“Somos todos hermosos. Ellos, nosotros. La diversidad es algo para celebrar”, decía Kamasi Washington mientras a las cuatro y media el sol azotaba a su grupo en el Main Stage 1. Aún tratándose de un manifiesto político, su frase puede bien puede servir como testimonio de la esencia del Lollapalooza. La sexta edición argentina se anticipó como una de las más eclécticas hasta ahora, cubriendo espacios etarios y perfiles estilísticos a los que previamente casi ni se había animado, el jazz siendo un primer ejemplo.
Aún batallando con problemas de sonido a lo largo de su show, Washington supo leer a su audiencia, dejando de lado el tradicionalismo para hacer foco en el costado mas funk y afro de su repertorio. Los brillantes Miles Mosley -en contrabajo y voces- y Patrice Quinn en voz, le dieron al saxofonista de Los Angeles amplitud suficiente para que su primera visita porteña haga desear una pronta revancha.
En el mismo escenario, pero más temprano Escalandrum había calentado los motores jazzeros en un repaso de Studio2 y con un cierre de obligada herencia Piazzolística con “Adiós Nonino”. Aunque tratándose de un festival donde pasa tanto a la vez, la performance de The Fever 333 obligó a mas de uno a arquear las cejas y salir corriendo al Alternative Stage para ver que ocurría. Y es que fue inevitable esquivar el arsenal de trucos espásticos que Jason Butler trajo a Buenos Aires: ya sea bañarse con un bidón entero de agua (que luego diligentemente tiró al suelo) a revolear monitores o traer la tarima de su batero al frente, vale todo para el ex Letlive. Desde abajo los teenagers siguieron su pulso en los primeros circle pit de la jornada.
Y si de eclecticismo se trata, a los ingleses Bring Me The Horizon les tocó una ardua competencia. Ocurrió que mientras Oli Sykes gruñía feroz en un repaso de las mejores canciones de amo y That’s the Spirit, del otro lado del predio Rosalía se ponía al festival entero en su bolsillo.
No llegó a la segunda oración del inicio con “Pienso en tu mirá” que los gritos de la gente taparon cualquier otro sonido. La catalana se reía cómoda, pero eso no significa que diera la situación por sentado. Con un pequeño cuerpo de baile, dos dúos de cantaores y El Guincho en samples y programaciones, en una hora logró justificar su meteórico despegue. Y es que Rosalía triunfa en todos sus cometidos performáticos: seguir coreografías al pie de la letra, jugar con el sampler de su productor, inyectar su cara de expresividad en cada palabra que sale de su boca, y cantar. Cantar con esa ineludible ductilidad técnica que empuja la canción al fondo de las entrañas de cualquier persona, de cualquier edad. “Argentina, gracias por tanto cariño”, agradeció con palabras y también con primicias. Teniendo a su productor sobre el escenario, en el cierre pusieron a sonar el recientemente estrenado “Con altura” y el inédito “Lo presiento”.
Ya hacia el atardecer Jorge Drexler mostraba un costado más eléctrico de Salvavidas de Hielo. También hizo un llamado al icónico momento en que Prince le dio su Oscar al cantar a capella “Al otro lado del río” y dedicó “Sea” a Mercedes Sosa. “Ella fue la artista que me la enseñó a cantar”, dijo.
El festival también sirvió para ver la progresión de ciertos artistas. Interpol hizo su segunda aparición en Lollapalooza, pero esta vez en una performance de prime time hecha a medida para la noche, mientras que Twenty One Pilots también ascendió al main stage (con un auto prendido fuego entre el cantante Tyler Joseph y la batería de Josh Dun) frente al fandom mas tanqueado de la velada.
Después de que Rosalía introdujera su cuota de trap a la ecuación, el género -que ocupa gran parte de la grilla este año- tuvo en el Main Stage 2 a un Post Malone escénicamente austero pero complaciente para su público. Antes, Khea mezcló humo con visuales espásticas mientras celebraba ante la consumación del poder de convocatoria que creció sin pausa desde 2018. Tanto así que la inesperada presencia de Duki sobre el final de su set (hicieron “Loca”, entre otros), pareció decir tácitamente que lo que importa está acá. Y recién empieza.
El sábado 30 tendrá el regreso de los Arctic Monkeys, la correción británica de Sam Smith, y la presencia local de Juana Molina y Fito Páez, entre muchos otros artistas.