“No se ustedes, pero nosotros somos los Arctic Monkeys”, decía Alex Turner en una de sus clásicas impostaciones juguetonas. Es que no hace falta mucho mas cuando sos el brillante frontman de una de las últimas bandas mas definitivas del rock moderno. Contrario a cualquier tipo de especulación previa a partir del sonido de Tranquility Base Hotel & Casino, Arctic Monkeys ofreció una revisión de alto octanaje rockero donde las canciones de su sexto disco sirvieron como espacios de distensión.
El iniciático “Do I Wanna know” y “Brianstorm” mostró al grupo de Sheffield -con Turner nuevamente en look greaser- haciendo algo de carácter expansivo. Puso a sonar los hits mas esenciales de su carrera (“Don’t sit down ‘cause I moved your chair”, “I bet that you look good on the dancefloor”, “Teddy Picker”) y canciones laterales (“Library Pictures”, “Knee Socks” y “Cornerstone”). Lo interesante es como Turner construye la ilusión de que él cambia a lo largo del evento. De la misma forma que digitó cerebralmente una fantasía de múltiples posibilidades en Tranquility Base…, pasan las canciones y deja la guitarra en “The Ultracheese” para transformarse en el crooner de salón inspirado en Scott Walker que viene interpretando en los últimos años. Ocurrió casi sobre el final en “Four out of five” (que tuvo una extendida intro en clave garagera) y también con el genial “Star treatment”, ilusiones ópticas de un set de nervio guitarrero.
Si bien el primer fixture de la sexta edición del Lollapalooza Argentina le habló a un target joven que celebró el advenimiento del trap, el resto de la segunda cita se ofreció con un espíritu diferente, aún en el mismo contexto.
Tratándose de un sábado a la tarde, las presencias de Fito Paez, Los Hermanos, Juana Molina y Sam Smith funcionaron como piezas claves en el plan de que este sea un plan para toda la familia. Aunque eso no quiere decir que los centennials no hayan tenido oportunidad para moverse desde temprano.
Recién abiertas las puertas, Ca7riel puso a sonar su renovada fusión de trap con guiños de acid jazz y funk, propios de su capacidad multi-instrumentista. Apenas terminado el set, junto con Paco Amoroso invadieron el Alternative Stage que los mendocinos Perras on the Beach ocupaban, tratándose de una de las pocas cartas presentes del indie. Más temprano aún, Duki volvía a sorprender con una nueva aparición fuera de agenda en el set de Coral Casino.
Otro de los puntos clave que hablan de la amplitud que está encontrando el Lollapalooza en su mapa son las activaciones paralelas a los escenarios. El recientemente agregado espacio de las casitas tuvo a un desfile de DJ’s locales batallando entre hip-hop, electrónica, funk y afro-beat, en simultáneo, y los espacios marcarios también contaron con sonidos específicamente curados en cada propuesta. No había rincón que no estuviera marcado por la música.
En el plano latinoamericano, Los Hermanos anticiparon a los porteños lo que probablemente ocurrirá en su masivo show en el estadio Maracaná en mayo. La banda de Rodrigo Amarante aprovechó para desplegar su arsenal de hits de rock latino donde no faltó el mentado “Anna Julia”, entre los obligados pasajes de su disco homónimo de 1999.
De la misma forma que Tame Impala en su momento aterrizó al festival como muestra de su crecimiento, Foals ya goza de un nuevo impacto de convocatoria. “Que onda guachos!”, saludó animado Yannis Philippakis e inmediatamente se despacharon con el nuevo “On the Luna” y clásicos modernos como “Mountain at my gates”, “My Number” y “Spanish Sahara”. Pero fue en los matemáticos “What Went Down” y “Two Steps, Twice” donde los ingleses se erigieron furiosos, proponiendo que a aún con la progresión sonora ciertas cosas no cambian.
Cuando Fito Paez llegó al Main Stage 2 con el sol poniéndose, no hubo que esperar mucho para descubrir su estrategia: hits eternos y transgeneracionales servidos con inmediatez. Su comienzo con “El amor después del amor”, y la triple seguidilla de “11 y 6”, “Al lado del camino” y “Brillantes sobre el mic” unió a padres e hijos en un coro extendido. Pero aún llevado a cabo el plan de los éxitos, Fito también se tomó libertades como en la muy rockera versión de “Ciudad de Pobres Corazones” y el juego de ida y vuelta con un público del que se hizo dueño en “Mariposa Tecknicolor”. “Que sea una fiesta todo. Que viva la música”, dijo en un tono medido para cerrar con “Y dale alegría a mi corazón” y “El diablo de tu corazón”.