ABC, la apertura del disco Crónicas del Viento, abrió la noche y de inmediato se notó una puesta escénica que incluía un gran despliegue de luces al servicio de la música. La banda, casi una orquesta, pergeñó un aparato musical impecable, con Lisandro Aristimuño muy cerca de la gente, desde las guitarras, la voz y el manejo admirable de los pedales, loops y samples que lo caracterizan en vivo, moviéndose con libertad entre registros musicales que van desde el folclore hasta la música electrónica y el noise rock.
El público, variado y visiblemente emocionado, recibió con entusiasmo las canciones de su último disco Mundo Anfibio, que recorrió casi por completo, desde Por donde vayan tus pies, un manifiesto inquietante y despojado que incluye arreglos de cuerdas, bases electrónicas y riffs rockeros, pasando por Anfibio, How long, Un dólar, un reloj y una frase sin sentido y Pozo.
Aristimuño homenajeó a Cerati con una versión de guitarra y voz de Avenida Alcorta, del disco Amor Amarillo, y también a Prince, al interpretar una canción de su disco anterior, Traje de dios, en clave funkrock oscuro y rabioso. A lo largo del recital, hubo invitados de la talla de Cristóbal Repetto y Gabo Ferro, quien hizo una emotiva versión de Green Lover; también subió Teresa Parodi para un dueto con aires folclóricos que puso de pie a todo el Gran Rex.
Alternando con los temas de Mundo Anfibio, Aristimuño y Los Azules Turquesas repasaron temas de los discos anteriores como Tu nombre y el mío, Es todo lo que tengo y Anochecer, una canción bucólica y de una felicidad desgarradora que explota en un paisaje de carnavalito capitaneado por el ronroco de Carli Arístide; también estuvieron la tristeza de La última prosa y la folcórica y pura Azúcar del estero, entre otras.
El sonido fue una proeza teniendo en cuenta la cantidad de músicos en escena y los géneros variados y unidos bajo su estilo muy reconocible. Porque se pueden adivinar algunos gustos e inspiraciones de Lisandro Aristimuño (Radiohead, Bjork y un largo repertorio del rock nacional y folclore, entre muchos otros referentes), pero no se parece a ninguno. El concierto, de más de dos horas, cerró con Aristimuño solo en el escenario, haciendo versiones a guitarra y voz de Canción de amor y Me hice cargo de tu luz, ante un público de pie.
La noche inició la gira de Aristimuño por el país y por Chile, con la que le dará un final a un estilo de trabajo de gran elaboración y un sonido complejo en el estudio y en vivo (cello, violín, percusión, guitarras, ronroco, batería, bajo y mucho laboratorio electrónico, todo arreglado y orquestado por él mismo), para abocarse a un disco grabado en vivo, en formato trío, junto con Javier Malosetti en el bajo y Sergio Verdinelli en la batería. Vale la pena, con creces, en la era de las reuniones, los remasterizados y bootlegs, acercarse a escuchar a un músico y compositor excepcional que crea hoy música de aquí y ahora, con partes sustanciales de experimentación, novedad y raíces.