“La independencia triunfó”, dijo hace un tiempo Donvi Vitale, héroe de la contracultura en Argentina y fundador de MIA (Músicos Independientes Asociados); y el puño en alto de Lisandro Aristimuño en el escenario del Luna Park lo confirmó. Emocionado y rodeado de sus guitarras, empezó con Rastro de percal y Hoy, hoy, hoy. Ambas pertenecen a su último disco, Constelaciones, uno de los motivos de este show sold out desde hacía una semana.
Después de una larga gira por todo el país, el cancionista rionegrino presentó su sexto álbum solista en uno de los lugares cumbre de Buenos Aires sin el apoyo de grandes auspiciantes. De todas formas, el repertorio que hace catorce años construye con destreza, libertad y vuelo melódico se va mezclando de a poco con lo nuevo. Si bien durante las últimas canciones hechas por Aristimuño predomina un sonido más directo y enfocado en el rock argentino, en el Luna Park las versiones toman cuerpo de acuerdo a la propuesta del ensamble fijo que lo viene acompañando. Dos violines (Díaz Pumará y Jivotovschii), la mayoría de los Azules Turquesas y una marcada presencia −tanto en el sonido como en la producción− del tecladista Ariel Polenta.
Cuando la base musical se vuelve orgánica, ejemplos como en Anfibio, How Long o Me hice cargo de tu luz −primer momento íntima entre Aristimuño, su guitarra y el público−, la potencia melódica y el talento interpretativo del compositor se adueñan del lugar. Y su voz, “hermosa y exacta” según Sting, recorre cada uno de los huecos del gigante que enfrenta de espaldas al Río de La Plata.
La catarata de invitados que contiene el show convierte a este debut masivo en un cumpleaños artístico para Aristimuño. Así lo pensó desde que le advirtieron que, después de ocho Gran Rex, existía la posibilidad de hacer base en el Luna Park.
Siguiendo el orden del show, para Voy con vos llamó a dos mujeres de las que aprendió mucho y “estuvieron en los momentos más trascendentales de la música argentina”: Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo. Para el pasaje más sutil y profundo de la noche, llamó a Javier Malosetti, que grabó todos los bajos de Constelaciones, para ceder –por única vez− el protagonismo musical. El pico de vértigo fue con el tema Para vestirte hoy, porque lo convocó a Fernando Ruiz Díaz que, con una mueca en su cara, lo primero que dijo era que iban a hacer una canción llamada “Para desvestirte hoy”. Luego de ese quiebre estético, Ruiz Díaz modificó el escenario con una performance vocal y aeróbica justa para una sola canción: hubiese sido demasiado si era para dos.
“Este tema se lo dedico generalmente a las Madres de Plaza de Mayo. Así será hoy, aunque también me pregunto ¿dónde está Santiago Maldonado?”, dice antes de arrancar Green Lover y recibir el apoyo social de todos los presentes. Fueron más de dos horas y media y 24 canciones las que confirmaron que la música popular argentina tiene herederos dignos, capaces de diseñar sus propias reglas y de abrazar la libertad artística. “Estamos muy emocionados, gracias por bancar la música independiente y la autogestión”, dice Lisandro Aristimuño luego de cerrar con Elefantes y Anochecer, y despedir a la noche de Buenos Aires con una copa de vino en la mano.