Play. Sea en Spotify, YouTube o Bandcamp. Basta apretar el botón universal de inicio para que Hacer un fuego proponga de inmediato un catálogo de canciones que avivan la curiosidad y, también, las ganas de bailar y dejarse llevar por la música y las palabras. Esa es la gran virtud del tercer LP de Libélulas, trío chaqueño que logró condensar un prisma de referencias y situaciones afines generacionalmente con una impronta autoral que se embarca en la mejor tradición del pop argentino. Y lo mejor de todo es que si estas palabras no son suficientes como para alentar el descubrimiento, alcanzan sólo 30 segundos del primer track para poder vivenciar que, más allá de los gustos, lo que suena es un producto a la altura de las expresiones más originales de la escena emergente a nivel nacional.
“Invierno”, “Miles de botellas” e “Intentar” abren el disco con beats de pulso acelerado pero no urgente. Las tres canciones podrían escucharse en repetición infinita por su frescura, su calidad interpretativa y su búsqueda sonora diversa y cohesiva. Las tres, también, ilustran el concepto de la portada del álbum, que opone fuego, flores y colores a fragmentos de edificios grises. La voz de Alejandro Rodríguez funciona como un plus difícil de ignorar: su cadencia, su pronunciación y su versatilidad para transmitir el mensaje de las letras resultan atrapantes. Pero por detrás de ese estímulo, una jungla sonora finamente dispuesta en el espacio virtual logra resaltar el gran trabajo en términos de arreglos e instrumentación. De la mano del productor Javier Medialdea (Sobrenadar), teclados, programaciones y guitarras se lucen entre bases siempre estimulantes y armonías llenas de nostalgia.
En la segunda parte del disco, “Paraná” y “Montañas” proponen una apertura estilística que le sienta natural al proyecto oriundo de Resistencia. Como si Kevin Barnes (de Of Montreal) hubiera conocido la cumbia y las sonoridades andinas, la alquimia resultante logra un producto con resonancia propia, más allá de los prejuicios. Por eso, Hacer un fuego es, ante todo, un trabajo que sienta una posición respecto a la música y a sus posibilidades. Incorporar un fragmento de la tonada popular “Duerme negrito” o intervenir el cierre del álbum con impulso autodestructivo confirma el espíritu irreverente que atraviesa a las ocho canciones. Más allá del festín de melodías y estribillos que se superan en cada nueva escucha, el concepto como eje creativo atraviesa el proyecto de principio a fin. Y en ese proceso, Libélulas pone un pie entre los artistas fundamentales de su tiempo y espacio.