Hablar de David Byrne es hablar de la música del mundo: es que el artista escocés –ya desde sus años en Talking Heads– se ha caracterizado por su desprejuicio para nutrirse de la música de todo el globo. Colaboró con St. Vincent y también con Caetano Veloso. Trabajó con Fatboy Slim y con Celia Cruz. Y el objetivo siempre fue el mismo: tener la cabeza cada vez más abierta.
En la vorágine de la colaboración, 14 años pasaron desde «Grown Backwards» (2004), su último disco en solitario. Con el transcurso del tiempo, las cosas son iguales, pero distintas: «American Utopia» (2018), con la producción de Brian Eno, encuentra un David Byrne en plan rockero, aunque tan inquieto como siempre y en sintonía con su mote de genio creativo. Porque a los tipos así, y aunque pese la palabra, no se los puede definir de otra manera.