que llegamos a legitimarnos en Buenos Aires y en la Argentina haciendo primero nuestro desembarco en México, que fue una plataforma que nos llevó a otros lugares y otros destinos.
¿Sienten que siguieron los mismos pasos de bandas como los Cadillacs, los Decadentes y los Pericos?
Sí. Nosotros los tenemos como referentes, sabemos que marcaron una historia y seguimos su legado musical. De ellos hemos aprendido mucho, no solamente de lo musical, sino también de la forma de operar como banda. Con esos grupos tenemos admiración y también una cercanía que se dio por los años, con giras, shows, backstage y asados compartidos. De alguna manera, seguimos ese camino que ellos nos allanaron. Para nosotros, uno de los piropos más lindos que podemos recibir es cuando periodistas o fans nos dicen que seguimos el camino de esos grupos. ¡Empezamos haciendo covers de esas bandas y ahora nos comparan! Es demasiado… es como el sueño del pibe y nos hace sentir que vamos por el buen camino.