Desde la previa se sabía que el primer día del Lollapalooza Argentina 2015 era un plato fuerte, sobre todo por una grilla que combinaba la presencia de una leyenda como Robert Plant, con figuras que hace algunos años vienen en franco ascenso (Foster the People y The Kooks). Pero el cierre del escenario principal estuvo a cargo de un gran exponente de la generación intermedia: el exWhite Stripes y alma mater de The Racounters y The Dead Weather, Jack White, mostró con orgullo las canciones de Lazaretto, su última producción.
Plant dejó boquiabiertos a varios, no solo por la calidad de The Sensational Space Shifters -los músicos que lo acompañan- sino también por haber pelado nada menos que seis temas de Zeppelin.
En el escenario alternativo, Molotov primero, y Cypress Hill después -a la misma hora que Plant-, hicieron mover multitudes.
Pero eso no fue todo: el Hipódromo de San Isidro comenzó a registrar movimiento muchísimo más temprano. Cuando todavía había luz natural, una gran convocatoria se produjo en torno al Main Stage 2 para ver de cerca a una de las revelaciones de los últimos años: Annie Clarke, más conocida como St. Vincent. La estadounidense combina la estridencia de su guitarra con teclados y samplers, y también con ciertas coreografías que ejecuta en estado de gracia, siempre sonriente. Antes de ella, en ese lugar se lució el español Leiva, una de las primeras propuestas rockeras de la jornada, y un admirador confeso de Plant, tanto que llegó a besar el piso del escenario en el que cinco horas más tarde iba a tocar el inglés.
En el Main Stage 1, un rato antes de que saliera a escena Foster the People, los que exhibieron su solidez fueron los músicos de Interpol, quienes se recostaron sobre las canciones de su más reciente disco.
Es la lógica del festival la que permite que grandes artistas toquen cuando aún muchos fanáticos de la música no arribaron al lugar: un ejemplo es el del brasileño Ed Motta, exponente del funk, el soul y el jazz; y otro, el de la Orquesta Típica Fernández Fierro, cuyos tangos abismados, con 12 músicos en escena más la voz grave, profunda y cavernosa de Julieta Laso, despertaron el interés de los que se aproximaron al escenario.