
Cuando Paulo Londra llegó al Main Stage 1 del Lollapalooza Argentina, lo hizo corriéndose sus largos mechones rubios de la cara, develando una enorme sonrisa que parece referir a varios pilares: la nutrida presencia del trap en un festival de franquicia internacional, la comunión con un público masivo y, claro, el meteórico éxito que el cordobés viene disfrutando desde 2018.
Con sobrios recursos -lógicos en un artista todavía en desarrollo- Londra logró encantar a su audiencia con éxitos probados. Ya sea su escenografía basada en el básquet (que sirvió como guiño a sus shows en Mendoza y el Gran Rex) o la presencia de Steve Aoki sobre el escenario (“este chico es un gran talento”, dijo sobre el cordobés), Londra se celebró así mismo y puso a sonar éxitos como “Cuando te besé”, “Nena maldición”, “Condenado para el millón” y el obligado “Adán y Eva” (ex N°1 del Billboard Argentina Hot 100).
Sobre el mediodía, en el plano local, Lali desplegó toda su artillería en horario almuerzo para una total efervescencia adolescente. Su presencia sirvió para empujar tácitamente la idea de la necesidad de un cupo femenino, pero también para cimentar el cancionero de Brava, su último disco. “Soy” sonó con una banda a toda máquina y un cuerpo de baile que animó los éxitos “Besarte Mucho” y la reciente colaboración con Thalía “Lindo pero bruto”
En su edición 2019 Lollapalooza también volvió a apostar por el efecto oveja negra. Así como hace un año Damas Gratis había despertado el cuestionamiento de algunos fundamentalistas del festival, la aparición de Carlos ‘La Mona’ Jimenez en el Main Stage 1 se trató de un hecho de dudosas intenciones, pero con resultado impecable.
De ambo rojo e incrustaciones de brillantes y adornado por cadenas, pulseras y anillos de oro, La Mona fue recibido con ovaciones de la troupe cordobesa en las primeras filas, pero al cabo de unas pocas canciones aquella reverencia se expandió hasta el final del campo. “Buenas noches. Perdón, buenas tardes”, dijo quizás acostumbrado a sus icónicos bailes en Córdoba. Y lo que siguió fue un tándem de himnos del cuarteto que exploran confesiones y relatos de asociación global: la picardía y la sexualidad (“El león”, “La pupera de María”), policías que se mezclan con ladrones (“El federal”, “El marginal”), drogas (“La novia blanca”), amores truncos (“Ramito de violetas”), y las lógicas llamadas bolicheras (“Beso a Beso” y “Me mata” de Kapanga).
Con un grupo de trece músicos cuarteteros pero con enorme carga rockera, La Mona tuvo el espacio necesario para moverse espástico como un Mick Jagger arrabalero, animando a sus percusionistas en descargas que rompieron la barrera entre el glitter y los smartphones. “Tal vez sea mi última aparición en un festival, pero hoy acá, soy feliz”.
En sintonía con el cierre de Lamar y todavía subido al caballo del género, el trap pudo una vez mas celebrar su supremacía con Lucho SSJ, C.R.O. y Neo Pistea sobre la tarde del Perry’s Stage. Duki aprovechó para hacer su tercera aparición en el evento y arengó triunfal, “Nos mandaron al escenario más chico, pero miren todos los que somos acá”. Y en algunos minutos de discurso personal antes de hacer “Tumbando el club”, aprovechó para ungir a Neo como el impulsor de este presente: “Él hizo los primeros temas cuando todos nosotros estábamos todavía en la plaza”.
En el plano rockero, Greta Van Fleet puso a sonar su rock zeppelinero. Un Josh Kiszka con una sonrisa a puro diente mientras aullaba recordando a Robert Plant. Algo extraño en el contexto actual de los ritmos urbanos, pero que caló hondo en el público argentino.
Sobre el cierre, y tras el arsenal de clásicos de Lenny Kravitz, Kendrick Lamar demostró porque es el rapero más importante de la última década.